APRENDAMOS A DECIR CÓMO NOS SENTIMOS, LO QUE DESEAMOS, LO QUE PENSAMOS…
-Cuando
tu respuesta es siempre el silencio, cuando no te atreves a decir a algo que
no, cuando quieres quedar bien con todo el mundo…
-Al final
tu cuerpo enferma, revienta, explota… de la manera más inesperada: Una
enfermedad grave, un ataque de ansiedad, una depresión, un ataque de ira, etc.
-Y lo que
es peor tu cuerpo se resentirá y también las personas a las que no has querido
ofender, pues no entenderán ese cambio, esa enfermedad… y también la o las
personas con las que al final explotes sin motivo.
-Todo
ello solo conseguirá que te sientas peor, entrando en una espiral de la que
cada vez será más difícil salir.
-El
silencio comienza siendo una respuesta esperanzada, generosa y amable hacia
aquellas personas que no queremos fallar, pero al final es una respuesta
clasista y egoísta hacia nuestro propio conocimiento; creemos que anteponemos
la felicidad de los demás callando y “aguantando” cuando
lo que hacemos es sumergirnos en nuestro propio infierno, del que cada día será
más difícil emerger.
-Seamos consecuentes, dejemos la corrección a un lado y asumamos nuestros pensamientos.
-Dejemos a un lado la lógica, sin martirizarnos por ello.
-No nos
machaquemos si un día decidimos abandonar la madurez y ser como niños.
-Aprendamos
a decir no, a reír de nuestras torpezas, a no tener en cuenta las faltas de los
demás y sobre todo a hablar, decir y hacer conforme nuestro corazón nos dicte.
Rosa Francés Cardona
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