ACABA DE PUBLICAR UN «CATECISMO DE LA VIDA ESPIRITUAL»
EL CARDENAL SARAH INSISTE EN LA NECESIDAD DEL
SILENCIO Y DEL ESPÍRITU DE ADORACIÓN PARA FACILITAR EL ENCUENTRO CON DIOS.
Inquieto por la despreocupación
que la modernidad muestra por las almas, el cardenal Robert Sarah acaba de publicar un Catecismo
de la vida espiritual sobre el cual le ha
entrevistado Charlotte
d'Ornellas en Valeurs
Actuelles:
-USTED
HA ESCRITO UN NUEVO LIBRO QUE LLEVA EL TÍTULO DE CATECISMO. NO DE LA
IGLESIA, SINO DE NUESTRA VIDA ESPIRITUAL... ¿POR QUÉ HA SENTIDO LA NECESIDAD DE
ESCRIBIR SOBRE ESTE TEMA?
-La vida espiritual es lo más
íntimo, lo más precioso que tenemos. Sin ella, somos animales infelices. Quería
subrayar este punto: la espiritualidad no es un conjunto de teorías
intelectuales sobre el mundo. La espiritualidad es una vida,
la vida de nuestra alma.
»Llevo años
viajando por el mundo, conociendo a gente de todas las culturas y condiciones
sociales. Pero puedo afirmar una constante: la vida, si no es espiritual, no es
realmente humana. Se convierte en una triste y agónica espera de la muerte o en
una huida hacia el consumo materialista. ¿Sabía que durante el confinamiento,
una de las palabras más buscadas en Google fue la palabra "oración"?
»Nos hemos ocupado
de la economía, de los salarios, de la sanidad, ¡esto está bien! Pero ¿quién se
ha ocupado de su alma?
»Quería responder a
esta expectativa inscrita en el corazón de todos. Por eso he elegido este
título, Catecismo
de la vida espiritual. Un catecismo es una colección de verdades
fundamentales. Tiene una finalidad práctica: ser un punto de referencia
incuestionable más allá del flujo de opiniones. Como cardenal
de la Iglesia católica, he querido dar a todos un punto de referencia para los
fundamentos de la vida del alma, de la relación del hombre con Dios.
-USTED
YA HABÍA ESCRITO UN LIBRO SOBRE LA FUERZA DEL SILENCIO. EN ESTE LIBRO, USTED
SIGUE INSISTIENDO MUCHO EN LA NECESIDAD VITAL DE ENCONTRAR EL SILENCIO. ¿QUÉ
PODEMOS ENCONTRAR TAN IMPORTANTE EN EL SILENCIO?
-Permítame que le dé la vuelta a
la pregunta: ¿qué podemos encontrar sin el
silencio? El ruido está en todas partes. No solo en las bulliciosas
ciudades envueltas por el estruendo de los motores; incluso en el campo es raro
no ser perseguido por un fondo musical intrusivo. Incluso la soledad está
colonizada por las vibraciones del teléfono móvil.
»Por
consiguiente, sin el silencio, todo lo que hacemos es
superficial. Porque en el silencio podemos volver a lo más profundo
de nosotros mismos. La experiencia puede ser aterradora. Algunas personas ya no
pueden soportar este momento de verdad en el que lo que somos ya no está
enmascarado por ningún disfraz. En el silencio, ya no hay forma de escapar a
la verdad del corazón. Entonces se revela nuestro interior: la
culpa, el miedo, la insatisfacción, los sentimientos de carencia y el vacío.
Pero este pasaje es necesario para escuchar a Aquel que habla a nuestro
corazón: Dios. Él es "más íntimo a mí mismo que yo", dice San
Agustín.
»Se revela dentro
del alma. Es ahí donde comienza la vida espiritual, en esa escucha y diálogo
con el otro, el Totalmente Otro, en lo más profundo de mí. Sin esta experiencia
fundacional del silencio y de Dios que habita en el silencio,
nos quedamos en la superficie de nuestro ser, de nuestra persona. ¡Qué pérdida
de tiempo! Cuando me encuentro con un monje o una monja ancianos, desgastados
por años de silencio diario, me sorprende ver la profundidad y la radiante
estabilidad de su humanidad. El hombre solo es verdaderamente él mismo cuando
ha encontrado a Dios, no como una idea, sino como la fuente de su propia vida.
