Que cada vez que digan: «salió…, volverá enseguida… yo pueda decir: «ya vuelvo de prisa con las manos llenas para seguir sembrando».
Que
cada vez que digan: «salió…, ya no volverá…, ha
muerto»…, ellos puedan decir: «se fue con
las manos apretadas…, y los brazos cansados de tanto sembrar».
¡Sembradores del mundo…, sembrad de prisa!
Que
el otoño de la vida pasa veloz como una sombra y ya apunta, con la eternidad,
un verano de cosechas.
¡Que nadie lleve vacías las manos vacías al ofertorio de la última
misa!
Y
llegaran los padres con su brazada de hijos.
Y
llegaran los apóstoles con su ofrenda de almas.
Y
llegaran los enfermos con su cáliz rebosante de amarguras.
Y
llegaran los niños con su lote de sonrisas.
Y
llegaran las vírgenes con su ramillete de flores limpias.
Y…
¡Ojala lleguemos todos cansados por el peso de nuestras gavillas!
Pero
mientras llega el verano…, sembremos, hermanos, sin cesar…, en esta parcela
concreta de nuestra vida.
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