miércoles, 8 de agosto de 2012

LOS DOLORES DE MARÍA



Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

PRIMER DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la primera espada de dolor que te traspasó, cuando en el templo, por medio de Simeón, se te presentaron todos los ultrajes que debía cometer la humanidad contra tu amado Jesús, lo que ya sabias Tú por las divinas Escrituras, hasta hacerle morir delante de tus ojos colgado de un infame madero, desangrado y abandonado de todos, sin que pudieses defenderlo ni ayudarlo.

Por este doloroso recuerdo, pues, que por tantos años afligió tu corazón, te suplico, Reina mía, que me alcances la gracia de que yo en vida y en la hora de mi muerte tenga siempre en el corazón la Pasión de Jesús y tus dolores.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

SEGUNDO DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la segunda espada de dolor que te atravesó al ver a tu Hijo inocente, y recién nacido, perseguido ya de muerte por la humanidad misma por quienes había venido al mundo; de manera que entonces te viste obligada a huir a Egipto de noche y ocultamente.

Por los muchos trabajos, pues, que sufriste, siendo una delicada doncella, en compañía de tu desterrado Niño, durante aquel largo y penoso viaje por países ásperos y solitarios, y mientras habitaste en Egipto, en donde siendo desconocidos forasteros vivieron todos esos años pobres y despreciados, te ruego, amada Señora mía, que me alcances la gracia de que pueda yo sufrir con paciencia y en tu compañía hasta la muerte los trabajos de esta miserable vida, a fin de que en la otra pueda librarme de los trabajos eternos del infierno que he merecido.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

TERCER DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la tercera espada de dolor que te hirió cuando perdiste a tu amado Hijo Jesús, que permaneció separado de Ti en Jerusalén por espacio de tres días. Entonces, no viendo junto a Ti a tu amor, e ignorando la causa de su ausencia, me figuro, mi amada Reina, que no dormiste ni te calmaste en todo ese tiempo, suspirando continuamente por aquel que era todo tu bien.

Por los suspiros, pues, de aquellos tres días, para Ti tan prolongados y amargos, te ruego que me alcances la gracia de que yo no pierda a Dios, a fin de que viva abrazado siempre con Él, y salga así de este mundo cuando llegue la hora de mi muerte.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

CUARTO DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la cuarta espada de dolor que te atravesó al ver a tu Jesús condenado a muerte, atado con sogas y cadenas, cubierto de sangre y llagas, coronado de espinas, cayendo por el camino agobiado bajo el peso de la cruz que llevaba sobre sus lacerados hombros, yendo a morir por nosotros como un inocente cordero. Entonces se encontraron los ojos de ambos, y sus miradas se convirtieron en otras tantas saetas crueles, con las cuales se hirieron recíprocamente sus corazones enamorados.

Por este amargo dolor, pues, te suplico que me alcances la gracia de vivir enteramente resignado a la voluntad de Dios; llevando con alegría mi cruz en compañía de Jesús, hasta el último aliento de mi vida.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

QUINTO DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la quinta espada de dolor que te traspasó cuando en el Monte Calvario presenciaste la muerte lenta de tu amado Hijo Jesús, entre tantos suspiros y desprecios en el duro lecho de la cruz, sin poderle dar siquiera el más mínimo de los consuelos que se conceden al morir aun a los más malvados.

Te suplico, Madre amorosísima, por la angustia que padeciste junto con tu Hijo agonizante, y por la ternura que experimentaste cuando Él te habló por última vez desde la cruz, y se despidió de Ti, dejándonos a todos en Juan por hijos tuyos; y Tú, constante allí le viste después inclinar la cabeza y expirar, te ruego me alcances la gracia de que pueda vivir crucificado por tu amor, y morir crucificado para todas las cosas de este mundo, a fin de que pueda consagrarme durante toda mi vida exclusivamente a Dios, y así entrar un día en el cielo a gozar de su presencia.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

SEXTO DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la sexta espada de dolor que te traspasó al ver herido de parte a parte el dulce corazón de tu Hijo ya difunto, y muerto por aquellos ingratos que ni aún después de su muerte habían cesado de atormentarlo.

Por este cruel dolor, pues, que sólo Tú sufriste, te ruego me alcances la gracia de que pueda yo habitar en el corazón de Jesús herido y abierto por mí, en aquel corazón, digo, en el cual se halla la verdadera morada del amor donde descansan todas las almas amantes de Dios, y en donde viviendo yo, no piense en otra cosa, ni ame más que a Dios. Tú lo puedes hacer, Virgen sacrosanta, de Ti lo espero.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

SEPTIMO DOLOR

Me compadezco Señora, de Ti Madre mía dolorosísima, por la séptima espada de dolor que te traspasó al ver en tus brazos a tu Hijo difunto, no ya hermoso y cándido como lo recibiste en el establo de Belén, sino ensangrentado, amoratado y todo despedazado por las heridas que le habían descubierto hasta los huesos; exclamando: ¡Hijo mío!, ¿a qué estado te ha reducido el amor? Y cuando lo llevaban al sepulcro, quisiste acompañarlo y colocarle en él con tus propias manos, hasta que dándole la última despedida, dejaste allí tu amante corazón sepultado con tu Hijo.

Por los muchos martirios, pues, que sufrió tu hermosa alma, alcánzame, ¡oh Madre del amor hermoso!, el perdón de las ofensas que he hecho a mi amado Dios, de las que de todo corazón me arrepiento. Defiéndeme en las tentaciones, y asísteme en la hora de mi muerte, a fin de que, salvándome por los méritos de Jesús y los tuyos, vaya un día con tu ayuda, después de este miserable destierro, a cantar en el cielo las alabanzas de Jesús y las tuyas, por toda la eternidad.

Padrenuestro – Avemaría – Gloria

Madre mía, haz que acompañe mi corazón el dolor que padeciste en la muerte de Jesús mi Salvador.

ORA PRO NOBIS, VIRGO DOLOROSÍSIMA.

UT DIGNI EFFICIAMUR PROMISSIONIBUS CHRISTI

Fuente: Las Glorias de María – San Alfonso María de Ligorio - 1897

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