La tenemos en nuestras manos. No sabemos si habrá una próxima. Que no se nos escape ésta, la de este año, la de ahora.
Estamos avanzando ya sobre el tiempo de cuaresma.
Es increíble con qué velocidad pasan los días y las horas. Las semanas apenas nos parecen empezarlas y ya nos encontramos en su final.
Pero aún es tiempo, si no lo hicimos en su comienzo, de dedicar un poco de atención a este tiempo cuaresmal.
Pronto diremos: "Ya llegó la Semana Santa, ¡qué rápido!" Pero ya dijimos, aún estamos a tiempo para prepararnos precisamente para esa Semana Santa.
Tal vez salgamos de vacaciones y eso nos puede distraer sobre el profundo significado que para nosotros los cristianos tienen esos días santos.
Por eso no desperdiciaremos este tiempo anterior a ellos para redoblar nuestras oraciones, para renovar nuestro espíritu tal con ejercicios espirituales en nuestra Parroquia o en algún lugar de retiro o simplemente en nuestra casa darle a este tiempo un valor especial unido a la oración y al sacrificio. Estos por pequeños que sean son muy valiosos, pues llevan además del amor a Dios, el fortalecer nuestra voluntad que ya de por sí suele ser demasiado débil.
El propio Cristo nos enseña cómo para prepararse a esos días de tremendos suplicios y al final su muerte, se retiró a orar.
Ayunó cuarenta días en el desierto y allí fue tentando por Satanás.
Nada le faltó a nuestro Redentor para ser semejante al hombre, solamente hubo una diferencia, Él sí estuvo libre de pecado pero padeció y asumió todos y cada uno de los pecados de la humanidad, esa humanidad que tanto amó y ama.
Y nosotros estando en este tiempo, próximos a la conmemoración de un Jueves Santo lleno de tristeza, de despedida, de un inconmensurable amor; noche de misterio y de entrega al quedarse para siempre, como alimento de nuestras almas en el Sacramento de la Eucaristía, de un Viernes Santo donde un hombre, que es Dios, padece las más terribles afrentas y torturas que ha conocido la naturaleza humana y por último una muerte de cruz, podemos corresponder a todo esto con una reflexión profunda y sobre todo con nuestro amor.
Pero no termina todo ahí. Llegará esa madrugada de resurrección. De vida, de triunfo sobre la muerte y por eso la cruz es el signo de nuestra victoria.
Cristo nos dio las primicias de la vida eterna derrotando a la muerte. Cristo vuelve para que sepamos que hay una vida que no termina y que nuestro final está en la Casa del Padre.
Por eso aún es tiempo.
Estamos viviendo esta cuaresma, la tenemos en nuestras manos. No sabemos si habrá una próxima. Que no se nos escape ésta, la de este año, la de ahora.
Vivámosla con entrega, con amor, con generosidad, pero sobre todo con oración, con mucha oración.
Nos hace tanta falta....
Autor: María Esther de Ariño
No hay comentarios:
Publicar un comentario