La gran devoción que tuvo San Alfonso María de Ligorio a la Virgen María le llevó a dedicarle gran parte de sus escritos, como es “Las Glorias de María”, obra que en este 2020 cumple 270 años de publicado.
El santo no pasaba un día sin
rezar el Santo Rosario o haber realizado algún otro signo de veneración y amor
a la Madre de Dios.
Las mismas Misiones al Pueblo,
predicadas por el santo en todo el Reino de Nápoles, durante el siglo XVII,
incluían una invitación a dedicar una catequesis a la Virgen.
Durante su vida, Alfonso le
confió la espada de su caballero, dejando el mundo por el sacerdocio y su
profesión por Dios.
Amó tanto a la Virgen que le
dedicó una de sus obras más importantes como es “Las
Glorias de María”.
El texto, que fue publicado
por primera vez en 1750 en Nápoles, contiene material de primer orden para
poder meditar y profundizar la devoción a María.
“Un devoto de
María no se pierde”, escribió San Alfonso, y esto es cierto, tanto que forma parte del eje
sobre el que gira la conversión del corazón a Dios.
El fundador de los
Redentoristas estaba convencido que la vida cristiana no podía prescindir de la
confianza a María, que es Madre y modelo de vida para todos los católicos.
Probablemente, es la obra más
hermosa que escribió para dar gloria y honor a la Virgen.
La obra se divide en dos
partes: la primera ofrece un sabio comentario sobre
la oración de la Salve Regina y la segunda contiene una serie de reflexiones
sobre las principales fiestas marianas y sobre los Siete Dolores de la Virgen,
entre otros.
Además, contiene una
invitación a vivir esta devoción con diferentes prácticas de piedad, para vivir
plenamente el amor a la Madre de Dios. Por ejemplo, el Santo Rosario y el escapulario,
hasta el recurrir a ella para pedir su intercesión poderosa y maternal,
intercesión que lleva al cristiano a amar, concretamente, a la Virgen.
Entre las múltiples formas que
recomienda el santo, también es interesante descubrir la simple visita a María,
en alguna imagen que la retrata, rezando frente a ella el Rosario, las Letanías
o cualquier otra oración mariana.
Al leer las biografías del
obispo napolitano, se observa su costumbre de llevar consigo una imagen sagrada
de la Virgen, precisamente para sentirla siempre cerca por este medio.
La función de los escritos del
santo no es la erudición ni otra cosa, sino la de difundir el amor a la Madre
de Dios, en el centro de la vida de los fieles.
Mientras que el lector medita,
ya está rezando: este es el secreto de su autor.
Dentro de la escritura, con
espíritu práctico, el santo también inserta un capítulo en el que analiza las
virtudes de la Virgen, proponiéndolas a imitación de los fieles.
Humildad, caridad, fe,
esperanza, castidad, pobreza, obediencia, paciencia y oración son las
cualidades que María profundizó, en su camino, para traer el Reino de los
cielos a la tierra.
Una existencia que no siempre
es fácil, pero que María supo ofrecer a Dios magnificando el nombre de Dios
Padre.
El texto representa una ayuda
práctica y eficaz para vivir y revivir el misterio de María, en la vida
cotidiana de la propia existencia, incluso leyendo pocas páginas al día y
meditando sobre ellas.
“Las Glorias de
María” han tenido
muchas ediciones y se han impreso en muchos idiomas, para la edificación del
Pueblo de Dios.
El sacerdote e historiador P.
Giuseppe de Luca señaló que el texto “decía e hizo que millones de almas dijeran las palabras
más hermosas y dulces a la Virgen y a la Virgen”, y nunca
esas palabras fueron más verdaderas.
Traducido y
adaptado por Mercedes De La Torre. Publicado originalmente en ACI Stampa
Redacción ACI Prensa
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