El silencio es el primer paso en esta vida verdaderamente humana, en esta vida
del hombre con Dios.
-ENTENDEMOS
QUE ENCONTRAR EL SILENCIO ES BASTANTE ORIGINAL PARA NUESTRO TIEMPOS. ES MÁS,
USTED NOS RECUERDA QUE DEBEMOS OBLIGARNOS A ENCONTRARLO... EN UNA ÉPOCA DE
COMODIDAD, BIENESTAR Y RECHAZO CASI SISTEMÁTICO DEL ESFUERZO. ¿ES NECESARIO
ROMPER CON LOS TIEMPOS PARA SER UN BUEN CRISTIANO?
-Tiene usted razón al señalar
esto. ¡No animo a ir con el viento! Una
ambición de hoja muerta, como dijo Gustave Thibon. Vivir, vivir plenamente, requiere un compromiso,
un esfuerzo y a veces una ruptura con la ideología del
momento. En un mundo donde el materialismo consumista dicta el
comportamiento, la vida espiritual nos compromete a una forma de disidencia. No
se trata de una actitud política, sino de una resistencia
interior a los dictados de la cultura mediática.
»No, la comodidad,
el poder y el dinero no son los fines últimos. Nada bello se construye sin
esfuerzo. Esto es cierto en todas las vidas humanas. Es aún más cierto en el
plano espiritual. El Evangelio no nos promete una "superación personal sin
esfuerzo" como muchas de las pseudoespiritualidades baratas que abarrotan
las estanterías de las librerías. Nos promete la salvación, la vida con
Dios. Vivir la vida misma de Dios implica una ruptura con el mundo.
Esto es lo que el Evangelio llama conversión. Es un giro de todo nuestro ser.
Una inversión de nuestras prioridades y nuestras urgencias.
Significa a veces ir a contracorriente. Pero cuando todo el mundo corre hacia
la muerte y la nada, ¡ir a contracorriente es ir hacia la vida!
-EL
MUNDO VE A LA IGLESIA COMO UNA INSTITUCIÓN MILENARIA, PERO A MENUDO PLAGADA DE
LOS MISMOS MALES QUE EL RESTO DE LA SOCIEDAD. EL TEMA DE LA PEDOFILIA ES UN
EJEMPLO... ¿CÓMO DEBEN ENTENDER LOS CRISTIANOS (Y QUIZÁS EXPLICAR) LO QUE ES LA
IGLESIA EN SUS VIDAS?
-La Iglesia está formada por
hombres y mujeres que tienen las mismas faltas, los mismos defectos, los mismos
pecados que sus contemporáneos. Pero estos pecados, cuando son cometidos por
hombres de la Iglesia, escandalizan profundamente a creyentes y no creyentes.
Todo el mundo sabe intuitivamente que la Iglesia nos
da los medios de la santidad, todo
el mundo sabe que el fruto más hermoso de la Iglesia son los santos. San Juan Pablo II, Santa Madre Teresa, San Carlos de Foucauld son el verdadero rostro de la Iglesia.
»Sin embargo, la
Iglesia es también una madre que carga con los hijos recalcitrantes que somos.
Nadie sobra en la Iglesia de Dios: los pecadores, los que flaquean en su fe,
los que se quedan en el umbral sin querer entrar en la nave. Todos son hijos de
la Iglesia. La Iglesia es nuestra madre porque puede darnos sus dos tesoros.
Ella puede alimentarnos con la
doctrina de la fe que recibió de Jesús y que transmite de siglo en
siglo. Ella puede curarnos a través de los sacramentos que nos
transmiten la vida espiritual, la vida con Dios, lo que se llama la gracia.
»La Iglesia es,
pues, una madre para nosotros porque nos da la vida. A menudo nuestra madre nos
molesta porque nos dice lo que no queremos oír. Pero en el fondo la queremos
con gratitud. Sin ella, sabemos que no seríamos nada. Lo mismo ocurre con la
Iglesia, nuestra madre. Sus palabras son a veces difíciles de escuchar. Pero
seguimos volviendo a ella, porque solo ella puede darnos la vida que viene de
Dios.
