martes, 11 de octubre de 2016

EL MILAGRO DE LA LICUEFACCIÓN DE LA SANGRE DE SAN PANTALEÓN


La sangre de San Pantaleón o Pataleimon, médico, mártir y protector de los enfermos, sigue produciendo un milagro visible hasta hoy día en lugares distintos.
Los 27 de julio, el día de su fiesta, la sangre del santo se licua en varios lados:
en la catedral de Ravello, Italia, en el Monasterio de la Encarnación de Madrid, en los viales almacenados en Limbadi, Montauro, Italia, en el catedral del Vallo della Lucania, Italia
y, también una pequeña cantidad de sangre que se conserva en un frasco guardado en la iglesia de San Tomasso en Padua, Italia, en que la sangre siempre es líquida y roja.
Las más conocidos y que generan peregrinaciones importantes son las licuefacciones en el Monasterio de la Encarnación de Madrid, España y en la Catedral de Ravello, Italia.
Se trata de un evento semejante al de San Genaro, pero no tan divulgado (ver aquí el milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro).
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Cuando llega el día 27 de julio un nutrido grupo de fieles, curiosos y turistas acude a observar como la sangre del santo se torna fluida y movediza en el relicario que la contiene.
La festividad del 27 de julio se celebra en varias partes del mundo, entre ellas en el barrio de Mataderos de Buenos Aires, donde concurría habitualmente el cardenal Bergoglio arzobispo de Buenos Aires; hoy Papa Francisco.
QUIEN ES SAN PANTALEÓN
Sobre la vida del santo se sabe que nació en Nicomedia -antigua ciudad perteneciente a la actual Turquía- a finales del siglo III. Estudió medicina, y llegó a ser doctor de la corte del emperador Galerio Maximiano.
Era hijo de un senador del imperio romano, Eustorgio, y de una sencilla mujer cristiana, Eucuba, quien quería educar a Pantaleón en la fe cristiana, pero entonces inútilmente, y murió pronto sin ver a su hijo convertido al cristianismo. Su padre le animó a estudiar medicina con un médico famoso, Eufrosino, médico del emperador Maximiano.
Un sacerdote, Hermolao, tratando con Pantaleón, como catequista le insistía en que él podría curar los cuerpos, pero Jesucristo era quien curaba cuerpos y almas.
Cuando Pantaleón comprobó que había hecho curaciones que no se debían a su medicina sino a otra fuerza superior, comprendió que la fuerza de Dios era mayor que su ciencia y quiso ser bautizado. También su padre, al ver los prodigios que hacía su hijo fuera de las leyes naturales de la medicina, se convirtió y se hizo bautizar.
Tras su conversión al cristianismo y la muerte de su padre, Pantaleón comenzó a ejercer gratuitamente su profesión, curando a pobres y mendigos, lo que suscitó la envidia de otros médicos, quienes le denunciaron por ser cristiano y hacer magia ante el emperador.
Pese a la orden de Maximiano, Pantaleón no quiso renegar de su fe y fue torturado.
En las actas de su martirio se escribe que trataron de darle muerte de seis formas diferentes: primero con fuego, después con plomo fundido, ahogándole, arrojándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole con una espada. Pantaleón salió ileso de todos esos castigos, por lo que en vista de los fracasos obtenidos en las tentativas de su ejecución, fue finalmente decapitado el 27 de julio de 305.
Cuenta la tradición que sus discípulos recogieron la sangre tras la decapitación y la distribuyeron en relicarios.

POR QUÉ UNA AMPOLLA CON SU SANGRE ESTÁ EN EL MONASTERIO DE LA ENCARNACIÓN EN ESPAÑA
Hay varias teorías sobre cómo llegó la sangre del santo a Madrid; la más extendida y aceptada es la de que parte de sus reliquias, conservadas en la catedral italiana de Ravello, fueron donadas en el siglo XVII por el virrey de Nápoles y conde de Miranda a la ciudad de Madrid, yendo a parar al monasterio de la Encarnación cuando su hija sor Aldonza del Santísimo Sacramento ingresó en el convento como novicia.
Entonces Doña María de Zúñiga, casada con don Juan de Zúñiga, condes de Miranda, donó a este Monasterio de Monjas Agustinas Recoletas.
Esta reliquia a su vez se les había regalado el papa Pablo V: una ampolla con sangre del santo, extraída de una ampolla mucho más grande que está en la Catedral de Ravello, en la costa amalfitana de Italia. Hasta allí la habían llevado en el primer milenio unos mercaderes desde Estambul.
Este monasterio las Monjas Agustinas Recoletas lo estrenaron en 1616, gracias a la construcción de Margarita de Austria-Estiria y de su esposo Felipe III.

