Seguramente toda
familia ha experimentado cambios durante este tiempo. Este es un post escrito
desde una coyuntura diferente, lo escribo en plena cuarentena a causa del
COVID-19. No entraré en mayores detalles porque creo que estamos todos un tanto
saturados de información y sobre todo de desinformación.
Lo que sí
podemos decir es que esta enfermedad nos ha traído, además de incertidumbre,
ingentes cantidades de tiempo en nuestras casas…y, en la mayoría de casos, nos
está dando tiempo con nuestros familiares.
¿QUÉ HA PASADO CON NUESTRA RELACIÓN DE FAMILIA?
Aunque,
para algunos, esto es causa de alegría, para la mayoría de nosotros es una
sensación extraña. Aunque estamos felices de
poder pasar tiempo con la familia, nos damos cuenta de que, si no se forjaron
relaciones profundas con ellos o si se descuidó el vínculo antes de la
cuarentena, ahora esas personas nos parecen desconocidas.
Si apenas las veíamos en la
mañana antes de salir y luego intercambiábamos algunas palabras en la noche
antes de dormir, nos daremos cuenta de que hay mucho por trabajar en nuestras relaciones. No es difícil imaginar entonces que esta
situación hace de la convivencia una ardua tarea.
El video que veremos hoy nos
lo trae el papa Francisco y se llama «Los cristianos al servicio de la
humanidad». Fue
producido en enero del 2017 como parte de la iniciativa «El Video del Papa», y está referido al llamado que nuestro
líder nos hace a ser verdaderos cristianos y servir a los demás.
Aunque el video tenga un poco
más de tres años, el mensaje de servicio al prójimo es —como muchas otras
enseñanzas de la Iglesia— atemporal y se hace vigente en nuestra realidad
actual.
TRABAJEMOS POR UNA FAMILIA MÁS UNIDA
Dentro de su mensaje, hay una
frase que me llamó la atención: «Este deseo de
caminar juntos, de colaborar en el servicio y en la solidaridad con los débiles
y los que sufren es un motivo de alegría para todos».
Aunque el papa se dirige no
solo a los católicos, sino a los cristianos de las diversas iglesias a nivel
global, quisiera aplicarla a nuestra cotidianidad. Desde siempre, hemos sido
llamados a vivir el servicio y la solidaridad con nuestro prójimo. Hoy por hoy,
este llamado nos lleva a hacernos la misma pregunta que en el evangelio: «¿Quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Y sobre todo
durante esta cuarentena, mi prójimo es mi familia.
Siempre
será más fácil decirlo que hacerlo, pero como cristianos nos corresponde ser
otro Cristo en nuestras casas. Como menciona el misionero
católico Wilson Tamayo, el cristiano no es un «fan»
de Cristo, «cristiano es aquel que conoce (con
su inteligencia), ama (con su voluntad) y sirve (con su vida) a su Dios y Señor —y por amor a Él—
ama a los demás».
¿HAY ALGUIEN QUE ESTÁ SUFRIENDO EN MI HOGAR?
Nuestro papa Francisco
enfatiza que esto debe hacerse así sobre todo con los débiles y los que sufren.
Aplicándolo a nuestra realidad, puede que sean nuestros padres o abuelos los
que estén sufriendo más de ansiedad e incertidumbre por saberse población de riesgo
y que no saldrán aún en un buen tiempo. También pueden ser los pequeños de la
casa que no llegan a entender cabalmente por qué ya no pueden salir a jugar o a
pasear.
Lo cierto es que esta
cuarentena nos afecta a todos, afecta
nuestra salud mental y esto puede hacer la convivencia muy
difícil. El único antídoto capaz de neutralizar los ánimos
caldeados es el amor expresado en servicio a los demás, empatía y misericordia.
Será entender que, ciertas
discusiones serán suscitadas por las cosas más insignificantes, pero serán
encandiladas por el estrés y la soberbia. Si comprendemos que se necesitan dos
para pelear y si asimilamos nuestra misión de ser otro Cristo en nuestra casa,
lograremos mejorar nuestra convivencia. («Caminar
juntos»), contribuiremos con la armonía familiar («motivo de alegría para todos») y crearemos un espacio seguro
donde pueda fluir mejor la comunicación.
A propósito de este tema, la
madre Angélica nos decía con su estilo tan característico: «Si
Jesús nos pidió amar a nuestros enemigos, imagínense cómo deberíamos amar a
nuestra familia». Finalmente,
comparto con ustedes la «Oración de la Serenidad», para
que nos sirva en este tiempo de incertidumbre y nos ayude a ser canales de
tranquilidad y servicio hacia los demás:
«Señor,
concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza
para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para entender la diferencia». Amén.
Escrito por Solange Paredes
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