miércoles, 26 de enero de 2022

LECTURA SOSEGADA... BUSCANDO APRENDER

 Hoy he dedicado la mañana a leer teología. Como siempre, me gustaría leer sobre Dios mismo, pero no resulta nada fácil leer cosas nuevas sobre Dios Uno y Trino; cosas que realmente sean una aportación nueva, no una repetición.

Así que he leído acerca de la teología del siglo XX: qué fue lo nuevo, cuáles fueron los avances, qué fue más allá de la mera repetición. Afortunadamente hay quienes mejores conocedores que yo de este campo me han hecho la síntesis. La obra de Rosino Gibellini me está resultando especialmente útil, todavía estoy con ella.

En medio de estas lecturas he tenido la curiosidad de buscar qué decían los autores ortodoxos sobre la obra teológica de san Agustín. He interrumpido lo que estaba haciendo y me he puesto a buscar. Me ha sorprendido la estrechez de miras de esos teólogos ortodoxos: su deseo por hacer un mundo de error de cualquier piedra en el camino, su afán por no reconocer lo incuestionable de esa montaña sin igual en toda la patrística.

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Después de conocer parcialmente a tantos autores, esta mañana llegaba a una conclusión: la bondad de espíritu ayuda no tener prejuicios en teología. Cuanto más buena sea un ser humano, más abierto estará a todo lo noble, a todo lo positivo, de cualquier tendencia, de cualquier autor, de cualquier confesión religiosa.

Ser mala persona conlleva, sin querer, ser más proclive al prejuicio. Ser teólogo no implica no ser mala persona. Desgraciadamente los malos sentimientos inclinan a realizar una teología hostil, unos razonamientos erizados, a escribir páginas a la contra.

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Ya lo expliqué en diversos posts de hace tiempo que propugno una reforma de las facultades de teología y de las residencias de sacerdotes para doctorandos para “monastizarlas”, para que su apariencia estética, sus horarios, el espíritu que reine en ellas sea mucho más espiritual. El tiempo de estudio de una licenciatura o de un doctorado debería ofrecer (por el collegio y las aulas) un entorno óptimo para la profundización en el Misterio de Dios, y no solo conocimiento.

P. FORTEA

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