Este gesto no es solamente para beneficio del sacerdote, sino que también lo hace a nombre de todos los fieles que participamos de la celebración
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente:
ConMasGracia.org
Hay un gesto en la Misa que pasa muchas veces desapercibido por los
fieles, me refiero al momento en que, después de recibir y preparar las
ofrendas del pan y el vino, el sacerdote se lava las manos ¿Qué significado
tiene este gesto? ¿Es por mera higiene?
En una ocasión, tuve la oportunidad de asistir al sacerdote en la
celebración eucarística, en el momento en que le acerqué la jarra y el
manutergio (toalla) para que pudiera lavarse las manos, escuché que dijo en voz
baja mientras mojaba sus dedos: “Lávame Señor de todos mis
delitos y purifícame de todos mis pecados”, desde allí comprendí que
este acto tenía un sentido más allá que un simple momento de aseo.
De hecho, la Instrucción General del Misal Romano establece
que: “Después de la oración Humilde y sinceramente
arrepentidos, o después de la incensación, el sacerdote, de pie a un lado del
altar, se lava las manos, diciendo en secreto: Lava del todo mi delito, Señor,
mientras el ministro vierte el agua” (IGMR 145).
Por lo tanto, las palabras que el sacerdote pronuncia, quieren
manifestar el deseo de obtener por parte del Señor una purificación no
solamente exterior, sino también interior. Esta oración está inspirada en las palabras
que el Salmo 51 expresa: “Lávame a fondo de mi
culpa y de mi pecado purifícame” (Sal 51, 4).
San Cirilo de Jerusalén en una de sus Catequesis
nos da una explicación concreta del verdadero sentido de este acto: “Habéis visto cómo el diácono alcanzaba el agua,
para lavarse las manos, al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor
del altar. Pero en modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal. Digo
que no era ése el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a la Iglesia porque
llevásemos manchas en el cuerpo. Sin embargo, esta ablución de las manos es
símbolo de que debéis estar limpios de todos los pecados y prevaricaciones. Y
al ser las manos símbolo de la acción, al lavarlas, significamos la pureza de
las obras y el hecho de que estén libres de toda reprensión. ¿No has oído al
bienaventurado David aclarándonos este misterio y diciendo: “Mis manos lavo en
la inocencia y ando en torno a tu altar, Señor” (Sal 26,6)? Por consiguiente,
lavarse las manos es un signo de la inmunidad del pecado” ( 2, Catequesis
Mistagógica V).
Consecuentemente, este gesto no es solamente para beneficio del
sacerdote, sino que también lo hace a nombre de todos los fieles
que participamos de la celebración.
En muchos momentos de la Misa pedimos a Dios su perdón y su purificación para
poder así participar dignamente de los sagrados misterios que vamos a celebrar.
Asimismo, busca ayudarnos a disponernos interiormente con un corazón puro para
recibir al Señor que se nos da en alimento.
De ahora en adelante sería bueno que, cada vez que observemos que el
sacerdote lava sus manos en la Misa, digamos en nuestro interior junto con él: “Lávame Señor de todos mis delitos y purifícame de todos mis
pecados” y nos preparémonos para recibir a
Cristo Eucaristía.
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