Que hoy reconozcamos
esa presencia de Dios en medio de nosotros.
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
I
Samuel 4, 1-11: “Derrota de Israel y captura del
Arca” Salmo 43: “Redímenos, Señor, por
tu misericordia San Marcos 1,
40-45: “Se le quitó la lepra y quedó limpio”
Hoy el libro de Samuel nos narra un acontecimiento que nos parecería lejano pero que puede resultar muy actual. El pueblo de Israel sentía de una manera muy especial la presencia de Dios por medio del Arca de la Alianza. En sus batallas, en sus traslados, en las dificultades y problemas, al acercarse al Arca se sentían seguros y aliviados. Pero en el pasaje de este día sucede algo escandaloso para la fe del pueblo: después de una derrota, llevan el Arca hasta el campo de batalla con la seguridad de que Dios les otorgará el triunfo.
Los mismos filisteos, sus eternos enemigos, al
darse cuenta de la presencia del Arca se llenan de temor reconociendo los
prodigios que por medio de ella se han realizado. Sin embargo, los israelitas
son derrotados estrepitosamente y es apresada el Arca. ¿Falló
la presencia del Señor? ¿No es eficaz su poder? Lo que falla es la fe y la
fidelidad de los israelitas que no cumplen los mandamientos de Dios y
quieren utilizar el Arca como amuleto de buena suerte pero sin compromiso serio
con el Señor. Esto me lleva a pensar en muchas
situaciones nuestras en que aparentamos una religiosidad y en que utilizamos
símbolos religiosos pero sólo externamente y no nos comprometemos de corazón.
Pienso en las oraciones o en las medallas que solamente llevamos externamente y
no corresponden a una actitud interior.
¿Estará mal entonces una
devoción a un santo o llevar su imagen u ofrecer veladoras? No estaría mal si esto nos impulsa a ser fieles
al Señor. Si la medalla que yo llevo en el pecho me recuerda mi promesa de
fidelidad, si la veladora que prendo ante el Señor es señal de que quiero vivir
en su presencia, son señales muy ricas de nuestra religiosidad. Pero
si los utilizo como amuletos y no comprometen mi vida y mi fidelidad, sino que
quedan en adornos externos, pueden esconder una falsa concepción de Dios. Él está cerca de nosotros para
acompañarnos, pero no podemos manipularlo. Como el mismo evangelio de este día
nos muestra a Cristo hace sus prodigios pero ante quien tiene verdadera fe.
Que hoy reconozcamos esa
presencia de Dios en medio de nosotros y nos comprometamos a vivir en su
presencia.
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