domingo, 2 de enero de 2022

29 AÑOS, ATLETA Y ESPELEÓLOGO, ENTRA EN LA CARTUJA: «DIOS ME HA HABLADO EN LO ALTO DE LAS MONTAÑAS»

 A sus 29 años y con una vida feliz, Joaquín Almela ha ingresado recientemente en la cartuja en búsqueda de plenitud (Fotografía cedida por Joaquín Almela a Alfa y Omega).

Tras 15 años dedicándose al atletismo, subiendo montañas y adentrándose en las cuevas más profundas del mundo, tan solo hace unas semanas desde que el joven Joaquín Almela, de 29 años, ingresó en la Cartuja de Porta Coeli (Valencia, España).

Una orden que pese a sus 10 siglos de historia y unas estrictas condiciones -es conocida por su silencio y austeridad- sigue recibiendo jóvenes vocaciones. A día de hoy, son 8 los novicios que residen en el monasterio valenciano.

Los motivos de Almelacuenta al diario Alfa y Omega, son responder a la llamada que Dios le hizo a través de la naturaleza y la búsqueda de plenitud.

"Soy una persona muy activa", relata. "He practicado atletismo durante 15 años, también he hecho montañismo y espeleología y visitado algunas de las cuevas más profundas y difíciles del mundo", añade.

Explica que, por ello, la vida ermitaña siempre le llamó la atención, y la naturaleza solo reforzó ese interés.

"DIOS ME HA HABLADO A TRAVÉS DE LA NATURALEZA"

"En lo alto de las montañas y en lo profundo de las cuevas he podido admirar la creación, y ahí ha sido donde me ha hablado Dios", comenta.

De hecho, afirma que ha sido a través de la naturaleza donde ha descubierto "un medio para tener mayor intimidad" con Dios. "Me ha  hecho conocerlo de una manera muy especial. Yo era bastante feliz, pero notaba que me faltaba algo", explica.

Hacía años que Joaquín conocía su vocación, pero fue hace unos meses cuando admitió que "no podía resistir más la llamada de Dios".

El rezo del Oficio divino es una de las partes centrales de la jornada cartujana, junto con la oración personal y el trabajo individual.

UNA NUEVA FAMILIA ESPIRITUAL

"Ya sabía que aquí en las montañas había una cartuja, pero no contacté con ellos hasta hace dos años, cuando los llamé para hacer una experiencia vocacional", comenta. No le hizo falta mucho tiempo para saber con certeza que ese era el sitio en el que quería continuar su vida.

Desde su ingreso en Porta Coeli, los monjes y siete novicios de la comunidad fundada por San Bruno serán la nueva familia de Joaquín.

Como explica el propio portal  de la cartuja, al ingresar en la comunidad, los hermanos comienzan a formar parte "de un grupo de personas que se saben convocadas por una llamada divina" y que conforman "una auténtica familia espiritual".

Pese a que el silencio y recogimiento son premisas generales en la cartuja, los monjes y novicios tienen la posibilidad de reunirse, conversar y confraternizar un día a la semana. 

UNA TRADICIÓN MILENARIA DE TRABAJO Y ORACIÓN

Durante gran parte del día, Joaquín se incorporará a una tradición milenaria que alterna la realización de trabajos espirituales e intelectuales de forma comunitaria -como es el rezo del Oficio, la oración y el estudio- junto con otros individuales.

Entre estos últimos, destacan el cuidado y limpieza de la propia celda, el cultivo del huerto, carpintería, pintura o incluso encuadernar libros. "El monje debe procurar bastarse a sí mismo cuanto sea posible, y no hay tiempo para aburrirse", detalla el portal de Porta Coeli.

El joven detalla haber ingresado en la cartuja para "estar solo con Dios", si bien valora la vida comunitaria que favorece el carisma cartujano. "En tres momentos al día nos reunimos todos en la iglesia, el domingo comemos juntos y tenemos un rato de recreación en comunidad, y otro día damos un largo paseo juntos para conocernos y compartir experiencias", explica.

Otro de los grandes pilares de la cartuja que Joaquín valora especialmente es la liturgia. La misa, celebrada según el propio rito cartujano, se caracteriza por la simplicidad y solemnidad, la celebración en latín y la ausencia de concelebración. "Poder celebrar así es un regalazo que nos da Dios, alabarle y darle gloria de esta manera tan sublime. Es como estar en el cielo", añade.

El novicio sabe que en la Cartuja no tendrá más dedicación que la oración y la entrega al Señor y confía en el gran apoyo que encuentra en la vida comunitaria.

"PERDIDO" EN LA MONTAÑA, PERO CERCA DE LOS SUYOS

Tras sus primeros pasos en la cartuja, Joaquín demuestra con sus palabras que "si estás lleno de Dios eres feliz", algo que "notas tú,  y lo notan los demás". También todos aquellos que forman parte de su vida, familiares y conocidos.

"Muchos de mis amigos ni si quiera saben qué es una cartuja. Algunos, antes de entrar, me dijeron que me iban a echar de menos", explica. Y sin embargo, el percibe que están más unidos que nunca. "Siento a todos ahora más cerca que antes y ellos saben que en este rincón perdido de las montañas, hay uno que está rezando por ellos", concluye.

ReL

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