»La Iglesia
es el rostro humano de Dios. Es veraz, justa y misericordiosa, pero a menudo desfigurada por los
pecados de los hombres que la componen.
-LOS
QUE NO SE DECLARAN CATÓLICOS AMAN A LA IGLESIA CUANDO SE TRANSFORMA EN UNA ONG
GLOBAL, A LA ESCUCHA DE LOS MÁS POBRES, DE LAS MINORÍAS, DE LOS PERSEGUIDOS, DE
LOS DIFERENTES... Y ES UNA TENTACIÓN QUE A VECES PARECE IMPULSARLA. ¿EN QUÉ ES
MÁS QUE UNA SÚPER ONG CON SUCURSALES EN TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO?
-Los que no se identifican como
creyentes no esperan que la Iglesia sea una ONG internacional, una sucursal de
la bienpensante ONU. Lo que describe usted es más bien el caso de cristianos acomplejados que quisieran ser aceptables para el mundo,
populares según los criterios de la ideología dominante.
La voz del cardenal
Robert Sarah es una de las más relevantes de la Iglesia actual, por su
precisión en la doctrina y su rechazo a seguir la corriente dominante de
sumisión al mundo.
»Por el contrario,
los incrédulos esperan que hablemos de fe, que hablemos claro. Esto me recuerda
lo que viví en Japón cuando me encargué de llevar la ayuda humanitaria de la
Santa Sede tras el tsunami. Frente a estas personas que lo habían perdido todo,
comprendí que no solo debía dar dinero. Comprendí que necesitaban algo más. Una
ternura que solo viene de Dios.
Así que recé durante mucho tiempo en silencio frente al mar por todas las
víctimas y los supervivientes. Unos meses después, recibí una carta de un
budista japonés que me decía que cuando había decidido suicidarse por
desesperación, esta oración le había devuelto el sentido de la dignidad y el
valor de la vida. Había experimentado a Dios en ese momento de silencio. ¡Esto
es lo que el mundo espera de la Iglesia!
-USTED
INSISTE MUCHO EN LA ORACIÓN. ¿CÓMO PODEMOS REZAR CUANDO TENEMOS LA IMPRESIÓN DE
REPETIR LO MISMO UNA Y OTRA VEZ, DE SER MÁS O MENOS ESCUCHADOS...? ¿QUÉ DEBEMOS
BUSCAR REALMENTE EN LA ORACIÓN?
-Esta es una cuestión
fundamental. La oración no consiste en una letanía de peticiones. Y la eficacia
de la oración no se mide por si se responde más o menos. De hecho, es muy
sencillo. ¡Rezar es hablar con Dios! No necesitamos fórmulas extravagantes para
ello, aunque a veces puedan ayudarnos. ¿Qué tenemos
que decir a Dios?
En primer lugar,
que lo adoramos, que reconocemos su grandeza, su belleza, su poder, tan lejos de nuestra pequeñez, de nuestro pecado, de nuestra
impotencia. Adorar es la actividad más noble del hombre. Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse. No hay nada humillante en ello. Arrodillarse
es ocupar un lugar ante Dios.
»Rezar es
también decirle a Dios nuestro amor. Con nuestras palabras, le
agradecemos su amor gratuito por nosotros, por la salvación eterna que nos
ofrece. Rezar es decirle nuestra confianza, pedirle que apoye nuestra fe. Rezar
es, finalmente, callar ante Él, hacerle un hueco.
»¿Me pregunta qué
hay que buscar en la oración? Le respondo que no busque nada. Busque a
alguien: a Dios mismo, que se revela con el rostro de Cristo.
-UN
CATECISMO ESCRITO POR UN CARDENAL SE DIRIGE NECESARIAMENTE A LOS CRISTIANOS...
¿LOS QUE NO TIENEN FE Y QUE NOS LEEN HOY TAMBIÉN FORMAN PARTE DE SU REFLEXIÓN? ¿LOS
QUE NO CREEN QUE DIOS EXISTE NECESITAN EL MISMO SILENCIO?
