domingo, 9 de septiembre de 2018

DON BOSCO Y LA PATAGONIA


En la Sagrada Escritura, y luego en la historia bimilenaria de la Iglesia hay momentos en los cuales Dios quiere intervenir de modo especial. Muchas formas ha usado para ello. Una de esas han sido los sueños. Desde el sueño de Adán en el Paraíso, por el cual Dios formó a su esposa, Eva, actuando Él como padrino de bodas; hasta el sueño del Apocalipsis, donde son declarados bienaventurados los que descansan en el Señor; pasando sobre todo por los famosos sueños de San José, con los cuales Dios le decía al Santo Patriarca cómo debía obrar para defender al Niño Dios y a su Santísima Madre de las asechanzas de los enemigos.
Uno de los santos que se ha distinguido por haber recibido revelaciones de Dios a través de los sueños es San Juan Bosco. Por medio de ellos, Dios le revelaba el destino de la Iglesia, del mundo, de su propia congregación religiosa, del alma de los jóvenes a su cuidado, etc.
Coloco aquí un sueño (n. 86) referido a la Patagonia argentina, recibido en 1872, donde él sueña lo que efectivamente sucedió con sus hijos espirituales en el sur del continente americano… Desde este sueño se puede narrar muy fácilmente toda la historia de la evangelización de este extremo sur del mundo. 
LA PATAGONIA
El siguiente es el sueño que animó a Don Bosco a enviar a sus salesianos como misioneros al extremo sur de América.
Lo narró por primera vez al Papa Pío IX. Después lo contó varias veces a sus salesianos.
Soñé que estaba en una región salvaje, totalmente desconocida. Era una llanura completamente sin cultivar, en la cual no se veían montañas ni colinas. Solamente en sus lejanísimos límites se veían escabrosas montañas. Vi en ellas muchos grupos de hombres que la recorrían. Estaban casi desnudos. Eran de altura y estatura extraordinaria, de aspecto feroz.
Cabellos largos y ásperos. El color de su piel era oscuro y negruzco y sobre las espaldas llevaban mantos de pieles de animales. Usaban como armas una lanza larga y una honda para lanzar piedras.
Estos grupos de hombres esparcidos acá y allá se dedicaban a diversas actividades. Unos corrían detrás de las fieras para darles cacería. Otros peleaban entre sí, tribu contra tribu; y un tercer grupo de batalla contra soldados blancos que llegaban. El suelo estaba lleno de cadáveres.
Luego aparecieron en el extremo de la llanura varios grupos de misioneros de diversas comunidades religiosas y se dedicaron a enseñar el Evangelio a aquellos salvajes, pero ellos se lanzaban contra los misioneros con furor diabólico y los mataban y los descuartizaban, y después seguían peleando entre ellos mismos.
Yo pensaba: ¿Cómo lograr convertir a esta gente tan salvaje? Pero luego vi aparecer otro grupo de misioneros. Se acercaban a los salvajes con rostros alegres y precedidos de un grupo de muchachos.
Yo temblaba pensando: ¡Los van a matar también! Me acerqué a ellos y pude ver que eran nuestros salesianos. Los primeros que llegaban me eran muy conocidos. Los otros son gente que vendrá después y que no logré conocer.
Quise detenerlos para que no se acercaran a los salvajes porque los podían matar, pero vi luego con admiración que la llegada de ellos llenaba de alegría a aquellas tribus salvajes, las cuales dejaban las armas, cambiaban su ferocidad en amabilidad y recibían a nuestros misioneros con las mayores demostraciones de buena voluntad.
Y vi que los misioneros salesianos se acercaban a los salvajes y les enseñaban el Evangelio y éstos lo aceptaban de muy buena gana; y que aprendían prontamente la religión que les enseñaban y hacían caso a los avisos y amonestaciones que les daban los evangelizadores.
Y vi emocionado que nuestros misioneros rezaban el Santo Rosario con aquellos salvajes los cuales les respondían con fervor a sus oraciones.
Los salesianos se colocaron en medio de la muchedumbre de salvajes que los rodeó, y se arrodillaron. Aquellos hombres antes tan feroces, colocaban ahora sus armas a los pies de los misioneros y se arrodillaron y rezaron. Y entre todos empezaron a cantar un himno a la Virgen María con una voz tan sonora y tan fuerte que… yo me desperté.
Este sueño me causó mucha impresión y quedé convencido de que se trataba de un aviso del Cielo. No comprendí en ese momento todo su significado pero sí comprendí que se trataba de un sitio a donde deben ir nuestros misioneros, una misión en la cual yo había pensado durante largo tiempo con mucha ilusión.
Explicación: Al principio Don Bosco creyó que el sitio donde debía enviar a sus misioneros salesianos era Etiopía; después que Hong Kong; más tarde pensó que era Austria o la India, pero las gentes de estos países no eran como él las había visto en el sueño. Hasta que al fin en 1874, dos años después de tenido el sueño, le llegó de Argentina la invitación para enviar misioneros a la Patagonia, en el extremo sur de América, y al conocer cómo eran los indios de esa región pudo comprobar que eran como los que él había visto en el sueño y envió allá a sus salesianos.
Los indios de la Patagonia ya habían martirizado a varios misioneros de otras comunidades, pero “los salesianos llegaron con mucha alegría y precedidos de un grupo de jóvenes”, o sea con el sistema de la bondad y ganándose primero a la juventud, y al lado de los muchachos fueron llegando sus padres y dejaron las guerras y adquirieron gran estima a la religión Católica y a los salesianos. Toda aquella región está ahora llena de obras de los seguidores de Don Bosco.

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