martes, 4 de diciembre de 2012

BELLEZA DE LO VISIBLE Y DE LO INVISIBLE



Nosotros…, más o menos tenemos una idea de lo bello que es, cuanto contemplan nuestros ojos en este mundo material, donde Dios ha querido que le demostremos nuestro amor a Él. Nuestros montes, nuestros ríos, nuestras praderas, nuestros bosques, nuestros mares, nuestro cielo, nuestras estrellas, los distintos fenómenos meteorológicos, que contemplamos, ¡qué sé yo…! Todo nos habla de Dios directamente, al cual nadie con vida, viéndolo con los ojos de nuestra cara, lo conoce. Pero Él mismo nos enseñó a conocer lo pues aunque no vemos con los ojos de nuestra cara, si podemos conocerlo por medio de sus frutos, ya que Él mismo nos dejó dicho: “Guardaos de los falsos profetas: se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces, por sus frutos los conoceréis”. (Mt 7,15-20).

Y los frutos de Dios para conocerle, son sencillamente todas estas bellezas materiales que nos rodean y que aún no hemos sido capaces de descubrir en su plenitud, porque no dominamos la inmensidad del universo, y solo en las noches vemos parpadear luceros y estrellas que nos hablan de su Creador. Pero los frutos de esa inmensa creación de Dios, no terminan con lo ya expresado sino que también con nuestros ojos podemos contemplar, más frutos de la creación divina. Admirable son también los innumerables materiales y minerales, de que disponemos, para nuestros trabajos; digno de admiración, son también los milagros anuales de la floración y la generación de frutos y cosechas para nuestra alimentación. La tremenda variedad de animales, peces y pájaros…etc.

Todo lo dicho puede ser contemplado por nuestros ojos, pero existen otros muchos frutos de la acción creadora del Dios que no palpamos con nuestros ojos, pero que existen y ahí están. Me refiero a las leyes físicas que rigen el universo. Dios nos ha dotado a todos les seres humanos creados de unas leyes, para regir nuestras relaciones, son las llamadas leyes morales y otras leyes, para regir el funcionamiento de toda la materia por Él creada, son la leyes de la física. Tanto una como otras leyes, dado el libre albedrió o libertad de actuación que Dios nos ha regalado, podemos violarlas, pero en ambos casos las consecuencias son desastrosas para nosotros.

Hay una diferencia notable y es que en el caso de la violación de las leyes morales por el hombre, este no ve de inmediato lo nefasto de su conducta, pero si la ve de inmediato, si se trata de las consecuencias de la violación de las leyes físicas. Pongamos dos ejemplos: Una persona usando de la libertad que tiene, mata o roba a uno de sus semejantes. Ha ofendido a Dios, y el pecado mortal, expulsa al Señor de su alma; esta persona no ve esto con los ojos de su cara, en todo caso puede ser que tome nota de que ha perdido su paz interior. En el segundo caso, tomemos por ejemplo la ley de la gravedad, todos somos libres de violarla, pero a nadie en su uso de razón, se le ocurre subirse a una alta torre y lanzarse al vacío. Es indudable que quien lo hace se entera de inmediato de las consecuencias que tiene la violación de la ley física.

Hasta aquí, la belleza de lo material creado por Dios, pero nosotros somos materia y espíritu, y Dios que es espíritu puro, es el creador de la materia. El espíritu es un orden muy superior a la materia, el espíritu es eterno, es Dios, que es el alfa y omega de todo, en cambio materia es corruptible, todo el universo llegará un momento en que desaparecerá. En este sentido son los astrónomos, los que nos hablan de los agujeros negros que hay en el universo, y que son el signo de una estrella o planeta fenecido. Nuestro cuerpo también desaparecerá porque es corruptible como toda la materia, pero nuestra alma es inmortal, y para bien o quizás desgraciadamente para mal, vivirá eternamente integrada en la Luz del amor divino, o en el odio de las tinieblas.

La belleza inmaterial, es la belleza de lo invisible, la cual no pueden captarla nuestros ojos materiales de nuestra cara, pero sí algo pueden vislumbrar, más que ver, los ojos espirituales de nuestra alma. Pero es el caso, que no son muchas las personas que se han ocupado de desarrollar su alma, con el mismo celo que ponemos en alimentar nuestro cuerpo y cuidarlo con ejercicios, gimnasias y hasta con operaciones de estética. El desarrollo del alma al igual que el del cuerpo, necesita tiempo y perseverancia, no se puede desear ver de inmediato, lo que deseamos ver con los ojos del alma y a continuación conseguirlo. Quitarle las legañas a los ojos de alma no es cuestión de horas o días, como vulgarmente se dice no se puede llegar y besar el santo.

Así, como los ojos de la cara necesitan luz material, para poder ver, los ojos del alma también necesitan luz, pero no una luz material, sino una Luz sobrenatural de amor, que emana directamente del Señor. Es esa luz, que con los ojos de su cara permitió Dios, que los tres apóstoles en el Thabor, vieran la glorificación del Señor y fuesen testigos de esa Luz maravillosa de la que emana amor y paz interior. Por ello era tan grande la felicidad de San Pedro que le dijo al Señor: “Señor, ¡que bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elías. Aún estaba el hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle”. (Mt 17,4-5) ¡Ya lo creo que se estaba bien!, como que estaban gozando de la gloria y no se habían enterado.

Son muy pocas las experiencia y referencias que tenemos de la belleza del mundo invisible que nos espera, y ello es debido esencialmente a que ellas, no se pueden captar con los ojos materiales de nuestras caras, porque estos desaparecerán cuando desaparezca nuestro cuerpo. Desde luego que tendremos otro cuerpo, pero este cuerpo glorioso que nos espera, no tendrá las servidumbres orgánicas a las que está sometido nuestro cuerpo actual y gozará de una serie de cualidades, entre otras la de la sutileza, que le permitirá penetrar en otro cuerpo. Es de ver que la materia es compacta y no puede penetrar una en la otra. Consecuentemente uno se pregunta: ¿A qué orden pertenecerá el cuerpo glorioso, al material o espiritual?

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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