martes, 3 de marzo de 2009

LA FLOR DEL CARMELO


El poeta español Pedro Calderón de la Barca saluda a la Virgen Santísima como a la Mujer vestida de sol, de estrellas coronada, de rayos guarnecida, en torno a la cual compiten la tierra y el cielo para tener en Ella la flor del Sol plantada en el Carmelo.

María es la Flor del Carmelo. Así le llama también el Papa Juan Pablo II en un Mensaje a la Orden del Carmencon motivo de la dedicación del año 2001 a María. El monte Carmelo es una montaña de Palestina, al Norte de Israel, próxima al mar Mediterráneo. Carmelosignifica jardín, vergel de Dios.
En el siglo VIII a.C. el profeta Elías desafió desde allí a los sacerdotes paganos de Baal para reconducir a Israel al culto del único Dios. Según la tradición, Elías y Eliseo establecieron con sus discípulos en el monte Carmelo una tradición contemplativa, viviendo como eremitas. Desde muy antiguo los cristianos se establecieron también allí, imitando el estilo de vida de Elías y de la Virgen Santísima. Una vida de trabajo, de escucha y meditación de la Palabra de Dios.

El profeta Elías vio que se alzaba del mar una nubecilla pequeña, cargada de esperanzas para la tierra sedienta. San Metodio escribe que, de modo similar a como la nube se levanta del mar, sin llevar consigo la pesadez y amargura de las aguas, María surge de la corrompida raza de los hombres, sin contraer ninguna de sus manchas”.

El vergel de Dios es el Paraíso: Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad (Catecismo 299). La belleza de lo creado refleja la infinita belleza del Creador. Solamente el pecado, la desconfianza hacia Dios, es capaz de empañar esa belleza. María, redimida desde su concepción, preservada inmune de toda mancha de pecado original, es la obra maestra de la creación. Ella, en atención a los méritos de su Hijo, fue enriquecida, desde el primer instante de su existencia, con una resplandeciente santidad del todo singular.

El jardín de Dios es el Edén, pero es, sobre todo, el Cielo. La Virgen, desde el principio, es una porción de tierra que se convierte en Cielo; la primicia de lo que la tierra, de nuevo, está llamada a ser: el lugar donde Dios puede pasear porque han sido aniquilados, para siempre, los enemigos del hombre. La Flor del Carmelo es el anticipo de la nueva tierra, en la que los bienaventurados cumplen con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera (cf Catecismo 1029).
Guillermo Juan Morado

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