ALGUNOS PROPONEN MÓVILES TONTOS O MÓVILES QUE DUERMEN, PERO TAMBIÉN OTROS QUE TARDAN EN LLEGAR
Los niños acceden a su primer móvil a los 12 años
de media, una edad muy relacionada con la de acceso a la pornografía, 11 años.
¿Qué medidas poner al respecto?
¿Qué padres dejarían
que entrase en casa un desconocido con sus hijos? A simple vista, la respuesta podría parecer evidente. Pero para
Kristjana Underhill, madre de seis hijos de Connecticut (Estados Unidos), le
sorprendió que en realidad son hoy muchos, incluso ella, los que de hecho lo
han permitido sin saberlo. La cuestión es que la vía de entrada para estos desconocidos y
otros peligros ya no es la puerta del hogar, sino
el teléfono móvil.
Underhill es solo una de las seis
familias que han sido recientemente entrevistadas por la colaboradora de National Catholic Register, Elizabeth Hansen, en torno a una
situación tan relevante como polémica y con muchos puntos de
vista como es el acceso de
los hijos a los teléfonos móviles.
¿En qué momento se les
debe dar uno de estos dispositivos? ¿Deben ser de última generación o
mejor los conocidos como "teléfonos tontos"? ¿Debe haber reglas o
prima la autorrealización de los propios hijos al respecto? ¿Pesan más los
peligros del acceso libre al móvil y las redes o la marginación de los hijos en
la escuela, parroquias y grupos de amigos?
PADRES
Y COLEGIOS, UN TRABAJO CONJUNTO
A todas estas preguntas comienza
respondiendo Kristjana Underhill. En su caso, quedó "impactada"
cuando un conferenciante le expuso la pregunta del comienzo de este
artículo. Tanto que motivó que los Underhill aplicasen una primera norma entre
sus hijos: ninguno tendría teléfono hasta la educación
secundaria, y desde entonces, tendrían la opción de tener un teléfono tonto (o dumb phone) o uno sin acceso a internet.
Hasta ahora, dos de sus tres
hijos adolescentes han seguido ese camino y solo usan sus móviles para llamar y
escribir sms.
La medida aplicada en casa es la
base al complemento de la escuela a
la que van sus hijos, católica y que prohíbe como principio básico el uso del
teléfono en el horario escolar. Algo que a juicio de los Underhill "funciona" y evita las presiones a las que se someten entre sí alumnos de
otras escuelas.
Cada vez más padres son
conscientes de los daños que el uso desmedido de las tecnologías producen en
sus hijos. Según los datos del Pew Research rescatados por la periodista, en
Estados Unidos el 95% de los
adolescentes tenían un teléfono propio
en 2022, mismo porcentaje que los jóvenes españoles de 15 años,
según el Instituto Nacional de Estadística. El 25% de los
menores de 12 años dispone
de uno, explica también el Barómetro de las Familias de
Family Watch 2023.
En España, la media de acceso al
teléfono móvil según el XII Barómetro de la Familia de
Family Watch son los 12 años, muy cercana a los 11 años de media de acceso a la
pornografía, según el psicólogo especializado Alejandro Villena Moya
Según el mismo informe, el 14% de
los españoles considera que las instituciones educativas son
las principales responsables de reducir el impacto de las redes sociales en sus hijos. Muestra
de la creciente toma de partido por parte de los padres en este aspecto es la
reciente demanda de
1.000 familias de colegios de Fomento para que se reduzca la exposición a las
pantallas.
TELÉFONOS
TONTOS, MÓVILES QUE DUERMEN Y CONTROLES PARENTALES
Lo que también es evidente es que
la tendencia actual parece llevar irremediablemente
al uso de móviles y dispositivos para
poder desarrollar actividades tan elementales como las extraescolares o
deportivas.
Es el caso de la familia Demko,
de Michigan. Como expone Laura, madre de seis hijos, tomó la decisión cuando se
perdió una competición de su hijo por no poder contactar. Eso sí, tomando
medidas: el teléfono se suele quedar en
casa, no tiene aplicaciones, solo envía mensajes a sus padres, se
lleva al colegio cuando tiene deporte y pasa la noche en la cocina. En España, el 62% de los menores no
tiene impuesta ninguna limitación de las horas frente al teléfono por ninguno
de sus padres.
Los Demko también han adoptado un
teléfono restringido. "Es básicamente un
iPhone que funciona como un teléfono tonto. Hasta ahora, va
bien y ha sido una herramienta útil", explica.
La mayoría de
familias entrevistadas coinciden en apela a la responsabilidad y la
comunicación con los menores sobre el uso de móviles y tecnologías, pero
también en la necesidad de normas y límites Kathy Bielcki , de Michigan, ha establecido medidas similares para su
hija de 16 años. Con 14 años le dieron un teléfono básico, que cambiaron
posteriormente a uno inteligente por condicionantes laborales y educativas: sus
aplicaciones se limitan a una para hacer ejercicio, Spotify para
la música… y poco más. Amén de otras medidas como controles parentales y
"cortafuegos" o que el teléfono se quede en la cocina de
noche, como los Demko.
"Ella entiende
que el teléfono es nuestro y reviso sus mensajes periódicamente",
admite Bielecki.
UN
DILEMA CON VARIABLES: ¿NECESIDAD VITAL, MODA O PELIGRO?
La "otra
cara de la moneda" la expone Nicki Storm, de Minnesota, quien
considera que "los teléfonos pueden ser
buenos" y que impedir el acceso por completo a sus hijos implica "dejarles fuera", así como -en su caso
particular- desatender las necesidades de su hija diabética de quinto grado -10
años-, que "no podría usar su monitor de glucosa o su
bomba de insulina sin su teléfono". En el caso de su hijo, lo necesita por política
escolar, por lo que sus padres oscilan entre el dilema de proteger a sus hijos de
los peligros y no dificultar una educación cada vez más digitalizada. Eso sí,
Tik Tok o Snapchat están prohibidos.
La familia Kimball, de Michigan,
con cuatro hijos, es partidaria de educarles en la responsabilidad. No restringen el uso de móviles o redes a
sus hijos -la madre, Katie, dice que quiere "jóvenes
independientes y autodisciplinados"- pero tienen una serie de
normas de uso, además de potenciar el valorar "a
las personas por encima de las pantallas".
Entre ellas, destacan: Si
descargan cualquier aplicación de redes sociales sin permiso, perderá su teléfono durante bastante tiempo, los niños saben
que sus padres pueden revisar el móvil en cualquier momento y, de nuevo, ningún
teléfono se queda en las habitaciones durante la noche.
"CIBERÉTICA":
LA NECESIDAD DE NORMAS Y CONSECUENCIAS
"Tiene que
quedar muy claro para los niños que los padres los ayudarán a desarrollar ese
autocontrol. Y a veces eso puede significar promulgar una consecuencia y
eliminar la tentación", explica
Katie Kimball.
En el caso de Jennifer Frey, es
más favorable a que sus hijos usen redes sociales, pues la restricción "no funcionó" en sus hijos, que se
perdían planes y se "aislaban". Pero
también ha puesto medidas: solo los mayores (de casi 16 y
17) tienen redes y teléfonos inteligentes, se supervisa su uso y se limita por
la noche, hablan con frecuencia sobre
los peligros e incluso madre e hijos son "amigos" y se siguen en
redes. Su política, explica, consiste en que sus hijos sean "cibernéticos" y "ciberseguros",
pero también "ciberéticos".
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