Madiba, en la conciencia colectiva, se sitúa en un nivel que llamaríamos pre-político o moral.
Por: Tomás Salas | Fuente: ForumLibertas
Nelson Mandela es un
personaje histórico conocido por su labor política y que ha ocupado en su país
cargos políticos tan importantes con el de Jefe de Estado. Sin embargo, si nos
preguntamos a qué ideología o a qué partido pertenecía, comprobaremos, algo
desconcertados, que sus perfiles ideológicos no están nada claros. ¿Era Mandela de derechas o de izquierdas, en el sentido
que los europeos damos a estas expresiones? Ante la dificultad que
tenemos para contestar a esta pregunta, comprobamos que el personaje, en la
conciencia colectiva, se sitúa más bien en un nivel que llamaríamos “pre-político” o moral.
Mandela es un hombre que se enfrenta un gigantesco y complejo problema social e
histórico: el racismo colonial cristalizado,
institucionalizado en un sistema político, el “apartheid”. Evidentemente, se
trata de un conflicto político que hay que abordar y resolver de forma
política, con reformas y cambios legislativos. Sin embargo, él tiene la
intuición genial, la evidencia de que en el fondo se trata de una cuestión
moral, en la que están en juego los conceptos de igualdad y dignidad humanas, y
que sólo desde un punto de vista moral puede resolverse.
Este descubrimiento, esta actitud supone, por lo pronto, la aceptación del “otro”; el otro que puede ser mi enemigo y en el
que tengo que considerar aspectos positivos y negativos; y sobre todo, con el
que tengo que convivir en un espacio común. El reconocimiento del otro no es
una conducta neutra, pasiva (la simple tolerancia), sino que supone una actitud
de generosidad, de desprendimiento, incluso de inevitable y dolorosa renuncia a
los propios intereses, a las propios impulsos naturales. Esta renuncia es
propia de aquellos que, como Mandela, han tenido la ascesis de una larga
experiencia de sufrimiento y se han labrado esa sabiduría que sólo proporciona
el dolor.
He dicho antes que esta actitud de Mandela es “pre-política”,
en el sentido en que se sitúa en el fundamento, en la raíz de lo
político y le da sentido. También, desde otro punto de vista, puede decirse que
es un actitud “trascendente”, que va más
allá de la relación de dominio del juego de poder que supone la política y se
coloca en el un punto fundamental: el concepto de dignidad humana, del que
deriva el concepto de igualdad, largamente configurado por el humanismo clásico
y definido, de forma definitiva, por el Cristianismo.
Laico o religioso, con un sentido sobrenatural o
mundano, la vida de Mandela ha sido un continuado y permanente acto de fe.
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