jueves, 3 de septiembre de 2020

EL CORONAVIRUS ME AFECTÓ GRAVEMENTE Y PESE A ESO NO TENGO MIEDO, ASEGURA SACERDOTE

Mons. Charles Pope es un sacerdote de la Arquidiócesis de Washington (Estados Unidos) que fue seriamente afectado por el coronavirus, siendo ingresado en la unidad de cuidados intensivos. En esta nota comenta que, pese a todo, no tiene miedo.

Después de haber tenido fiebre y de no sentirse muy bien, Mons. Pope supo que tenía el coronavirus el 27 de julio. Tras conocerse los resultados de la prueba, se pidió a unas 300 personas con las que tuvo contacto que guardaran cuarentena ante la posibilidad de haber sido contagiados.

En el Hospital de la Universidad de Georgetown le dijeron que se midiera la saturación del oxígeno con frecuencia y le advirtieron que si los niveles bajaban a menos de 90, volviera al centro de salud.

Al principio todo lo que experimentaba parecía un resfrío, pero cuando el nivel de oxígeno bajó a menos de 90, volvió al hospital y fue internado en la unidad de cuidados intensivos (UCI).

“Gracias a Dios comencé a mejorar. Pasé 11 días en UCI, y una vez que me quitaron el oxígeno y mis pulmones se limpiaron, volví a casa con la orden de descansar. Ciertamente quedé débil tras 11 días en un hospital. Lentamente recuperé la fuerza. El COVID-19 finalmente se había ido”, contó.

El sacerdote compartió que en su recuperación no ayudó mucho una nota que The Washington Post publicó sobre él “con muchas distorsiones y mentiras. Pese a lo que publicaron, nunca le dije a la gente que no use mascarillas o que no acate la distancia social, tampoco sugerí la violación de leyes o normas civiles”.

“Le doy gracias a Dios por todos los fieles que no creyeron las cosas escritas sobre mí en el artículo y que fueron repetidas en las estaciones locales de televisión. Estoy sinceramente agradecido a los prominentes periodistas Claire Chretien y Chris Bedford, quienes escribieron artículos para aclarar la situación”.

Mons. Pope dijo que “cuando mi pena y mi ira volvían ocasionalmente, encontraba refugio en la inmensa gratitud por aquellos que rezaban por mí. Un amigo y colega en EWTN me dijo algo que me sorprendió y que es verdad. Me dijo: ‘Es probable que ahora un millón de personas hayan rezado por ti’”.

Tras comentar que ha intentado devolver esas oraciones con Misas, el rezo del Rosario y la coronilla de la Divina Misericordia, el sacerdote dijo que con las casi 200 mil muertes a causa del coronavirus en Estados Unidos, “siempre he dicho que necesitamos tomar al virus en serio”.

“Sin embargo también estoy entre quienes creen que los efectos del confinamiento deben ser tomados en serio también. Necesitamos encontrar un balance adecuado entre los efectos de la enfermedad y los efectos (económicos, sociales y personales) de las restricciones”.

En cuanto a la Iglesia, señaló, “creo que recién estamos comenzando a descubrir lo que ha logrado la suspensión de sacramentos y las funciones litúrgicas. La mayoría de las parroquias reportan que solo entre el 20 y 40% de fieles han vuelto. Ciertamente hay algunos que no deben volver, pero ya comienzan a verse las consecuencias de que nuestras parroquias van a ser más pequeñas y menos viables en el futuro cercano, incluso si se obtiene una vacuna o disminuye el peligro del COVID-19”.

Luego el sacerdote hizo algunos cuestionamientos: “¿Cómo Iglesia simplemente cumpliremos de la misma forma como lo hicimos antes? ¿Seremos más creativos para darle los sacramentos a la gente fuera de las reuniones en lugares cerrados? ¿Confinaremos del todo nuestras instalaciones eclesiales? ¿Las mantendremos abiertas para la oración personal? ¿Nuestros obispos defenderán vigorosamente la naturaleza esencial de ir a Misa ante las autoridades públicas o las tiendas de licor y las marchas de protesta seguirán considerándose más esenciales? ¿Cumplirán en silencio otro llamado al confinamiento o cuarentena total?”.

Tras asegurar que es un “sobreviviente” del coronavirus y que no ha cambiado sus opiniones al respecto, el sacerdote agradeció a quienes lo atendieron en el hospital y comentó que muchos otros han superado la enfermedad y “entonces mi llamado a todos sigue siendo que pongamos nuestros temores en perspectiva”.

“Pese a mi propia lucha con el COVID-19 en la que estuve en la inusual categoría del 5% que necesitan UCI, mi preocupación sigue siendo que nuestros miedos sean desproporcionados en relación al riesgo real. La prudencia nos dice que debemos tomar medidas razonables para disminuir su avance. Usar mascarilla, mantener la distancia social y lavarnos las manos con frecuencia son parte de lo que se nos ha pedido hacer, y observar estas medidas es justo y prudente”.

Sin embargo, “en un mundo secular donde el sufrimiento y la muerte han perdido su significado, no debemos sucumbir a esa pérdida de sentido. Cada uno de nosotros está llamado a ser fuente de esperanza que reafirme a otros incluso cuando lo peor llega. Dios sigue al mando y puede obtener un gran bien del sufrimiento. Puede poner humildad en nosotros y producir un futuro de gloria que supere de lejos el sufrimiento”.

“Hemos estado muy silenciosos sobre esto, temiendo que la gente nos diga que ‘no nos importa’ que la gente esté sufriendo y muriendo. ¡Sí nos importa, y no queremos que su sufrimiento e incluso su posible muerte carezca de sentido!”.

“Una vida vivida valientemente acepta los riesgos de este mundo y prudentemente evita riesgos innecesarios, confiando en que Dios tiene un plan que tiene como objetivo perfeccionarnos y prepararnos para la gloria que nos espera. Jesús nos dice ‘en este mundo tendréis tribulación, pero ánimo, yo he vencido al mundo’”.

Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en el National Catholic Register

Por Mons. Charles Pope / National Catholic Register
Redacción ACI Prensa

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