Deja de imaginar que no hay cielo y mejor recuerda que existe de verdad.
Por: Diego Melgoza, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes
y Valores
Imagine there is no heaven (imagina que no hay cielo), era la letra de la
canción Imagine de Sir John Lennon. El ex-beatle británico afirmaba que si
imaginásemos que no hay cielo, este mundo sería mejor. ¿Qué
pasaría si no hubiera cielo, como dice John Lennon?
Imaginemos cómo sería el mundo si no hubiera cielo. Este mundo que está lleno
de sufrimiento y mal quedaría reducido a un absurdo si no hubiera algo más allá
que le diera sentido. Todos hemos experimentado momentos difíciles en la vida: la muerte de un familiar, una enfermedad grave, alguna
incomprensión de nuestros seres queridos, o el resultado insatisfecho de un
proyecto personal. ¿Para qué tantas lágrimas y dolores? Si estamos
destinados al sufrimiento, ¿por qué seguir vivir en
un mundo donde parece que todo lo que nos rodea nos podrá trae penas? Mejor
ahorrarnos las tristezas y acabar con todo para siempre, o al menos esa es la
salida que algunos toman cuando pierden la esperanza.
Casi lo mismo sucedería si vemos el otro lado de la moneda. Aunque en el mundo
hay sufrimientos y lágrimas, también hay risas y alegrías. A todos nos gusta
pensar en el amor tierno de una madre a su hijo, o en el sacrificio que muchos
han hecho para salvar sus seres queridos. Pero al ver todo esto, nos damos
cuenta del aguijón que acompaña nuestra condición humana. Estas alegrías y
risas también se acabarán algún día. ¿Acaso esta
madre que ama, no es mortal, y cuando se vaya no va a dejar un vacío en
alguien? Si no hay cielo, estas alegrías terminan para siempre.
Así contemplamos lo agridulce de la existencia humana, que parece a veces más
agria que dulce. Afortunadamente sólo estamos imaginando que no hay cielo,
porque de hecho sí lo hay. El pensamiento de una vida eterna da sentido a toda
nuestra vida. Los sufrimientos, que no cesarán por el simple hecho de que haya
un cielo, se verán paliados frente a la certeza de que nos espera un lugar
donde ya no habrá más lágrimas y dolores, donde Dios mismo secará nuestras
lágrimas. El sufrimiento del Hijo de Dios en la cruz, fue la prueba más grande
de su amor y con ella dio sentido a nuestro sufrimiento.
Las alegrías pasan también a otro plano, pues nos preparan para el lugar donde
las tendremos eternamente. Cuando alguien muere nos duele el pensamiento de que
ya no está más con nosotros, que todo se ha acabado. Sin embargo, en el cielo
podremos encontrarnos de nuevo a todos nuestros seres queridos y estaremos
juntos para siempre gozando de la mayor alegría de todas: estar con Dios para
siempre.
No debemos caer en el error de pensar la esperanza en el cielo como una droga
paliativa para los dolores de la vida. El cielo es algo real y no un simple
cuento de niños. Desde antes de la venida de Cristo muchos pensadores,
especialmente los filósofos griegos, afirmaban la existencia de un más allá,
una vida después de la muerte. También tenemos el testimonio de muchas personas
que, sin ser ingenuas, han dado todo, incluso la vida, por llegar al cielo.
Jesús mismo nos prometió que iría a preparar una morada para nosotros en la
casa de su Padre y con su resurrección nos lo confirma.
La realidad de un cielo al final de esta vida ayuda a vivir mejor, pues la
felicidad pasajera de esta tierra será plena en la vida eterna; así que deja
de imaginar que no hay cielo y mejor recuerda que
existe de verdad.
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