El Papa ejerce su gobierno supremo de distintas maneras, según las circunstancias y los tiempos.
Por: Pedro María Reyes Vizcaíno | Fuente:
www.iuscanonicum.org
FUNCIONES
DEL PAPA
La misión del Papa es la confiada a Pedro, según
los Evangelios: Jesucristo le dio las “llaves del
Reino de los Cielos”, con el poder de “atar
y desatar” (cfr. Mt 16, 19), para “confirmar
a los hermanos en la fe” (cfr. Lc 22, 32) y “apacentar
su rebaño” (cfr. Jn 21, 15-17). O sea, es un servicio a la unidad de la
Iglesia en la fe y en la comunión. Se resume en dos aspectos: enseñanza y gobierno.
Al obispo de Roma, corresponde la tarea de
enseñar la verdad revelada y mostrarla a los hombres. Es una misión
eminentemente positiva, no se limita a condenar los errores doctrinales. El
Papa realiza esta misión de enseñanza de tres modos principales, explicaba Juan
Pablo II: “Ante todo, con la palabra”; en
segundo lugar, mediante escritos, propios o publicados con su autorización por
la Curia Romana; tercero, mediante iniciativas institucionales para impulsar el
estudio y la difusión de la fe, como se suele hacer a través de distintos
consejos pontificios (Catequesis de Juan Pablo II).
Esta autoridad doctrinal suprema reside a la vez
en el colegio episcopal junto con su cabeza, el Papa. Así se manifiesta, de
modo singular, en los concilios ecuménicos.
INFALIBILIDAD
PONTIFICIA
Según el dogma expuesto por el Concilio Vaticano
I, el Papa goza de infalibilidad “cuando,
cumpliendo su oficio de pastor y doctor de todos los cristianos, define en
virtud de su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe o las
costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal”. Cuando el Papa
pronuncia una definición infalible, se dice que habla ex cathedra. La misma infalibilidad tienen las
doctrinas expuestas con igual tenor por el colegio episcopal junto con el Papa
(cfr. Código de Derecho Canónico, canon 749). Esta autoridad magisterial es la
de declarar lo contenido en la Revelación, como precisa el mismo Concilio: “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de
Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para
que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la
revelación transmitida por los apóstoles”.
La infalibilidad propia de unas pocas
definiciones -las dogmáticas- no significa que las enseñanzas del Papa y del
colegio episcopal sean “falibles” en los
demás casos. Junto a la infalibilidad, existe el carisma de asistencia del
Espíritu Santo, concedido a Pedro y a sus sucesores para que iluminen bien al
pueblo cristiano. Este carisma no se limita a los casos excepcionales, sino que
abarca en medida diferente todo el ejercicio del magisterio. Es lo que se
conoce como magisterio ordinario del Papa. Por lo tanto, el Papa es maestro de
la verdad también con su magisterio ordinario.
FACULTADES
DE GOBIERNO DEL PAPA
El gobierno que ejerce el Papa está al servicio
de su ministerio de unidad y de supremo pastor en la Iglesia. Así, el Papa
tiene la facultad de realizar los actos de gobierno eclesiástico necesarios o
convenientes para el bien de la Iglesia. Entre estas funciones están, por
ejemplo, dar el mandato para ordenar obispos, establecer diócesis u otras
estructuras pastorales para la atención de los fieles, promulgar leyes para
toda la Iglesia, aprobar institutos religiosos supradiocesanos, etc.
El Papa ejerce su gobierno supremo de distintas
maneras, según las circunstancias y los tiempos. Por ejemplo, en la Iglesia
latina nombra directamente a los obispos, mientras que en las Iglesias
orientales, por lo general, confirma la elección del obispo realizada por el
sínodo local. La designación directa por el Papa se implantó en Occidente para
evitar las frecuentes injerencias del poder civil. En todo caso, son el bien,
la utilidad o la necesidad de la Iglesia universal las que determinan en cada
momento histórico la oportunidad de los modos de ejercer la autoridad, según la
prudencia pastoral.
El primado del Papa tiene, por lo tanto, un
contenido inmutable, que corresponde a su misión, y unos aspectos variables. De
hecho, la naturaleza inmutable del primado del sucesor de Pedro se ha expresado
históricamente a través de modalidades de ejercicio adecuadas a las
circunstancias de la Iglesia en cada época.
EL
PRIMADO DEL PAPA Y LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
El primado del Papa no fue obstáculo para la
unidad de los cristianos durante el primer milenio. La primacía del obispo de
Roma fue reconocida por todos desde el principio; los primeros testimonios
documentales se remontan al siglo I, cuando la Iglesia de Corinto recurrió al
Papa san Clemente para que dirimiera sus disputas internas. Las aclamaciones a
la carta dogmática enviada por el Papa León I Magno al Concilio de Calcedonia
(451) -‘¡Pedro ha hablado por boca de León!’-
atestiguan hasta qué punto el primado pontificio era garantía para todos los
cristianos, occidentales y orientales, de la unidad en la fe.
Fueron hechos posteriores los que motivaron la
ruptura de la unidad, primero en Oriente, con el cisma de 1054, y luego en
Occidente, con la Reforma protestante. Por eso Juan Pablo II alentó a todos los
cristianos a poner la mirada en el primer milenio, a fin de hallar vías para
superar las divisiones.
El Papa puede siempre intervenir para mantener
la unidad de la fe y la comunión eclesial. Pero las formas concretas de ejercer
su autoridad pueden variar en cada momento histórico según lo exija el bien de
la Iglesia. Para disipar las reservas de los no católicos hacia el primado
papal, Juan Pablo II se refirió, en la encíclica Ut
unum sint (1995), sobre el
ecumenismo, a la necesidad de “encontrar una forma
de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su
misión, se abra a una situación nueva” (n. 95).
Y tomó la decisión inaudita de pedir sugerencias
incluso a las comunidades cristianas no católicas, al invitar “a todos los pastores y teólogos de nuestras Iglesias
para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio
pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros” (ibid.).
Esta llamada ha obtenido eco, y el diálogo ha comenzado ya, con distintas
iniciativas en los últimos años.
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