Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza que se te ha confiado.
(II
Tim. 1, 14)
***
Mientras aquí y
allá van surgiendo una vez más, voces que intentan justificar con subterfugios
expresiones del todo inadmisibles, agradecemos una vez más a todos los obispos
y sacerdotes que sin respetos humanos, esclarecen la doctrina católica, que
nadie puede alterar. Agradecemos especialmente aquí la solícita y auténtica
caridad de Mons. Schneider tanto para con el Sumo Pontífice, como para con los
fieles. Las negritas son nuestras.
UNIONES CIVILES DEL MISMO SEXO Y LA FE CATÓLICA
por
Mons.A.Schneider
La fe católica en la voz del
magisterio perenne, el sentido de la fe de los fieles (sensus fidelium) así como el sentido común,
rechazan claramente cualquier unión civil de dos
personas del mismo sexo, unión que tiene como objetivo que estas personas
busquen el placer sexual entre sí. Incluso si las personas que viven en tales
uniones no participaran en el placer sexual mutuo, algo que en realidad se ha
demostrado que es poco realista, tales uniones representan un gran escándalo, un reconocimiento
público de los pecados de fornicación contra la naturaleza y una ocasión
próxima y continua de pecado. Quienes
abogan por las uniones civiles entre personas del mismo sexo son, por tanto,
también culpables de crear una especie de estructura de pecado, en este caso de
la estructura jurídica de la fornicación habitual contra la naturaleza, ya que
los actos homosexuales pertenecen a los pecados que claman al cielo, como dice
el Catecismo de la Iglesia Católica (ver n. 1867).
Todo verdadero católico, todo
verdadero sacerdote católico, todo verdadero obispo católico debe, con profundo
dolor y un corazón lloroso, lamentarse y protestar contra el hecho inaudito de
que el Papa Francisco, el Romano Pontífice, el sucesor del apóstol Pedro, el
Vicario de Cristo en la tierra, manifestara en la película documental “Francesco”, que se estrenó el 21 de octubre
del 2020 como parte del Festival de Cine de Roma, su apoyo a las uniones
civiles del mismo sexo. Tal apoyo del Papa significa apoyo
para una estructura de pecado, para un estilo de vida contra el sexto mandamiento del Decálogo,
que fue escrito con los dedos de Dios en tablas de piedra en el Sinaí (ver Ex.
31:18) y entregado por manos de los ángeles a los hombres (ver Gálatas
3:19).
Lo
que Dios ha escrito con su mano, ni siquiera un Papa puede borrarlo ni
reescribirlo con su mano o con su lengua. El Papa no puede comportarse
como si fuera Dios o una encarnación de Jesucristo, modificando estas palabras
del Señor: “Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás
adulterio’. Pero yo les digo que todo el que mira a una mujer con lujuria,
ya cometió adulterio con ella en su corazón”. (Mt 5, 27-28) y en
lugar de esto decir, más o menos, lo siguiente: “Habéis
oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’, ’si un hombre se acuesta con un
varón como con una mujer, ambos han cometido una abominación’ (Lev.
20:13), ‘hombres que practican la homosexualidad no
heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6: 9); ‘la
práctica de la homosexualidad es contraria a la sana doctrina’ (1 Tim.
1:10). Pero les digo que para las personas que sienten atracción por el
mismo sexo “tenemos que crear una ley de unión civil. De
esa forma están cubiertos legalmente”.
Todo Pastor de la Iglesia y,
sobre todo el Papa, debería recordar siempre a los demás estas serias palabras
de Nuestro Señor: “Así, el que quebrante uno solo
de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a
hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos” (Mt
5:19).
Todo Papa debe tomarse muy en
serio lo que proclamó el Concilio Vaticano I: “Así el
Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos
pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina,
sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer
fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles,”. (Constitución
Dogmática Pastor aeternus , cap.4)
Abogar por una ley para que se
dé cobertura legal a un estilo de vida contrario al Mandamiento explícito de
Dios, contra la naturaleza humana y contra la razón humana, es una nueva
doctrina, que “quienes cosen lazos para todas las
articulaciones de las manos y hacen velos de todos los tamaños para la cabeza” (Ez.
13:18), una nueva doctrina que “pervierte la gracia de
nuestro Dios en lascivia” (Judas 4), una doctrina que evidentemente está en
contra de la Revelación Divina y la enseñanza perenne de la Iglesia de todos
los tiempos. Tal doctrina conspira con el pecado y, por
lo tanto, es una medida sumamente anti-pastoral.
Promover jurídicamente un
estilo de vida pecaminoso va en contra del núcleo del Evangelio mismo, ya que
las personas en uniones del mismo sexo a través de sus actos sexuales ofenden
gravemente a Dios. Nuestra Señora de Fátima hizo el llamado maternal a
toda la humanidad para que deje de ofender a Dios, que ya está demasiado
ofendido.
La siguiente voz del Magisterio, se hace eco fielmente de la voz de
Jesucristo, Nuestro Divino Maestro, la Verdad Eterna y la voz
de la Iglesia y de los Papas de todos los tiempos:
§ “si las leyes o
preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y,
consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza
para obligar en conciencia”. (cf. Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae , 72)
§ “Las
legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta
razón porque confieren garantías jurídicas análogas a las de la institución
matrimonial a la unión entre personas del mismo sexo. Considerando los valores
en juego, el Estado no puede legalizar estas uniones sin faltar al deber de
promover y tutelar una institución esencial para el bien común como es el
matrimonio” (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales» ,
n. 6)
§ “Se podría
preguntar cómo puede contrariar al bien común una ley que no impone ningún
comportamiento en particular, sino que se limita a hacer legal una realidad de
hecho que no implica, aparentemente, una injusticia hacia nadie. En este
sentido es necesario reflexionar ante todo sobre la diferencia entre
comportamiento homosexual como fenómeno privado y el mismo como comportamiento
público, legalmente previsto, aprobado y convertido en una de las instituciones
del ordenamiento jurídico. El segundo fenómeno no sólo es más grave sino
también de alcance más vasto y profundo, pues podría comportar modificaciones
contrarias al bien común de toda la organización social. Las leyes civiles son principios
estructurantes de la vida del hombre en sociedad, para bien o para mal. Ellas « desempeñan un papel muy
importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas
costumbres ».(14) Las formas de vida y los modelos en ellas expresados no
solamente configuran externamente la vida social, sino que tienden a modificar
en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los
comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo
tanto a causar el obscurecimiento de la percepción de algunos valores morales
fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial.”. (ibídem.)