EL PRODIGIO DE LA LICUEFACCIÓN DE LA SANGRE EN MADRID
Una de las primeras referencias históricas del prodigio la tenemos en la oración panegírica que pronunció el obispo auxiliar de Toledo D. Manuel Quintano Bonifaz en solemnes cultos que en el “religiosísimo y Real Monasterio de la Encarnación de Agustinas Recoletas de esta Imperial villa y corte de Madrid” se celebraron el 27 de julio de 1733, reinando el “muy católico Rey y Señor”.
Quintano asegura que todos los años el 26 y 27 de julio, aniversario de la decapitación del santo, la sangre “se vuelve fluida, perdiendo su natural condensación”.
Continúa además diciendo Quintano Bonifaz que:
“También se produce la licuefacción en los sucesos prósperos o infaustos, como ha acreditado diversas veces la experiencia, con la diferencia portentosa de que cuando es feliz el color es alegre y rubicundo, y cuando infausto, triste y macilento”.
Así mismo, el hagiógrafo Luís Muñoz, en su obra “Vida de la venerable madre Mariana de San José” publicada en 1646 describe este prodigio de la siguiente manera: “Es una pirámide de cristal con una pequeña redoma en su interior y en ella una cantidad de sangre del mártir, que todo el año está coagulada, y en las primeras vísperas de su festividad, que es el día 26 de julio, se ve desleírse poco a poco, y al día siguiente, que se celebra el Santo, ya se nota fluida y moverse, y en las segundas vísperas, vuelve a coagulase, quedando como una bolita de cera”.
Otro panegirista de San Pantaleón, don Francisco Calvo Garrido, resume así el suceso:
Su sangre, como la de San Genaro, se licúa maravillosamente desde el 26 de julio, víspera de su fiesta, hasta el anochecer del 27. Todo el año está seca, como helada, y en su día corre de un lado a otro si se mueve la ampolla en que se guarda y empaña las paredes del vaso que la encierra”.
LAS CORROBORACIONES Y TESTIMONIOS
Hay constancia fehaciente de que todos los años sucede el mismo fenómeno, de tal forma que es totalmente falso que el año que no aparezca licuada habrá catástrofes, porque la licuefacción ha sucedido puntualmente todos los años; y no sólo sucede aquí, sino que lo mismo acontece en la ampolla grande de la catedral de Ravello.
Los milagros atribuidos y relacionados con la sangre de San Pantaleón y sus cambios de estado de sólido a líquido llevaron a la iglesia a intervenir para saber cuál era el origen de esos fenómenos.
El 28 de enero de 1724, el Arzobispo de Santiago de Compostela y juez ordinario inquisidor, comenzó el juicio a la Sangre de San Pantaleón. Tras la declaración de varios testigos ilustres de la época, que acudieron cada 27 de julio durante 10 años consecutivos para verificar la licuefacción, el suceso se dio por verídico. Así consta en un manuscrito del Monasterio de la Encarnación, datado el 30 de agosto de 1729.
El manuscrito dice así: “Su señoría, señor juez, declara y confiesa haberla visto líquida y fluida dicho día de San Pantaleón, veintisiete de julio, y después de su festividad condensada y dura, todo repetidas veces en el tiempo de diez años. Y conformándose con el parecer de los expresados teólogos, canonistas y médicos, lo tienen y veneran por prodigio y maravilla”.
EL PROCESO DE CAMBIO DE LA SANGRE
Actualmente la reliquia en la que se opera el cambio de estado de la sangre, se conserva en una ampolla de una capacidad de un centímetro cúbico encerrada en un fanalillo prismático y trapezoidal de unos quince centímetros de altura.
A simple vista, la ampolla que contiene la sangre de San Pantaleón tiene el aspecto de estar embadurnada en sus paredes por una tenue capa de color bermejo oscuro; capa que, según los testigos oculares del fenómeno, se desprende para convertirse en líquido purpúreo con todas las características de la sangre.
Hoy día para contemplar mejor este proceso se ha recurrido a un circuito cerrado de televisión, y mediante dos pantallas se muestra una imagen ampliada y a tiempo real de cómo la licuefacción se lleva a cabo.
Éste no es un proceso instantáneo ya que cuando se inclina la ampolla el líquido se va acomodando a la forma del recipiente de forma progresiva, de manera que inicialmente toda la masa permanece compacta y no se mueve, pero a última hora de la tarde del 26 de julio, la sangre ya parece que comienza a licuarse, en un proceso que durante el día 27 ya se puede apreciar por completo.
Es en ese estado líquido, al inclinar nuevamente la ampolla, cuando la sangre adopta la forma del recipiente, y a partir del día 28 comienza lentamente a solidificarse, aunque algún año ha permanecido en estado líquido durante más tiempo.
En las observaciones que se realizan recientemente se comprueba que se trata de un proceso muy lento. Y en las dos ampollas, la de Madrid y la de Ravello, sucede lo mismo y en los mismos tiempos.
