jueves, 24 de mayo de 2007

UNA LECCIÓN DE AMOR AL PRÓJIMO


Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo, debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.

Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un pobre agricultor que estaba trabajando en el campo de al lado, y que estaba por terminar sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:
-Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver qué cara pone cuando no los encuentre
-Mi querido amigo – le dijo el profesor - nunca tenemos que divertirnos a expensa de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a éste hombre; coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultamos para ver cómo reacciona cuando las encuentre
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos.
El hombre pobre terminó sus tareas y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podría haber pasado. Miro la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie; la guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda, sus sentimientos se sobrecogieron, cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda, y de sus hijos que no tenían pan, y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas
· Ahora – dijo el profesor - ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?”
El joven respondió:
-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: ES MEJOR DAR QUE RECIBIR.

Nota: Esto me hace recordar algo que me sucedió en el Monasterio del Carmen de los Barrios Altos. En esa época trabajaba conmigo un técnico electrónico al que le había cedido parte de mi casa para que ponga su taller de reparaciones, y él, a su vez, me daba un porcentaje de sus ganancias para yo poder cubrir los gastos de luz, etc. que los trabajos demandaban.

Un buen día me llamaron las monjas para que les arregle varios aparatos eléctricos, que por falta de uso se habían malogrado; ya nos conocíamos desde hacía un tiempo, pero nunca en un sentido mercantil.

Fui con el técnico, el cual reparó todos los aparatos dañados, y cuando nos estábamos por retirar. la Madre Priora me preguntó:
-“¿Cuándo le debo hermano?”.
Yo le respondí:
-Nada
Y sucedió algo que nunca había experimentado: la cara de una monja medio molesta que me dijo:
-Lo siento mucho, hermano, pero si usted no recibe lo que se merece por su trabajo no lo vuelvo a llamar; porque al cortarme usted mi dar”… me corta también mi recibir”, porque el que da recibe, dice la Palabra, así que usted escoja

De hecho acepté, y también me llamó la monja muchas veces más, pero me las ingenié para cobrarle mucho menos de lo que realmente costaba el trabajo, así yo también daba alguito y “recibía también alguito”.
Recuerdo que en otra ocasión asistí a una Misa. El padre encargado estaba construyendo, ampliando. Me acerqué y le ofrecí servicio tecnico, instalaciones, etc. sin costo alguno. Su respuesta fue así: "Lo que aquí se necesita son "VERDES" (DOLARES)". Me sorprendió su respuesta en ese momento, pero con el tiempo comprendí cual fue la intención de es respuesta. Si yo no volvía más, era porque realmente no estaba identificado con la obra. Si volvía, era porque mi don de servicio era mayor que cualquier palabra mal dicha, aunque con una buena intención. Me quedé cuatro años y encontré mi camino en el Señor.

La gente de nuestro grupo de oración camina por donde otros no se atreven a ir, y en esas correrías, nos encontramos con enfermos que nos dan un nuevo sol o 50 céntimos, que por supuesto aceptamos, aunque nuestros gastos sean siempre mayores para llegar a esos lugares… sino lo hacemos les cortamos su dar, y por ende, su recibir. Pero es algo de verse, ellos dan de lo que les falta, como la viuda del Evangelio; más los enfermos que visitamos con buena posición económica, no dan ni siquiera el 1 % de lo que les sobra. Nosotros no tenemos una tarifa, porque si visitamos a alguien que no tiene recursos, nosotros corremos con los gastos… porque nuestro ministerio es pedir por los enfermos, no hacer negocio con ellos.
José Miguel Pajares Clausen

2 comentarios:

Anónimo dijo...

UN GRUPO ASI, SOLO PUEDE SER OBRA DE NUESTRO AMADISIMO SEÑOR JESUCRISTO... GRACIAS A DIOS PORQUE PONE LAICOS AL SERVICIO Y A TRABAJAR DE ESTE MODO POR SU CAUSA, EN ESTE MUNDO QUE TANTO NECESITA DE "PROJIMOS" ASI...

QUE DIOS LOS BENDIGA Y LA VIRGEN MARIA LOS PROTEJA SIEMPRE...

Hermano José dijo...

Sólo hay que leer las "Bienaventuranzas" y seguirlas. El Sermón de la Montaña es una "Verdad Moral de Fe Formalmente Revelada", o sea que las Bienaventuranzas salieron de la misma boca de Dios, por lo tanto irrefutables, tanto así como los 10 Mandamientos.
Bendiciones.