§ “Las relaciones
sexuales son humanas cuando y en cuanto expresan y promueven la ayuda
mutua de los sexos en el matrimonio y quedan abiertas a la transmisión de la
vida.”. (ibíd., n.
7)
§ “Poniendo la
unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o la familia,
el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios
deberes.”. (ibíd.,
n. 8)
§ “No atribuir el
estatus social y jurídico de matrimonio a formas de vida que no son ni pueden
ser matrimoniales no se opone a la justicia, sino que, por el contrario, es
requerido por ésta... hay suficientes razones para afirmar que tales uniones
son nocivas para el recto desarrollo de la sociedad humana, sobre todo si
aumentase su incidencia efectiva en el tejido social”. (ibídem.)
§ “constituye una
grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin
de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a
la generalidad del cuerpo social.” (ibid., N. 9)
§ “Además, existe
el peligro de que una legislación, al fundamentar determinados derechos en la
homosexualidad, aliente concretamente a una persona con tendencia homosexual a
declarar su homosexualidad o, incluso, a buscar un compañero con el que poder
beneficiarse de las disposiciones de la ley.” (Congregación para la Doctrina de
la Fe, Algunas consideraciones acerca
de la respuesta a las propuestas legislativas sobre la no discriminación de las
personas homosexuales , 24 de julio
de 1992, n. 14)
Todos los católicos, sean
fieles laicos o niños pequeños, hombres y mujeres jóvenes, padres y madres de
familia, personas consagradas, monjas de clausura, sacerdotes y obispos, que se
mantienen inviolablemente firmes y “luchan por la
fe que fue entregada una vez y para siempre a los santos” (Judas 3), y
que por eso son despreciados y marginados en la periferia de la vida de la
Iglesia de nuestros días, lloren y clamen a Dios para que, por la poderosa intercesión del
Inmaculado Corazón de María, quien en Fátima dijo que la gente debe dejar de
ofender a Dios, que ya está demasiado ofendido, el Papa Francisco
pueda convertirse y retractarse formalmente de su aprobación a las uniones
civiles del mismo sexo, a fin de confirmar a sus hermanos, como el El Señor le
ha mandado (Cf. Lucas 22:32).
Todos estos pequeños de la
Iglesia (niños, jóvenes, jóvenes, padres y madres de familia, monjas de
clausura, sacerdotes, obispos) seguramente dirían al Papa Francisco: “Santísimo Padre, por la salvación de vuestra propia alma
inmortal, por el bien de las almas de todas aquellas personas que a través de
su aprobación de las uniones del mismo sexo están con sus actos sexuales
ofendiendo gravemente a Dios y exponiendo sus almas al peligro de perderse
eternamente, conviértase, retráctese de su aprobación y proclame con todos sus
predecesores la siguiente enseñanza inmutable de la Iglesia": “La Iglesia
enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno
llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de
las uniones homosexuales”. (Congregación para la Doctrina de la
Fe, «Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento
legal de las uniones entre personas homosexuales», n. 11)
“Reconocer
legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría
no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para
la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen
al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales
valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad”. (ibíd., n. 11)
Con la increíble aprobación
por parte del Papa de las uniones entre personas del mismo sexo, todos los
verdaderos hijos de la Iglesia se sienten huérfanos, y ya no escuchan más la
voz clara e inequívoca del Papa, que debe guardar inviolablemente y exponer
fielmente la Revelación, el Depósito de la Fe, entregado a través de los
apóstoles.
Los verdaderos hijos de la
Iglesia de nuestros días podrían usar estas palabras del Salmo 137,
diciendo: Nos sentimos como en el exilio,
junto a los ríos de Babilonia, llorando al recordar a Sión, al recordar la
enseñanza luminosa y clara de los papas, de nuestra Santa Madre Iglesia.
Sin embargo, creemos
inquebrantablemente en las palabras de Nuestro Señor, que las puertas del
infierno no prevalecerán contra Su Iglesia.
El Señor vendrá, aunque llegue
tarde, sólo en la cuarta vigilia de la noche, para calmar la tormenta dentro de
la Iglesia, para calmar la tormenta dentro del papado de nuestros días, y dirá:
“Ánimo; soy yo. No tengáis miedo. Hombre
de poca fe, ¿por qué dudaste? Y en cuando subieron a la barca, el viento
cesó”. (Mt. 14: 27; 32-33)
Nuestro Señor le dirá también
al Papa Francisco: “Porque de qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero, y sufre la pérdida de su propia
alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre
vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno
según sus obras” (Mateo 16: 26-27); y Nuestro Señor dirá
además al Papa Francisco: “Pero yo he rogado por ti
para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus
hermanos” (Lucas 22:32)
22 de octubre de
2020
+ Athanasius
Schneider, obispo auxiliar de la archidiócesis de Santa María en Astana
Mª Virginia Olivera de Gristelli
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