LOS PEQUEÑOS MILAGROS DE CADA DÍA.
Esos pequeños
milagros que nos regala Dios a lo largo de nuestra existencia.
Por: Maria Luisa Martinez Robles | Fuente: Catholic.Net
Por: Maria Luisa Martinez Robles | Fuente: Catholic.Net
No me refiero a la salida del sol que nos da luz
y calor, ni a los animales, las plantas y las flores que cada día, sin
que nadie las cuide como dice el Evangelio, nos proporcionan alimento,
fragancia y una belleza que nadie puede igualar.
Pienso en esos pequeños milagros que nos regala Dios a
lo largo de nuestra existencia.
¿No habéis sentido alguna vez, camino de casa,
por la carretera, se cruza un camión a vuestro lado, pasa casi rozando, tu
coche se bambolea un instante al incorporarse y sigues, sin haber tenido
que frenar, no te habría dado tiempo a hacerlo aunque hubieses querido? ¿no
has pensado que podría haber sido una catástrofe? Creo que a todos nos ha
pasado. Una caída, un dolor repentino, una molestia en los ojos, todo ello
puede desembocar en algo muy grave, pero ahí está Él, protegiéndonos,
sosteniéndonos, aunque no le veamos pero le sentimos. Haciendo esos prodigios
cada día. Y nos quejamos continuamente en vez de dar gracias por todo lo que
tenemos. Cuántas veces hemos leído sucesos
que han cambiado la vida de una persona en cuestión de segundos, sin darse
cuenta, sin poder volver atrás para rectificar.
Por eso debemos confiar, tener paciencia y fe. Confiar
en Él, sabe lo que necesitamos porque es un buen Padre, quiere lo mejor para
nosotros, aunque nosotros deseemos otra cosa. Tener paciencia, no pedir para
que se nos conceda al minuto. No nos olvidemos de dar gracias por
todo lo que tenemos. Tampoco nos olvidemos de rezar. Dios nos escucha
rápidamente, cuando en nuestras oraciones somos generosos. Cuando pedimos algo
que aunque sea para nosotros, el fin último sea para que no sufran los demás.
Aunque nos duelan las piernas al andar, démosle
gracias porque hay quién no puede caminar. Si perdemos vista démosle gracias
pues hay quien no la tiene, la perdió hace mucho o nunca vio. Si estamos
cansados, démosle gracias porque muchos permanecen en cama y no para descansar.
Si nuestras facultades van mermando, démosle gracias, señal de que estamos
envejeciendo poco apoco.
Al acostarnos hagamos un repaso de todos los
pequeños milagros que hemos disfrutado en el día, nos sorprenderá ver que son
muchos.
EL MAYOR MILAGRO QUE HACE DIOS
Si cae sabe que
el levantarse es obra de Dios y así lo pide.
¿Cuál es el mayor milagro que puede hacer Dios con nosotros? La respuesta parecería difícil pero es bastante fácil.
¿Cuál es el mayor milagro que puede hacer Dios con nosotros? La respuesta parecería difícil pero es bastante fácil.
- ¿Fácil?
- Sí, fácil. Veamos.
Y sin embargo, no parecería tan sencilla, pues
en su vida terrena, y a lo largo de 20 siglos de historia de la Iglesia, el
Señor ha realizado portentos de milagros, desde resurrecciones -comenzando por
la suya propia-, hasta curaciones tan impresionantes como las operadas en el
Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Francia.
Entretanto, así como más importante
que el pan material es el pan del espíritu y el pan de la Palabra de Dios, los
milagros espirituales son más importantes que los materiales.
Dice Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, en su
maravillosa obra "Lo inédito sobre los
Evangelios" - al comentar el envío que hace el Bautista a sus
discípulos para que conocieran a Jesús, que al compartir el Señor la Buena
Nueva con todas las gentes, "muchos adquirían
la noción de que eran deficientes, [que] no conseguían caminar por sí en las
vías de la virtud, y tomaban consciencia de necesitar del auxilio de
Dios", y que "¡es éste el mayor
milagro!". Dice Mons. João Clá que los que, por la gracia y milagro de Dios asumían esta
posición, "estos eran evangelizados y acogían la doctrina con
entusiasmo".
El mayor milagro que Dios
puede producir en un alma es el quiebre del orgullo que después del pecado
original se tornó intrínseco, ese
orgullo que nos dice a todo momento que los logros, la felicidad profunda, o
incluso la virtud, los podemos obtener por nuestras fuerzas naturales. Y
resulta que no, esa es obra que Dios se reserva para sí, para su gracia -que
tenemos que pedir, para la unión con Él -que tenemos que fortalecer.
Y a pesar de que el Señor lo repitió muchas
veces a lo largo de su vida, y así quedó consignado copiosamente en los
Evangelios ("Yo soy la vid, ustedes los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, porque separados
de mí, nada pueden hacer" Jn 15, 5), y a pesar de que nuestra
propia miseria cuando orgullosos nos muestra lo que somos sin la unión con
Dios, el orgullo y el egoísmo del ser humano es tan terrible, tan dominante,
que seguimos creyendo que "sin Él mucho
podemos hacer".
Entonces, cuando un alma se
compenetra de esta verdad, de la necesidad necesarísima del auxilio de Dios
para alcanzar la felicidad y la salvación eterna, se ha operado un milagro que Mons. João Clá no duda en calificar como el
mayor milagro posible.
Operado ese milagro, y firme esa convicción en
lo más profundo del alma, el resto se da por añadidura: la persona
empieza a frecuentar sacramentos, a rezar, a desconfiar de sus fuerzas
meramente naturales, a pensar en Dios a lo largo de sus días, a
"sentir" a Dios en todos los momentos de su existencia y en todas las cosas, si cae sabe que el levantarse es obra de Dios
y así lo pide, y un largo etcétera...
Pidamos que Dios opere ese
milagro en la mayor cantidad de corazones, para que llegue cuanto antes su Reino,
que es también el Reino de María.
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