¿Hay oraciones más poderosas que otras? ¿Dónde reside el poder de una oración? ¿Tiene sentido preguntar si es más poderosa una novena que un rosario?
Por: P Evaristo Sada LC | Fuente:
www.la-oracion.com
Acabo de conversar con un señor que me preguntó
si podría recomendarle una oración especialmente poderosa: “Tengo problemas muy serios en mi casa y en el trabajo,
necesito la intervención de Dios; recomiéndeme una oración que no falle, la
oración más poderosa que usted conozca.”
Pude haberle entregado una selección de las oraciones
que hemos recopilado en www.la-oracion.com. Pero ¿hay
oraciones más poderosas que otras? ¿Dónde reside el poder de una oración?
¿Tiene sentido preguntar si es más poderosa una novena que un rosario? ¿Tiene
valor una oración aunque se haga distraído? ¿Cómo se sabe si se reza
“correctamente”?
¿QUÉ NOS ENSEÑA LA
EXPERIENCIA?
Hay fórmulas u oraciones vocales que a lo largo de los siglos han resultado
especialmente “poderosas” para muchos: el Padrenuestro, el Avemaría, la oración de Jesús (Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador), el canto de los salmos,
etc.
Quienes han encontrado fruto para el crecimiento en su vida espiritual
utilizando estas fórmulas u otras, progresan normalmente en tres momentos:
1. Comienzan a pronunciarlas con los labios o en
silencio, dándole un sentido a las palabras mientras están en la presencia de
Dios.
2. Luego, dan el paso a decirlas interiormente,
hasta que con o sin la fórmula se dirigen a Dios con las actitudes propias de
la oración que utilizan (actitud de creatura ante su Creador, de hijo ante su
Padre, de pecador rescatado ante su Redentor, de bautizado ante el Espíritu
Santo que habita en él, etc.).
3. Un paso más adelante se da cuando esa oración
se hace una oración incesante, impregnando completamente toda la persona y toda
la vida. Llevan corriendo por sus venas el sentido de las oraciones. El hábito
de la presencia de Dios llega a ser para ellos como una segunda naturaleza.
Mientras escribo me sorprendo al recordar cuántas veces he rezado el rosario completamente
distraído. Las invocaciones a Jesucristo que rezo todos los días con mi
comunidad ¡cuántas veces las he pronunciado con la mente en otra parte! a pesar
de que sean bellísimas y de una potente carga teológica y afectiva.
ERRORES COMUNES AL REZAR LAS ORACIONES
VOCALES:
1. La mentalidad mágica: Creer que pronunciar
las fórmulas produce un resultado automático (como un talismán).
2. El formalismo: Creer que por cumplir con una
práctica de piedad, ya se hace oración. La atención se centra en la forma, en “hacerlo correctamente”; se da más importancia a
la letra que se pronuncia que al espíritu con que se reza.
3. La rutina: A base
de repetir una oración que uno se ha propuesto hacer todos los días, se puede
caer en el escollo de hacerla inconscientemente, sin darle sentido.
TRES CONSEJOS PARA
SUPERAR LA RUTINA
Para superar la rutina a mí me ayuda:
1. Antes de iniciar las oraciones, tomar
conciencia de lo que voy a hacer y ante quién estoy. Bastan tres segundos.
2. Llevar a la meditación lo que rezo todos los
días (por ejemplo las oraciones de la mañana). Cuando se saborea en la
meditación cada una de las palabras y de las frases de las oraciones,
rumiándolas con calma en la presencia de Dios, se advierte que al volver a
pronunciarlas cobran un mayor significado, salen de lo más profundo de la mente
y el corazón; al poner más amor en lo que se dice a Jesucristo, las oraciones “dicen más”.
3. Cuando me doy cuenta de que he pronunciado
una oración sin darle sentido a las palabras, sin centrar la mente en lo que
digo y sin hacerlo “con todo el corazón, con toda
el alma y con todas mis fuerzas” (cf. Mt 22,37 y Mc 12, 33), aplico un
recurso que me ha servido mucho: detenerme y
repetir la plegaria utilizando mis propias palabras, con toda espontaneidad.
¿QUÉ ES LO QUE HACE
QUE UNA ORACIÓN SEA PODEROSA?
Lo que da valor a una oración es la fe con que se pronuncia. Con palabras o sin
palabras, usando fórmulas oficiales de la liturgia y de la piedad cristiana o
creando las oraciones personales espontáneamente, lo importante no son las
palabras sino el espíritu con que se pronuncian. Allí tenemos el ejemplo de la
oración de la cananea, cuando Jesús le dijo: «Mujer,
grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada
su hija.” (Mt 15, 28)
Una oración vocal debe brotar del corazón y ser pronunciada ante Dios con fe y
atención para que pueda llamarse oración y para que sea poderosa. El poder de
la oración no está en pronunciar determinadas palabras con los labios, sino en
hacerlo con plena conciencia y dirigiéndose con fe a Dios Nuestro Señor.
La fuerza de una oración viene no del exterior (las palabras), sino del
interior (del corazón). Lo esencial está en estar y permanecer ante Dios; lo
importante es la elevación espiritual del corazón humilde a Dios.
Una sola palabra, un recuerdo de Jesús o una simple mirada llena de fe, con un
sincero sentimiento de adoración, vale más que centenares de rosarios
pronunciados sin sentido, como si de un loro se tratara (de aquí el sentido de
la foto de arriba). San Pablo decía: “Prefiero
decir cinco palabras con mi mente que mil en lengua desconocida.” (1 Co
14,19)
Por lo demás, no somos nosotros los que "logramos"
que una oración sea poderosa, es la gracia de Dios.
LA ORACIÓN DE DOÑA LENA
Recientemente escuché una oración de las más sentidas que he oído en mi vida.
Como comenté hace unas semanas, estoy construyendo una ermita con sentido de
reparación al Sagrado Corazón de Jesús. Al hacer el muro de contención quise
poner en él una imagen de la Virgen de Guadalupe, en lugar de dejar el muro
vacío. De esa manera, la imagen de la Virgen ayudará a las campesinos a
recordarla mientras van por el camino.
La mostré a Doña Lena, una ancianita que fue a saludarme y a llevarme unas
tortillas. Cuando vio la imagen de la Virgen de Guadalupe, de alegría tiró la
bolsa de plástico que llevaba en la mano y comenzó a dialogar con la Virgen
María con una naturalidad y una autenticidad parecidas a las de Juan Diego.
Doña Lena ha alcanzado una familiaridad con María como no había visto antes. Le
pregunté sobre su relación con la Virgen y me dijo: “Ella
es mi Madre, me conoce mejor que nadie, cuida mi camino, sabe lo que me
aprovecha y me conviene, la tengo siempre en la memoria, estoy todo el tiempo
en su presencia. Le confío toda mi vida y todas mis cosas. La quiero mucho y le
platico por donde quiera que vaya.”
Esta buena mujer no sabe siquiera leer, no sigue fórmulas especiales al elevar
su alma a Dios y a la Virgen, pero al escucharla dialogar con María pude ver
sin lugar a dudas que estaba llena del Espíritu Santo.(Cf. Ef 5,18) Oraciones así son las
más poderosas.
El poder de una oración reside en el espíritu con que
sea dicha.
Esta noche me propongo rezar las Completas con particular sentido de adoración
y gratitud a Dios.
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