Durante este mes, en
todas las comunidades cristianas, se desarrollan actividades que nos permitan
acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.
Por: Xavier Villalta | Fuente: Catholic.net
SEPTIEMBRE
MES DE LA BIBLIA
La intención es que durante este mes, en todas
las comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan
acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.
PROPUESTAS
PARA ESCUCHAR LA PALABRA
1. La
lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es una excelente ayuda para profundizar
en la Palabra de Dios. De esta manera nos unimos a toda la Iglesia que ora al
Padre meditando los mismos textos. También nos acostumbramos a una lectura
continuada de la Biblia, donde los textos están relacionados y lo que leemos
hoy se continua con lo de mañana. La lectura diaria de los textos (para lo cual
Liturgia Cotidiana es una excelente herramienta) constituye una "puerta segura" para escuchar a Dios que
nos habla en la Biblia.
2. - ¿Has
leído alguna vez un evangelio entero "de
corrido"? Es muy interesante descubrir la trama de la vida de Jesús
escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que
cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura
continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo. Te
recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en unas horas
se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas)
lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una muy buena "puerta de entrada" al mensaje de Jesús.
3. Otra
posibilidad para poner en práctica este mes (y tal vez iniciar un hábito necesario
y constructivo) es la oración con los salmos. Los mismos recogen la oración del
pueblo de Dios a lo largo de casi mil años de caminata del pueblo de Israel.
Nos acercan la voz del pueblo que ora con fe, y la palabra de Dios, que nos
señala esta manera de orar para acercarnos y escuchar sus enseñanzas. En los
salmos podemos encontrar una inmensa fuente de inspiración para la oración. Hay
salmos que nos hablan de la alegría, de las dificultades y conflictos, de la
esperanza, del abatimiento, del dolor, de la liberación y la justicia, de la
creación, de la misma Palabra de Dios (salmo 118, el más largo de todos).
Aprender a rezar con los Salmos es una "puerta
siempre abierta" para el encuentro con el Dios de la Vida.
4. La
lectura orante de la Palabra, realizada en comunidad, nos pone en sintonía con
la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave para el crecimiento en la fe. La
fuerza de la comunidad nos alienta para encontrar en los textos la fuerza del
Espíritu. Todos aprendemos juntos y nos enriquecemos con el aporte de cada uno.
Existen muchos métodos de lectura orante. Simplificando al máximo podemos decir
que los siguientes cuatro pasos son los más comunes:
Lectura
Meditación
Oración
Compromiso
Meditación
Oración
Compromiso
La lectura orante siempre desemboca en un
desafío para vivir. La Palabra de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús
y cambiar nuestra vida.
La lectura orante, practicada en comunidad, es
una "puerta-espejo" que nos
interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir y practicar su Palabra en nuestros
días.
DE LA ENCÍCLICA FIDES ET
RATIOCAPÍTULO V. N´55 (PARCIAL)
"Tampoco faltan rebrotes peligrosos de
fideísmo, que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la
reflexión filosófica para la inteligencia de la fe y, más aún, para la
posibilidad misma de creer en Dios. Una expresión de esta tendencia fideísta
difundida hoy es el «biblicismo», que tiende
a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el único punto
de referencia para la verdad. Sucede así que se identifica la palabra de Dios
solamente con la Sagrada Escritura, vaciando así de sentido la doctrina de la
Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
La Constitución Dei Verbum, después de recordar
que la palabra de Dios está presente tanto en los textos sagrados como en la
Tradición, afirma claramente: «La Tradición y la
Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la
Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus
pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica». La Sagrada
Escritura, por tanto, no es solamente punto de referencia para la Iglesia. En
efecto, la «suprema norma de su fe» proviene
de la unidad que el Espíritu ha puesto entre la Sagrada Tradición, la Sagrada
Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que los tres no
pueden subsistir de forma independiente.
No hay que infravalorar, además, el peligro de
la aplicación de una sola metodología para llegar a la verdad de la Sagrada
Escritura, olvidando la necesidad de una exégesis más amplia que permita
comprender, junto con toda la Iglesia, el sentido pleno de los textos. Cuantos
se dedican al estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente
que las diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada
concepción filosófica. Por ello, es preciso analizarla con discernimiento antes
de aplicarla a los textos sagrados."
Juan Pablo II
Fides et ratio
14 de Setiembre de 1998
Fides et ratio
14 de Setiembre de 1998
Para finalizar, los católicos durante el mes de
septiembre debemos dedicarlo a iniciar el conocimiento y divulgación de los
textos bíblicos, ya que quien se llame cristiano tendría que conocer la
historia de la salvación y la Palabra de Dios, interpretadas auténtica y
fielmente por el Magisterio de la Iglesia.
