MISA POR LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Francisco adoró al Niño Jesús tras la misa de la
Epifanía del Señor.
Francisco presidió este sábado en la basílica de San Pedro, ante seis mil
fieles, la misa por la Solemnidad de la Epifanía del
Señor, en la que actuó como oficiante principal el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo emérito de Manila y prefecto de
las Obras Misionales Pontificias.
Según recoge Aciprensa, el
Papa señaló que los sabios venidos de Oriente “son
imagen de los pueblos en camino en busca de Dios”.
No se quedan encerrados en las cosas terrenales, sino que ven surgir una
estrella y “emprenden un viaje en busca del Rey que
ha nacido”.
“¡Hermanos y hermanas, los ojos fijos en el cielo!
Necesitamos tener la mirada levantada hacia lo
alto, también para aprender a ver la realidad desde arriba. Lo necesitamos en
el camino de la vida, para hacernos acompañar de la amistad del Señor, de su
amor que nos sostiene, de la luz de su Palabra que nos guía como estrella en la
noche”, continuó Francisco.
También hay que tener la mirada
fija en el cielo en el camino de la fe, añadió, "para
que no se reduzca a un conjunto de prácticas religiosas o a un hábito exterior,
sino que se convierta en un fuego que nos quema por dentro y
nos hace buscadores apasionados del rostro del Señor y testigos de su
Evangelio”. Dijo demás que en la Iglesia "necesitamos"
tener a Dios en el centro en vez de dividirnos por ideas personales.
Pero, además de mirar al cielo,
los Reyes Magos también “tienen los pies sobre la
tierra”: “El astro que brilla en el cielo los envía a recorrer los caminos de
la tierra; levantando la cabeza hacia lo alto son empujados a descender hacia
lo bajo; buscando a Dios son invitados a encontrarlo en el hombre, en
un Niño que yace en un pesebre, porque Dios, que es lo infinitamente
grande, se ha revelado en este pequeño, infinitamente pequeño”.
En consecuencia, hay que "avanzar por los senderos del mundo como testigos
del Evangelio”, porque la luz del Señor no es sólo “para ser consolados en nuestras noches”, sino
para iluminar “las densas tinieblas que envuelven
tantas situaciones sociales”.
“El Dios que viene a visitarnos no lo encontramos
permaneciendo quietos en alguna bella teoría religiosa", formuló, "sino poniéndonos en camino, buscando los signos de
su presencia en las realidades de cada día y, sobre todo, encontrando
y tocando la carne de los hermanos”.
"El encuentro
con Dios nos abre a una esperanza más grande”, dijo
Francisco, y citando a Benedicto XVI en su homilía
de la Epifanía de 2008, señaló que “si falta la
verdadera esperanza, se busca la felicidad en la embriaguez, en lo
superfluo, en los excesos, y los hombres se arruinan a sí
mismos y al mundo... Hacen falta hombres que alimenten una gran esperanza y
posean por ello una gran valentía. La valentía de los
Magos, que emprendieron un largo
viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Niño y
ofrecerle sus dones preciosos”.
La homilía del Papa concluyó con
un aliento a la adoración: los Reyes Magos "no
se refugian en una devoción separada de la tierra; emprenden el viaje, pero no
vagan como turistas sin rumbo. Ellos llegan a Belén y, cuando vieron al
Niño, ‘se postraron y lo adoraron’”.
Como ellos, debemos inclinar
“el corazón en adoración”: “Pidamos la gracia
de no perder nunca el ánimo, la valentía de ser buscadores de Dios,
hombres de esperanza, soñadores intrépidos que escrutan el cielo y caminan por
los senderos del mundo para llevar a todos la luz de Cristo, que ilumina a cada
uno de los hombre”.
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