Karl Popper, uno de esos
intelectuales “de avanzada” que sigue la
progresía actual, planteaba en su famosa paradoja
de la tolerancia más o menos lo
siguiente:
“Una
sociedad no puede ser ilimitadamente
tolerante pues, de lo contrario, su capacidad de ser tolerante
finalmente sería destruida por los intolerantes”.
Consecuencia: hay que ser
tremendamente intolerante con los intolerantes reprimiendo –con perdón de la
palabra– y coartando toda libertad de
expresión de los “fachos”.
Y el lector se preguntará:
-
“¿Pero quién define quiénes son los intolerantes?¿quién es el ‘fascista?¿quién
es el enemigo?”
A lo que respondemos
fácilmente con Sartre:
Pues más allá de que Popper
mismo al parecer, se estuviera refiriendo no sólo a los nazis (los malos de
siempre, claro) sino también a los comunistas, el mundillo progre (liberales y
socialistas incluidos) siempre han estado de acuerdo en que no se puede dar ni
un metro de ventaja al enemigo.
Y si no, repasemos lo que
sucedió hace días en una escuela de Buenos Aires, Argentina, donde un profesor
enseñó a sus alumnos la figura y las ideas del terrorista y escritor comunista, Rodolfo Walsh, ideólogo del atentado del Comedor de la
Policía Federal donde murieron más de veinticuatro personas, en 1976 [1].
Las autoridades, preocupadas
por lo sesgado de sus ideas, le solicitaron que, amén del pensamiento del
terrorista, diese “todas las perspectivas” (es
decir, le pedían que explicara la verdad completa de lo sucedido con la
subversión guerrillera de los ‘70), a lo que respondió:
“Hay temas en los que no se puede dar igual
peso a las perspectivas, pues no se me podría pedir, por ejemplo, que
presente una perspectiva que defienda al nazismo”.
Y acá está la gran hipocresía:
¿por qué no se podría enseñar la ideología nazi si
se enseña la ideología comunista?
Porque no; punto.
¿Cómo terminó la cosa? Pues de
la mejor manera.
Los directivos le enviaron un
telegrama de despido, aplicándole, quizás, “la
paradoja de la intolerancia”.
Era un zurdito “intolerante”.
Que no te la
cuenten…
P. Javier
Olivera Ravasi, SE
[1] Rodolfo Walsh desapareció en 1977. Sólo el padre Leonardo Castellani, en un memorable almuerzo con Videla,
Sábato, Borges y otras celebridades, pidió por su paradero, como también por el de Haroldo
Conti mientras el resto callaba.
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