ESPAÑOL, EXPLORABA PRÁCTICAS NUEVA ERA CON UNA TRIBU DE BRASIL... Y LUEGO LEYÓ FILOSOFÍA
En tan solo tres años, David Martínez Díaz pasó de profesar el ateísmo y
el materialismo a recibir cinco sacramentos de la Iglesia, casarse y
convertirse a la fe, buscando "devolver" las gracias recibidas.
Cuando a sus 36 años David
Martínez rememora su entrada en la edad adulta afirma sin complejos que hizo lo
que quiso, renegó de Dios, consumió multitud de sustancias, practicó la Nueva Era y
profesó desde el misticismo o el ateísmo hasta el anarquismo o
el materialismo. Lo podía aceptar todo buscando la verdad,
siempre y cuando se alejase de las "alarmas"
que hacían saltar "todo lo
católico".
Por eso, conocer los
planteamientos de Gustavo Bueno,
síntesis del "ateísmo católico" y
del materialismo filosófico rompieron
todos sus esquemas.
Pero a sus 18 años todavía estaba
lejos de leer España frente a Europa o La
fe del ateo. Criado en una familia
"rebotada" de la Iglesia, cuenta en Mater Mundi cómo su padre le envió junto a una tribu de Brasil en
plena selva amazónica para vivir de cerca las prácticas sincretistas que
su tía estaba importando a España.
Allí participó en lo que recuerda
como sus primeras "experiencias místicas"
y "prácticas litúrgicas" tomando ayahuasca, marihuana y otras sustancias alucinógenas hasta tres veces por semana, en ceremonias
que se extendían por espacio de hasta seis horas.
Pero tras su regreso a Barcelona
comprobó que aquellas vivencias que la gente admiraba, a él no le aportaban
nada valioso en su vida.
"Llegó un
momento en que mi experiencia en la selva me hundió en la
miseria porque construí mis relaciones alrededor de ello y
todas se desmoronaban. Me fui alejando de eso, volviéndome más materialista y
despreciando lo trascendente", recuerda.
EN
EL ATEÍSMO ABSOLUTO
No tardó en pasarse "al otro lado" para profesar "el ateísmo absoluto", renegando
de toda espiritualidad.
Había dejado los estudios
prematuramente, pero con 23 años retomó el bachiller. Logró unos inmejorables
resultados en Filosofía, abriéndose para él un nuevo horizonte y las
puertas a estudiar esta carrera en la universidad.
En plena búsqueda, David trataba
de forjar una cosmovisión propia basada en el libre albedrío mientras abandonaba su militancia en la "izquierda indefinida" que suponía el feminismo, el anarquismo
o el independentismo.
DE
LA "IZQUIERDA INDEFINIDA" AL MATERIALISMO FILOSÓFICO
Fue precisamente tras votar en el
"referéndum" del 1 de octubre del
2018 cuando fue consciente de que "las
filosofías posmodernas" que se le habían definido socialmente eran
"un cuento" y
decidió investigar "fuera de esos
cauces".
Entonces tuvo lugar lo que
recuerda como su "primera conversión", cuando
tras abandonar estos planteamientos, conoció otros de origen "hispánico, materialistas y ateos" pero
al mismo tiempo "herederos del
catolicismo": el materialismo
filosófico, -corriente actualmente al alza fundada por Gustavo
Bueno y de la que beben Pedro Insua, Santiago Armesilla,
Iván Vélez, Juan Bautista Fuentes o Fernando Muñoz-, se convirtió para David
sin ser consciente de ello, en un primer ariete que derribaría sus muros
contrarios a la fe.
Conversación de Gustavo
Bueno con Fernando de Haro en 2009 en la que se presenta como un
"católico ateo", en una apología de las bondades de la fe en la
cultura.
"Me entró muy
bien, porque me consideraba materialista y cientificista, pero el materialismo
filosófico de la Escuela de Oviedo y Gustavo Bueno me abrió las puertas a
considerar la doctrina católica. Es algo que puede dar cohesión a
nuestra fe y al pueblo hispano de ambos lados del atlántico", menciona.
Solo tras este primer
acercamiento David pudo ser consciente de algunos puntos huecos de su anterior
cosmovisión. Mientras, continuaba indagando en la doctrina católica, "no porque tuviera fe o creyera en Dios", sino
"por el interés filosófico" que
despertaba en él. Simplemente "pensaba que
tenía su valor".
CATÓLICO
ANTES DE SER CREYENTE
Conforme profundizaba, se
trasladó a Santa Colma de Gramenet, donde sucedió lo que recuerda como "un milagro".
"Empecé no a
creer en Dios, sino a creer a Dios. Gracias a la Escuela de
Oviedo me consideraba católico antes de ser creyente. Si esta doctrina -la de la Iglesia-
está bien, por qué no vamos a obedecerla", pensaba.
La primera forma en que lo hizo
fue tomando la "firme determinación"
de vivir la castidad: "Cuando conociese a una chica, no tendría
relaciones. Ahí sucedió el milagro. Fue tomar seriamente esa decisión y sentí
un gozo, una felicidad y una dicha que no había sentido nunca. Me quedé extasiado.
¿Será este el amor de Dios del que tanto hablan?", pensaba.
Y ASÍ, UNA SEMANA
DESPUÉS, FUE A SU PRIMERA MISA.
Al terminar, acudió al sacerdote,
le explicó lo que parecía a todas luces su conversión y se preparó para recibir
todos los sacramentos. El primero fue la confesión, que duró
cerca de una hora y de la que salió "flotando",
convencido de que era "uno de los
mejores regalos que nos ha hecho Dios". Le siguió un año
recibiendo catequesis, a la que siguió el bautismo.
INVADIDO
POR UN PENSAMIENTO: "NO BUSQUES MÁS, ES ELLA"
Una semana después fue a recoger
un regalo a la parroquia cuando Elder, un conocido de misa, le presentó a una amiga hondureña, Ligia, con quien sintió una cercanía
mutua nada más conocerla.
Tras verse en un par de
ocasiones, hablando sobre su proceso, David le confesó que cuando antes de
convertirse estaba con otras chicas, nunca
había comprendido el sentido de una relación si esta no era para "algo
más".
"Por eso
cuando en catequesis me hablaron de las vocaciones supe que mi vocación
era esa, ser esposo",
le dijo.
Lo que sucedió a continuación
bien podría parecer un corto de Jane Austen: "Me quedé
en silencio mirando al suelo y en ese momento sonaron las campanas y se posó
una tórtola en el suelo, levantó el vuelo hacia Ligia y vi que estaba llorando.
En ese momento me vino un pensamiento a la cabeza que me
decía: `No busques más. Es ella´".
A partir de ese momento, ambos
decidieron "no hacer nunca nada indebido y
obedecer a Dios", mientras él ponía todos los medios para que "si tenía que ser ella", unirse en
matrimonio.
Desde el primer momento confiesa
que "fue una relación guiada por Dios",
ambos la ordenaron en base al discernimiento y sin darse apenas
cuenta estaban prometidos, casándose poco después.
Tres años después de su
conversión, hoy es consciente de que "Dios lo
tenía todo preparado".
"Desde que
llegué a Santa Coloma pienso cómo el Señor lo ha hecho todo. Siempre digo
que no merezco nada de esto. Hice lo que me dio la gana en mi
juventud, renegué de Dios todo lo que quise, me convertí con 33 años y hoy
tengo 36… Desde entonces he recibido todos los sacramentos. Ahora es
cuando tengo que devolver esas gracias y dones a Dios", concluye.
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