Las luchas que experimentamos en el terreno de la sexualidad preferimos mantenerlas ocultas. No sólo porque se trata de un ámbito muy íntimo, sino también porque estas luchas dejan expuesta nuestra debilidad.
Una de estas luchas es la adicción a la pornografía, la cual es cada vez más
frecuente. Uno sabe que ver pornografía está mal, pero a pesar de saberlo, no
puede dejar de hacerlo. Y ya sea que ocurra todos los días, una vez a la semana
o una vez al mes, es algo en lo que tarde o temprano uno termina recayendo.
Se
trata de un vicio porque frente este comportamiento la voluntad se encuentra
bastante debilitada, al punto de que, cuando se presenta la tentación, uno se siente incapaz
de resistirla.
COMPARTIR LAS LUCHAS HACE LA CARGA MÁS LLEVADERA
Compartir esta lucha con otros
naturalmente será motivo de vergüenza. No sólo por lo denigrante que es en sí
la pornografía, sino también por lo débil que uno se siente al ser incapaz de
salir de ella.
A pesar de esto, me parece
importante que podamos considerar seriamente la posibilidad de compartir esta
lucha con alguna persona. No sólo porque de esa manera adquirimos una
mayor determinación para seguir peleando
contra este vicio, sino porque esta persona puede ser una ayuda valiosa
a quién recurrir especialmente en esos momentos en los que sentimos que nos
gana la tentación. Por ejemplo, a través de una llamada telefónica o una salida
algún lado para distraernos.
COMPARTAMOS, PERO NO CON CUALQUIERA
Claramente, esta persona tiene que tratarse de alguien con quien tengamos mucha confianza y una
sólida amistad. Así, el hecho de compartir esta lucha no va a
hacer que cambie la percepción que tenga de nosotros, sino que va a fortalecer
el vínculo por la confianza depositada en él o ella.
Si somos católicos, puede
tratarse de algún sacerdote con quien uno tenga confianza y pueda confesarse
habitualmente. Y si uno está casado o tiene una relación de noviazgo bastante
sólida que se encamina al matrimonio, creo que es fundamental que esa persona
en quien uno deposite su confianza sea su pareja.
Frente a esto, me gustaría dar
tres consejos sobre cómo acompañar a alguien que experimenta
adicción a la pornografía.
1. NO JUZGUES AL OTRO POR SUS CAÍDAS
Si bien toda persona es libre,
y por lo tanto, plenamente responsable de sus actos, un vicio atenúa la
responsabilidad moral. Es decir, no es lo mismo realizar un acto
malo con premeditación que como consecuencia de un momento de debilidad. En ambos casos hay responsabilidad, pero la
responsabilidad no es la misma.
Cuando uno lucha contra la
pornografía, lo último que uno necesita es una persona que acreciente el
sentimiento de culpa que ya se tiene frente a alguna caída. La persona ya sabe
que lo que hace está mal. El hacerla sentir mal o avergonzarla por el
comportamiento realizado no le va a dar fuerzas para perseverar en la lucha,
sino que puede hacer que esta lucha vuelva a ser clandestina, y uno tenga más
dificultades para compartirla con otras personas.
2. ACOMPAÑA: NO TRATES DE DAR FÓRMULAS PARA
ARREGLAR EL PROBLEMA
Los vicios toman tiempo en
formarse. Y una vez arraigados, toman tiempo también en irse. Por eso, si
alguien empezó a ver pornografía a muy temprana edad, puede que llegue a la
adolescencia o a sus veinte cargando un vicio de varios años. El proceso de
salida de un vicio así de arraigado toma su tiempo.
Tener esto en cuenta es muy
importante. La otra persona no comparte con nosotros sus
luchas para que le demos una fórmula mágica y así solucionar su problema. Comparte con nosotros sus luchas para
que la ayudemos a atravesar esos momentos fuertes de tentación, y la ayudemos a
levantarse después de cada caída.
Acompañar a alguien requiere
de mucha paciencia, haciéndole notar que, mientras mantenga una actitud de
lucha, por más que repita el mismo comportamiento, no está cayendo en el mismo
lugar: se está moviendo, está avanzando, y está
cada vez más cerca de la tan ansiada libertad.
Y si la otra persona es
creyente, es importante motivarla a que de inmediato busque la confesión, y que
esa confesión no sea un mero trámite, sino que sea sincera.
3. AMA INCONDICIONALMENTE
Es muy importante hacerle
saber a la otra persona que ella es mucho más que esta
lucha que tiene. Hacerle saber que nuestra relación —de amistad o de
pareja— no gira en torno a esta adicción que posee. Que este cariño y estima
que le tenemos no se ve reducida ni siquiera en los momentos en los que se
experimenta una caída. Que el afecto que le tenemos es mucho más grande y
sólido que su vicio.
Se trata de mostrarle a la
otra persona un amor incondicional. Es decir, un amor que se funda en lo que
uno es, no es lo que uno hace. Un amor que brota del profundo valor que posee
el otro en cuanto ser humano, el cual no se ve afectado por las caídas que
tiene.
Escrito por: Daniel Torres Cox
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