jueves, 20 de octubre de 2022

DIVISIONES Y CULPAS

Hay divisiones porque algo separa a unos de otros.

Por: Fernando Pascual | Fuente: Análisis y Actualidad

Hay divisiones porque algo separa a unos de otros. Ese “algo” pueden ser muchas cosas: una idea, una injusticia, un rencor, un malentendido, una frontera, una etiqueta, una noticia, una herencia, una historia...
 
Ante las divisiones, surgen diversas preguntas: ¿son todas culpables? ¿O nadie tiene la culpa? ¿O la tienen todos? ¿Son superables? ¿Cómo? ¿Alguien debe ceder?
 
Encontrar respuestas es sumamente difícil. En parte, porque cada uno presentará un punto de vista diferente sobre las causas de la división. En parte, porque las propuestas de solución también son complejas y fácilmente se generan nuevas divisiones sobre las mismas.
 
Es simplista afirmar que todos son culpables de las divisiones. Hay quienes no tienen culpa alguna. Si en una familia la división surge porque una parte actúa violentamente sobre la otra, la culpa está en el agresor, no en quien por evitar sufrimientos absurdos se separa justamente.
 
Por lo mismo, resulta necesario buscar las causas y las culpas de las divisiones. Para ello, antes de mirar al otro, la pregunta se dirige a uno mismo: ¿he tenido algo de responsabilidad en lo ocurrido? ¿He actuado correctamente ante el problema? ¿Tengo un corazón abierto a la verdad y a la justicia? ¿Estoy dispuesto a pedir perdón o a perdonar según corresponda?
 
Son preguntas centrales que cada uno debe formularse. Si cada parte responde correctamente, será posible un acercamiento, ya que sólo hay decisiones que ayudan a la reconciliación cuando todos descubren dónde se encuentran y qué deben hacer.
 
En la larga historia de las divisiones humanas necesitamos, por tanto, una mirada serena y equilibrada para reconocer aquellas culpas pasadas o presentes que abren heridas, y para trabajar en la construcción de puentes desde la verdad, la justicia y el perdón.
 
No hay otras fórmulas para romper fronteras malignas. Sólo cuando los corazones estén dispuestos a abrirse a la verdad, a perdonar y a pedir perdón, culpables e inocentes lograrán estrechar sus manos y empezarán a recorrer caminos de paz y de concordia.

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