martes, 16 de septiembre de 2014

¿MATRIMONIO O MATRIX? EL ENEMIGO ANDA DETRÁS. SAN AGUSTÍN


Como sabrán por la prensa e Internet, que hace pocos días, una pareja compuesta por un hombre y un transexual de apariencia femenina, han recibido la bendición de un sacerdote, en la localidad argentina de Santiago del Estero. Por si acaso les dejo dos enlaces en los que consultar la noticia: Nuevo Diario y La Gaceta.

No voy a entrar en los niveles de escándalo eclesial, moralidad, doctrina, etc, porque ya se ha escrito mucho sobre el tema y seguro que se escribe más todavía. Mi reflexión se va a centrar en el hecho comunicativo que se ha producido con este acto aparentemente revolucionario.

Lo primero es indicar que el matrimonio es un sacramento que necesita de un hombre y una mujer. No puede existir matrimonio sacramental cuando no se da esta premisa. Por lo tanto, la ceremonia celebrada en Santiago del Estero es un simulacro, una representación que hace ver algo inexistente, como si realmente existiera. Nuestra sociedad postmoderna está llena de simulacros que nos hacen creer, sentir y actuar por medio de apariencias. La política, la economía, las relaciones humanas, están llenas de representaciones que conforman la realidad social en que vivimos. La Iglesia no puede dejar de verse afectada por esto y de hecho, ahora es cuando estamos empezando a tomar conciencia de todos los simulacros que se esconden detrás de las apariencias de fe y religión. ¿Un ejemplo?

Benedicto XVI y el Papa Francisco han indicado que tienen la conciencia de que la mayoría de los matrimonios que se celebran son nulos. Son nulos porque uno o ambos cónyuges se casan sin tener claro qué es lo que están haciendo. El sacramento del matrimonio se representa sin llegar a vivirlo conscientemente. Pero esto mismo sucede en los bautizos, eucaristías, confesiones, etc. Aparentamos porque damos importancia únicamente a lo exterior. La verdad que llevamos con nosotros, estorba, por eso la disimulamos para que no se note que nuestro ser no coincide con nuestro parecer. Pero, hay que tener claro que quien miente no es la fuente de la mentira. La fuente que provoca la mentira es el enemigo:

Escucha y entiende; no te envío lejos, en las mismas palabras lo verás. El Señor dijo que el diablo era padre de la mentira. ¿Qué significa esto? Óyelo, repasa ahora las mismas palabras y entiende. No todo aquel que miente es padre de su mentira. Pues si la mentira la recibiste de otro, y tú la dijiste, ciertamente tú has mentido diciendo la mentira, pero no eres tú el padre de esa mentira, porque la recibiste de otro. Y el diablo mintió de sí mismo; él mismo engendró su mentira, no la recibió de otro. Del mismo modo que el Padre engendró un Hijo, que es la Verdad, así el diablo caído engendró como un hijo, que es la mentira. Después de oír esto, repasa y medita las palabras del Señor; advierte, alma católica, qué es lo que oyes y presta atención a lo que dice. (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan 42, 13)

No miremos a esta pareja de Argentina y al sacerdote, como la fuente del mal. Pueden ser colaboradores, pero no son más que un eslabón más de la cadena del pecado. Una cadena de no llegamos a percibir, ya que la mentira es parte de nuestra vida. La verdadera fuente de la mentira, del simulacro que nos aparta de la Verdad, es el enemigo. ¿Qué busca el enemigo? Varias cosas:

  • Crear escándalo y hacer que nos enfrentemos entre nosotros. Cuando uno se enfrenta y pelea, genera dolor y separación. Es decir, justo lo que no es la Iglesia. La comunicación intraeclesial se destroza. La comunicación con la sociedad queda a merced de los titulares sesgados y malintencionados de los medios.
  • Enseñarnos que el ser no existe y que la apariencia es lo único que podemos considerar como real. Si una persona aparenta ser una mujer y en su identificación dice que es mujer, es una mujer. Este simulacro tiene una consecuencia terrible:
  • Promocionar la inexistencia de Dios. Si Dios no aparece, no existe. Sin Dios nos quedamos sin Verdad, lo que nos lleva irremisiblemente a comprar ansiosamente los simulacros que nos venden como sucedáneos ideales. Lo real se convierte en lo aparente, ya que no ha nada que pueda negarlo o ponerlo en duda.

Seguramente el sacerdote que realizó este simulacro de ceremonia matrimonial tiene claro que lo representado es real. Nadie puede negar que no lo sea, ya que las apariencias lo atestiguan. No dudo de su buena intención social, inclusiva y no discriminatoria, ya que estos niveles de comunicación social son imprescindibles para conformar una “apariencia de verdad” que sea creíble. No creo que llegue a darse cuenta de que vive en una realidad alternativa muy bien vista y promocionada, por los poderes públicos. Cuando un actor llega a compenetrarse completamente con el personaje que representa, su realidad es lo que representa y no la vida que está detrás del escenario. Los que ven esta representación, salen conmovidos por el personaje y llegan a pensar que es real. ¿Quién no desea vivir en una realidad que le dé toda la razón y cumpla sus deseos? Los mundos de Walt Disney han pasado de las salas de cine, al vida cotidiana.

El problema no es que estemos rodeados de simulacros, sino que ya no somos capaces de diferenciarlos de la Verdad. Sin Verdad, Dios deja de tener sentido en nuestra vida, ya que no existe camino hacia el Padre, ni vida que vivir por los demás. El Amor, la Caridad (Dios) se rechaza por parte de la sociedad y para que no se note, se representa por medio de la solidaridad, tolerancia y disuasión. Ya no hace falta conversión verdadera, nos basta con representar lo que queremos ser. Pero detrás de las apariencias está la verdad. Por eso procuramos que los demás que no se acerquen demasiado a nosotros, ya que descubrirían que somos diferentes de lo que aparentamos. Si eso ocurre, el dolor se hace sale a borbotones del alma y no queremos sufrir por nada el mundo. Los mundos de Walt Disney siempre son felices.

La Iglesia tiene un tremendo reto para recobrar la Verdad entre tantas apariencias, que se hacen reales a través de la mentira que terminamos creyendo que es verdad. Hemos perdido la Verdad que se manifiesta como símbolo que nos transforma, ya que preferimos el simulacro que se hace realidad.

No hay comentarios: