Comentarista católico norteamericano
John Zmirak
argumenta que los católicos no deben apoyar al movimiento Black Lives Matter ni
repetir sus consignas, por ser un movimiento de origen marxista que incita
mediante la violencia al odio entre las distintas razas.
(InfoCatólica) El movimiento Black Lives Matter, surgido en Estados Unidos y
protagonista de grandes manifestaciones y disturbios contra el racismo y la
injusticia racial en los últimos meses, suscita entusiastas apoyos y
apasionados rechazos entre los ciudadanos norteamericanos. Los católicos, que
forman el 20 % de la población, no son una excepción.
Tras la muerte de George Floyd
durante una detención policial, hecho que motivó las primeras manifestaciones,
las reacciones de los obispos católicos ante el
movimiento encabezado por Black Lives Matter fueron generalmente elogiosas.
Los obispos de California, por ejemplo, en una declaración pública, afirmaron
que las manifestaciones destinadas a luchar contra el «racismo
pasado y presente» habían «proporcionado una
audaz nueva esperanza para cada estadounidense» y la Conferencia
Episcopal norteamericana tomó diversas medidas para combatir el racismo entre
los católicos, siguiendo el camino marcado por diversas grandes empresas
multinacionales.
El obispo de El Paso
(Texas), Mons. Mark Seitz, se arrodilló públicamente para pedir perdón por las
«injusticias raciales», sosteniendo un cartel con la leyenda Black Lives
Matter y rodeado de varios de sus sacerdotes. Posteriormente, declaró que ese
tipo de iniciativas eran «profundamente eucarísticas» y que «hoy, nos encontramos con Jesús en los que sufren ataques
con gases lacrimógenos y pistolas eléctricas o son estrangulados y eliminados»,
en clara referencia a George Floyd, otros detenidos de raza negra y los
manifestantes de Black Lives Matter. Unos días más tarde, el Papa Francisco
llamó al obispo para felicitarle por su actuación.
Después de más de tres meses de manifestaciones, disturbios, incendios provocados,
violencia callejera y numerosos muertos por
todo el país, sin embargo, el entusiasmo de los obispos se
ha ido enfriando. La opinión de los
ciudadanos en general y de los católicos en particular se ha ido haciendo cada
vez más contraria a un movimiento que va dejando en su estela barrios arrasados
y cada vez más violencia.
En ese sentido, John Zmirak, conocido comentarista católico estadounidense, se
pregunta en un artículo publicado el 4 de septiembre en la revista The Stream si
los católicos «deberíamos decir «black lives matter» [es
decir, «las vidas de las personas negras importan»],
como hizo Mons. Seitz. Al responder a su pregunta, Zmirak señala inmediatamente
que sin duda debemos afirmar la verdad que, en sí misma, encierra la
afirmación: las vidas de las personas negras, por supuesto, importan.
En cambio, la «organización que tomó esa frase como su
lucrativa marca registrada y su nombre significa algo radicalmente diferente». El articulista explica que «al repetir su nombre como un mantra, estamos ayudando a
que esa organización se enriquezca y adquiera más poder, y, por lo tanto, a que
se haga más poderosa».
En su artículo, titulado «Por qué no diré ‘Black Lives Matter’», Zmirak explica
que una de las fundadoras del movimiento Black Lives Matter, Patrisse
Cullors, era la discípula de un terrorista norteamericano de ideología comunista
y pasó años instruyéndose en la ideología y las tácticas
marxista-leninistas. Su mentor, Eric Mann, era miembro de un grupo (Weather
Underground) que realizó diversos atentados con bombas contra edificios
gubernamentales y estaciones de policía en los años sesenta y setenta. La
propia Cullors, en un vídeo de 2015, reconocía que tanto ella como los demás
fundadores de Black Lives Matter son «marxistas entrenados».
A esto se suma, según Zmirak,
que multitud de «matones izquierdistas están exigiendo que la
gente repita la frase mágica como
una fórmula religiosa». Con ello se refiere a la nueva táctica que están
poniendo en práctica algunos manifestantes de acudir en masa a las terrazas de
los restaurantes y atemorizar a los clientes hasta que gritan «Black Lives Matter» y levantan el puño en alto o
abandonan el local. Así ha sucedido recientemente en varias ocasiones, por
ejemplo, en Washington D.C. y en Rochester (Nueva York). Con la excusa de que
«el silencio blanco es violencia», los manifestantes pretenden que todo el que
no proclame con entusiasmo su adhesión a Black Lives Matter es racista. «Solo por esa razón», dice Zmirak, «nadie debería hacerlo».
En lugar ceder al chantaje,
Zmirak propone decir algo diferente al eslogan de la organización, que sea «más profundo y tenga más sentido», como «las vidas de las personas negras, nacidas o
no nacidas, son sagradas»,
e incluso pedir a los manifestantes que repitan esta frase. «Por supuesto, la mayoría de ellos no lo harán. Eso iría
contra su religión, que es el abortianismo».
En efecto, la mayor causa de
muertes de personas negras en los Estados Unidos, con grandísima diferencia, es
el aborto: más de un tercio de todos los abortos
provocados del país se realizan a mujeres de raza negra y unos mil niños negros
no nacidos mueren cada día por esta causa. Casi uno de cada tres niños
negros es abortado antes de nacer. Aun así, Black Lives Matter se muestra
indiferente o favorable al aborto y
cuenta con el apoyo de las principales compañías y organizaciones abortistas.
En la página web de Black Lives Matter, se dice que uno de sus compromisos es «perturbar la estructura de familia nuclear prescrita por
Occidente» y liberar a la población negra del «férreo
puño del pensamiento heteronormativo», desmantelando el «privilegio cisgénero».
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