-¡Por supuesto! Me dirijo a todos. El silencio no está reservado a los monjes, ni a los
cristianos. El silencio es un signo de humanidad. Me
gustaría invitar a todas las personas de buena voluntad, creyentes o no, a
experimentar este silencio. ¡Atrévanse a
parar! Atrévanse a callar. Atrévanse a dirigirse a un Dios
que quizás no conozcan, en el que ni siquiera crean.
»Benedicto
XVI repite a
menudo una frase que leyó en Pascal, el filósofo francés:
"¡Haz lo que hacen los cristianos y verás que es verdad!". Me atrevo
a decir a todos: atrévanse a experimentar la oración, aunque no crean, y verán.
No se trata de revelaciones extraordinarias, visiones o éxtasis. Pero Dios
habla al corazón en silencio. El que tiene el valor del silencio
acaba encontrándose con Dios.
»Charles
de Foucauld es el mejor
ejemplo de ello. No creía, había rechazado la fe de su infancia y no llevaba
una vida cristiana, por no decir otra cosa. Sin embargo, tras experimentar el
silencio en el desierto, su corazón se abrió al deseo de Dios. Dejó que
surgiera en su vida.
-USTED
TAMBIÉN HABLA DE LA PRÁCTICA DE LOS SACRAMENTOS PARA ALIMENTAR EL ALMA. ¿PUEDE
EXPLICAR LO QUE SON REALMENTE, YA QUE REPROCHA QUE A VECES SE MALINTERPRETA SU
SIGNIFICADO?
-Los sacramentos son contactos reales con Dios a través de signos sensibles.
Nuestra época tiende a reducirlas a ceremonias simbólicas, ocasiones rituales
para reunirse, para tener una celebración familiar. Son mucho más profundos que
eso. Mediante el signo sensible del agua derramada en la frente de un niño en
el bautismo, Dios lava realmente el alma de este niño y viene a habitarla. No se trata de una metáfora poética. ¡Es una
realidad! A través de los sacramentos, Dios nos toca,
nos lava, nos cura, nos alimenta.
»Tal vez a veces
nos sintamos un poco celosos de los apóstoles y de los que conocieron a Cristo.
Lo tocaron, lo besaron, lo abrazaron. Él los bendijo, los consoló y los
fortaleció. Y nosotros... tantos años nos separan de Él. Pero tenemos los
sacramentos. A través de ellos, estamos físicamente en contacto con Jesús. Su
gracia viene a nosotros. No se trata de un símbolo bonito que solo es tan bueno
como nuestro fervor. No. Los sacramentos son efectivos. Pero debemos dejar que
produzcan su fruto en nosotros, preparando nuestras almas mediante la
oración y el silencio. Entonces, de verdad, si me confieso, es el
mismo Jesús quien me perdona. Si participo en la misa, estoy participando
realmente en el sacrificio de la cruz. Si comulgo, es realmente Él, Cristo,
Jesús, quien entra en mí para alimentarme. Los sacramentos son los pilares de
la vida espiritual.
-LOS
SACRAMENTOS TAMBIÉN VAN ACOMPAÑADOS DE UNA LITURGIA... ¿NO ES NECESARIO TAMBIÉN
UN ACOMPAÑAMIENTO PARA QUE TODOS PUEDAN TOMAR CONCIENCIA DEL VALOR REAL DE
ESTOS SIGNOS?
-Es cierto. ¡Hay una inmensa necesidad de catecismo! Con
demasiada frecuencia, las enseñanzas de los sacerdotes se desvían y se
convierten en comentarios sobre la actualidad o en discursos filosóficos. Creo
que la gente espera de nosotros un catecismo claro y
sencillo que explique el
sentido de la vida cristiana y los ritos que la acompañan. Sería bueno que las
homilías explicaran el significado de los gestos de la misa. ¡Eso sería fructífero! Pero también creo que la
liturgia habla por sí misma. Habla al corazón. El canto gregoriano no necesita
traducción porque evoca la grandeza y la bondad de Dios. Cuando el sacerdote se
dirige a la cruz, todo el mundo entiende que nos señala la dirección de nuestra
vida, la fuente de luz. La liturgia es un catecismo del
corazón.
Traducido por Verbum
Caro.
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