La Biblia, para todas las denominaciones
cristianas, contiene la Revelación y es, como todo libro sagrado, la fuente del
conocimiento y el compromiso de vida en lo referente a la fe.
Cada año, la Santa Iglesia Católica Apostólica
Romana, la Iglesia Ortodoxa e Iglesias Evangélicas celebrarán el Mes de la
Biblia.
Cada comunidad celebrará el mes con énfasis de
acuerdo a su historia y tradición.
La Iglesia Católica Romana recordando a San
Jerónimo, (a quien conmemoramos el 30 de septiembre), traductor de la Vulgata,
la Biblia en lengua latina; la Ortodoxa haciendo memoria que fue en idioma
griego que se escribieron los Santos Evangelios y los demás libros del Nuevo
Testamento y las Iglesias Evangélicas conmemorando la publicación, el 26 de
septiembre de 1569, de la primera traducción de los Textos Bíblicos a la lengua
española, traducción realizada por Casiodoro de Reina y conocida como la “Biblia del Oso” ya que en su portada estaba
representado dicho animal.
Muy pocos saben que esta Biblia, pese a ser
fruto del trabajo de un activo protestante contenía todos los textos propios de
la Biblia Vulgata latina de San Jerónimo, mencionada al inicio, que es el texto
oficial de la Biblia para toda la iglesia católica romana.
ALGO
DE HISTORIA
La palabra Biblia se origina, a través del
latín, en la expresión griega τα βιβλ?α τα ?για (ta biblía ta haguia; los
libros sagrados), acuñada por vez primera en I Macabeos 12:9, siendo βιβλ?α
plural de βιβλ?ον (biblíon, ´papiro´ o ´rollo´, usado también para ´libro´). Se cree que
este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Β?βλος),
importante mercado de papiros de la antigüedad.
Esta frase fue empleada por los hebreos
helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo
antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo
Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para
referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los
Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Para ese
entonces ya era común utilizar las dos primeras palabras de la frase, τα
βιβλ?α, a manera de título.
Ya como título, y habiendo perdido el artículo
τα, se empezó a utilizar en latín como biblia sacra (los libros sagrados) y de
ahí fue transmitido a las demás lenguas.
La Biblia es una compilación de textos que en un
principio eran documentos separados (llamados "libros"),
escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un dilatado periodo de
tiempo y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los
cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia
cristiana. En sí la Biblia fue escrita a lo largo de aproximadamente 1000 años
(900 a. C. - 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de
los Jueces ("Canto de Débora") y
en el Pentateuco, que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X a
VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el de Oseas es también de la misma
época.
El canon católico romano de la Biblia que
conocemos hoy fue sancionado por primera vez en el Concilio de Hipona en el año
393 de nuestra era, por la Iglesia Católica. Dicho canon de 73 libros (46
pertenecientes al llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados
actualmente Deuterocanónicos -Tobías, Judit, I Macabeos, II Macabeos,
Sabiduría, Eclesiástico y Baruc- y 27 al Nuevo Testamento) fue confirmado en el
Sínodo de Roma en el año 380, y ratificado en el Concilio de Cartago en el año
397, y luego nuevamente confirmado por decreto en la cuarta sesión del Concilio
de Trento del 8 de abril de 1546.
VERSIONES
CASTELLANAS DE LA BIBLIA CATÓLICA
Vienen éstas de la traducción hecha por San
Jerónimo (Dalmacia, Yugoeslavia, 342-420) al latín, versión oficial de la
Iglesia por casi 15 siglos. El primer intento estuvo a cargo de la corte del
Rey Alfonso X, El Sabio, en 1280, conocida como la Biblia Alfonsina; en 1430,
el Gran Maestre de la orden de Calatrava, Don Luis de Guzmán, patrocina a Mosé
Arragel para realizar otra traducción, conocida como la Biblia de Alba.
En 1944 se publica la llamada de Nácar-Colunga,
publicada por la Biblioteca de Autores Cristianos que no usa la traducción de
la Vulgata como fuente si no usa los originales.
La Biblia de Jerusalén aparece en 1967, también basada en los textos originales. La primera edición de la Biblia latinoamericana, con el lenguaje propio de la región, es editada por primera vez en 2001. En el año 2005 se presentó, tras 33 años de trabajo, la Biblia de Navarra, para hacerla se tomaron como fuente los textos originales en hebreo, arameo y griego.
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