¿Alguien piensa que la Barca de
Pedro navega por aguas tranquilas? Si miramos a nuestro alrededor veremos que
las aguas del mundo agitan la Barca con fuerza, mientras muchos tememos que
pueda hundirse. Cristo, igual que en le episodio Evangélico (Mt 8,23-27) duerme
con tranquilidad, esperando que le llamemos.
El Sínodo de la Familia y otros problemas político-religiosos, están
agitando las aguas hasta encresparlas. En todo este barullo, se oyen voces de
personas que se gritan unos a otros. Cada cual quiere poner su remedio a la
tensa situación, rechazando la contraria. La palabra que más está sonando es “ideología”, como si señalar la paja
en el ojo ajeno, hiciera desaparecer la viga en llevamos en nuestro propio ojo
(Mt 7,1-5).
El Cardenal Kasper señala que quienes le contradicen padecen de
ideologías al interpretar los evangelios. Tristemente no se da cuenta que él también utiliza su ideología para
interpretar, sesgar, aminorar o maximizar determinadas partes del Evangelio,
para apoyar sus tesis. “El que esté libre de pecado que tire la primera
piedra”. Pero como Cristo duerme en le fondo de la barca, nos hemos puesto a
tirarnos piedras unos a otros. Hay quienes se han sumado la mutua
descalificación ideológica sin reparar en los escándalos que crean a su
alrededor. Dónde se genera dolor, está
el enemigo enfermando el mundo y nosotros siendo sus cómplices.
Dios me dijo: «Nadie se escapa de mi mano, porque
yo soy el que soy. (Ex 3,14) y vosotros no sois por vosotros mismos. Existís
por mí. Soy el creador de todas las cosas que participan de mi ser y no del
pecado que no es creación mía. Por tanto el pecado no es digno de ser amado. La
criatura me ofende porque ama lo que no tiene que amar, el pecado... Al hombre le
es imposible salir de mi ser. O bien,
permanece en mí bajo el peso de la justicia que castiga sus faltas, o bien
permanece en mí guardado por mi misericordia. Abre, pues, los ojos de tu
inteligencia y mira mi mano: verás que digo la verdad."
Entonces, al abrir los ojos del espíritu para
obedecer al Padre que es tan grande, vi
el universo entero enfermo metido en la mano del Padre. Y Dios me dijo:
«Hija mía, mira ahora y sé que nadie puede escapar de mi mano. Todos están cogidos por la justicia o por la
misericordia, porque todos me pertenecen, son creados por mí, y los amo
infinitamente. Sea la que fuera su malicia, les haré misericordia a causa de
mis siervos; escucharé la petición que me presentas con tanto amor y tanto
dolor...» (Santa Catalina de Siena. Diálogo, 18)
En la manos del Padre está el universo, enfermo y sufriente. Si no fuera
por la Gracia de Dios, no podríamos seguir adelante. La justicia o la misericordia nos sostienen a Su lado, porque somos tan
tercos que parece que gozamos generando grietas donde otros caigan. También
parece que gozamos inventando lenguajes que nos confunden y nos enfrentan.
La Torre de Babel estás más viva que nunca. El enemigo sabe utilizar nuestra
inocencia y soberbia para que nos destrocemos unos a otros.
Desde mi humilde punto de vista, no espero nada especialmente bueno de
un Sínodo de la Familia, que va a estar polarizado por los enfrentamientos.
Enfrentamientos en los que, por desgracia unos creerán ganar y todos
perderemos. Esta realidad la vivimos todavía en los continuos enfrentamientos
que provienen del Concilio Vaticano II. Enfrentamientos
en donde siempre hay quien busca ganar, haciendo que todos perdamos. No
creo que valga la pena un viaje tan costoso para traernos en las alforjas
victorias y derrotas, que separan.
La solución que se nos nos ofrece es dejar la doctrina tal cual,
mientras se acepta que la práctica (pastoral), sea adaptable a las
circunstancias. El diablo es el maestro de separar, desunir, crear
incoherencias y generar sufrimiento. Separar
la doctrina de la práctica es como si aceptamos las normas para jugar al
futbol, pero cada árbitro o equipo las interpreta como más le gusta y conviene.
¿Quién pierde? Todos, porque nadie sabrá si juega al futbol o está de picnic.
¿Son inhumanas las reglas del juego? Más bien todo lo contrario, son las que
permiten que nos esforcemos por ser mejores día a día. ¿Las reglas crean sufrimiento? No, quien crea el sufrimiento es el
pecado.
Nos preguntamos las razones por las que muchas personas han abandonado
la Fe práctica y una de ellas, es la falta de aplicación de las normas. Se
sigue creyendo en Dios, pero cada cual pone sus reglas. Al final Dios parece
cada día más lejano e indiferente. Como si al Pastor le diera igual lo que
hicieran las ovejas y se dedicara a verlas desde lejos sin afecto verdadero. La
oveja despeñada recibirá la misma sonrisa que la que está en una esquina del
redil, muerta de miedo. La misericordia
no se basa en hacer como si no pasara nada, sino en hacer justicia,
señalar los errores con humildad y afecto. De la misma forma, la justicia, no es matar a palos a quien se
equivoca, sino en hacer misericordia al señalar el camino correcto y
acompañar sin pedir nada a cambio.
El texto de Santa Catalina habla
precisamente de este mundo enfermo que se duele de la ausencia de Dios. Sea cual sea la malicia de unos u otros, Dios
tendrá misericordia porque, al menos, todavía intentamos orar unos por los
otros. Ya difícilmente disfrutamos unidos de vivir la fe, pero la
oración sigue siendo el vínculo que nos une.
Néstor Mora Núñez
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