Cinco
años habrían transcurrido de la segunda guerra mundial, motivada por la hegemonía
política de Corea dividida en dos bandos. La del Norte apoyada por los chinos y
la del Sur por los norteamericanos.
Con la
larga guerra mundial concluida en 1945, EE.UU. se había quedado sin reservas de
algodón, materia prima cuya celulosa sirve para elaborar la pólvora sin humo.
Esta guerra podía prolongarse indefinidamente y para abastecerse rápidamente de
la materia prima ofrecieron precios fabulosos para incentivar la siembra de
este producto estratégico.
En el
Perú todos se lanzaron al campo, en busca de tierras para este cultivo. Hombres
de empresas, abogados, médicos y hasta "dandys"
que nunca habían trabajado, abandonaron la ciudad en busca del "oro blanco". Grandes y pequeñas haciendas y
medianos fundos se arrendaron pagándose fabulosos traspasos. Tierras
abandonadas por el antieconómico sistema de bombeo, fueron habilitadas. Había
que aprovechar esta oportunidad. El algodón se sembró en cabecera de sierra, y
algunos hasta en macetas lo hicieron.
En Huacho
dos hermanos: Lucho y Alejandro, cruzaron el Huaura
y tomaron en arriendo el fundo Niminga, que está a la orilla del río. La mayor
parte de sus tierras eran montes de alisos y cañas bravas.
A Lucho
le decían el “Borrego" porque tenía una
cabellera sedosa y ondulada, era blanco, bien parecido y muy activo. Rápido
tomó varios fundos a su cargo. Alejandro el segundo, era el patito feo de esta
familia; trigueño, de chico tuvo paperas y por eso seguramente le quedaron los
cachetes inflados. Sus amigos cariñosamente le decían: "Bombilla",
apelativo que aceptaba complacido. Era de carácter tranquilo, muy
conformista mantenía para todo una calma chicha hasta la desesperación.
Lucho
tenía por esa época unos fundos arrendados alrededor de Lima, Alejandro se
dedicaba al comercio en la ciudad y a la pesca como deporte. No hubo tarde en
los meses de verano, que no partiera en su viejo camión con su íntimo amigo: León Ming, famoso por haber pescado un pez gallo. Las
playas cercanas de Chilcal o Atahuanca eran sus preferidas donde iban en busca
de chitas, corvinas o tramboyos.
Una de
estas tardes, estando a doscientos metros de la playa, el chinito Ming veía
platear las corvinas en las crestas de las olas. Saltando de emoción apuraba a
Alejandro para acelerar el carro, marcha que no había variado en todo el curso
del camino según costumbre. Alejandro, impasible a la emoción de Ming, estaba
preocupado en sacarle la esencia al pucho que estaba fumando. Con toda su santa
calma le respondía: “Tranquilo chino, ya llegaremo”.
Al ver
León Ming que las corvinas se alejaban, y al no poder probar la nueva pluma en
forma de dragón que llevaba, malhumorado manifestó: ¡tiuniama!
Todas
estas delicias de la pesca tuvieron que abandonar Alejandro para dedicarse a
Niminga y vigilar los cultivos del algodón. Un día paseando por el río vio en
un remanso de agua cristalina un enorme pez y corrió a la casa grande en busca
de anzuelo y cordel. Horas estuvo esperando que el pez lo picara. En estos
afanes lo encontró su hermano Lucho. Con el movimiento del cordel y la muestra
parecía que el enorme pez se sumergía, y al ponerse el agua nuevamente cristalina
emergía. Observando esto le preguntó: -¿Qué pescas
Alejandro? Un bagre, por el cual estoy horas
esperando a que coja la muestra y muerda el anzuelo.
"A
ver" -le dijo inclinándose detrás de
él.
"Mira, mira hermano ¡Ahora que el agua está tranquila y cristalina
como un espejo, lo puedes ver!"
"Lo
que yo veo, es tu cara, el bagre eres tú!" - le
respondió.
Esta anécdota la
contó Lucho en el Hotel Pacífico.
De Alberto Bisso Sánchez (1992).
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