Y el dios de esa religión es el Estado Todopoderoso: una bestia a quien adoran todos los moradores de la tierra que no tienen su nombre inscrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado.
¿Quién como la
bestia? y ¿quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le
dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias
contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo y de los que
moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También
se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. (Apocalipsis 13,
4-7).
El mundo no quiere la
soberanía de Dios: no quiere que Cristo sea Rey. No
acepta la soberanía social de Cristo. El mundo no quiere que Cristo sea Rey y
Señor. Y el mundo, siguiendo al demonio, decidió no aceptar ninguna clase de
sumisión a la Ley Eterna de Dios.
A Dios no lo podemos conocer
mediante la razón, dice Kant, porque no hay ningún dato de la experiencia que
se pueda asociar a la idea de Dios. Y como a Dios nadie lo ha visto nunca a Dios no lo podemos conocer. Es una idea de la razón
igual que lo sería la idea de un centauro: una
invención de nuestra imaginación que no existe en la realidad. Los
conceptos sin impresiones sensibles son vacíos. Al entendimiento humano no le es lícito traspasar los límites de la
experiencia y más allá de la experiencia de los fenómenos
que percibimos por los sentidos no hay conocimiento posible.
El territorio de la verdad queda cerrado y acotado por los límites de la
experiencia. Conceptos como Dios o como el alma no son más que ilusiones o
engaños: espejismos que en realidad no existen.
El Yo (el alma), el Mundo y Dios son ideas vacías sin
correlato sensible.
Pedro L. Llera
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