Ponga una rana en un recipiente lleno de
agua y comience a calentar el agua.
A medida que la temperatura del agua empieza a subir, la rana ajusta su temperatura corporal en consecuencia.
La rana se
mantiene ajustando su temperatura corporal con el aumento de la temperatura del
agua.
Justo cuando el
agua está a punto de alcanzar el punto de ebullición, la rana no puede ajustar
más.
En este punto la
rana decide a saltar.
La rana trata de
saltar, pero es incapaz de hacerlo, ya que ha perdido toda su fuerza ajustando
la temperatura corporal.
Muy pronto la rana
muere.
¿Qué mató a la
rana?
¡Piensa en eso!
Sé
que muchos van a decir que el agua hirviendo.
Pero
la verdad, sobre lo que mató a la rana fue su propia incapacidad para decidir
cuándo saltar.
Todos nos tenemos que ajustar, con la gente y las
situaciones, pero tenemos que estar seguros cuándo tenemos que ajustar y cuándo
tenemos que seguir adelante o cuándo saltar.
Hay momentos en los que necesitamos hacer frente a la
situación y tomar las acciones apropiadas, antes de que estemos incapacitados
para saltar.
Si permitimos que la gente nos explote física, emocional,
financiera, espiritual o mentalmente continuarán haciéndolo.
¡Decidamos cuándo saltar!
Nadie va a saltar por nosotros...
Vamos a saltar
mientras tengamos la fuerza.
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