Unos dos meses antes el contenido de una y otra ampolla va cambiando de color, de más opaco -un color marrón-violáceo oscuro- se va haciendo más transparente y rojizo; al principio disminuye el volumen, como se si contrajera, y después aumenta el volumen cuando paulatinamente va a pasar al estado líquido; el día 27 es cuando mayor grado de liquidez muestra; después de la fiesta, otra vez, también poco a poco y progresivamente pasa al estado sólido: disminuyendo de volumen, perdiendo la transparencia y volviendo recobrar el color más oscuro en el que permanece el resto del año.
Es un fenómeno no tiene nada que ver con calor o frío, porque nadie manipula la ampolla, e iría en contra de lo natural, pues cuando hace más calor la sangre se solidificaría y cuando hace frío podría permanecer más tiempo líquida.
Los médicos y enfermeras que han observado la ampolla aseguran que su contenido se comporta como verdadera sangre, pero ni siquiera con métodos físicos podría lograrse en la sangre un cambio de sólido a líquido y luego de líquido a sólido, y así sucesivamente; sólo podrían realizar una vez el paso de sólido a líquido con una porción, pero luego no podrían pasar esa misma porción de líquido a sólido; y tampoco los dos pasos sucesivos al revés.
TESTIMONIO EXPERTO DE LA LICUEFACCIÓN DE LA SANGRE EN RAVELLO Y MADRID
La sangre de San Pantaleón fue cuidadosamente examinada en 1924, por el capitán inglés I. R. Grant, en Ravello, cerca de Amalfi (Italia). El relicario se halla en la capilla del Santísimo Sacramento de la cátedra.
Veamos lo que dice el análisis: El relicario es un vaso de vidrio en forma de disco circular, cuyas caras son planas.
Contiene en su parte inferior un asiento de substancia oscura opaca, que según la tradición sería un poco de arena o de tierra, sobre la que se volcó la sangre, cuando la cabeza del mártir fue separada del cuerpo.
Sigue inmediatamente una capa de substancia blanquecina y sobre ella una capa muy estrecha, parecida a una cinta de sangre, de color pardo oscuro; todo perfectamente opaco.
Encima hay una capa de materia que parece desecada, finalmente un poco encima de esta última, una línea de minúsculas ampollas desecadas, que marca el nivel más alto alcanzado por la materia adiposa durante la licuación.
Más alto todavía, y enteramente separadas del resto se ven en el interior del vidrio, algunas placas no transparentes, de color rojizo.
Sobre la cara exterior del relicario hay un depósito notable de fino polvo, que comprueba que no se la ha tocado desde hace mucho tiempo.
Se ve además una gran grieta que comienza un poco debajo del nivel de la sangre, toca la parte superior del relicario y se prolonga sobre el otro lado.
Fué, se dice, el resultado de un accidente. En 1759, la sangre estaba líquida; un canónigo acercó la llama de un cirio al vidrio, que se resquebrajó. La sangre comenzó a filtrar a través de la grieta. El canónigo suplicó al Santo que detuviera el desastre. La sangre cesó en seguida de filtrar, pero quedan sobre la pared exterior, a lo largo de la grieta, algunas gotas de color pardo oscuro, como de cera; me pareció que la grieta era demasiado marcada para que retuviera un líquido cualquiera por sobre su nivel.
El sábado 19 de julio de 1924, inmediatamente después de la Misa de las seis, el arcipreste me invitó a subir sobre la pequeña plataforma detrás del relicario a examinar su contenido. Era la primera vez que yo lo veía después de la fiesta de la Traslación, en mayo, y no había cambio apreciable.
El viernes siguiente, 23 de julio, a la misma hora, subimos de nuevo juntos sobre la plataforma. Nada hubo que observar.
Mientras todos nos pusimos un instante de rodillas, el arcipreste recitó una breve oración; cuando nos levantamos, vimos que la licuación había comenzado ya.
Todos observamos indistintamente que la parte izquierda de la estrecha banda de sangre había tomado color vivo, del tinte de un rubí.
Examinando el relicario de frente, vi muy claramente que las gotitas pardas oscuras que estaban en la parte exterior de la grieta, se habían humedecido, volviéndose casi enteramente líquidas, aunque su color permaneciera el mismo
El 26 de julio la licuación no era todavía completa; el 27 de julio pude comprobar que el prodigio se había cumplido enteramente por la mañana.
No podía tenerse la menor duda sobre el carácter líquido de las gotitas, anteriormente endurecidas, que adherían a la parte exterior del recipiente, y un examen más atento hecho el martes 29 de julio me demostró que las mismas eran de un rojo oscuro, si se proyectaban sobre la sangre colocada en el interior y un rojo más claro, si se destacaban sobre la sustancia lechosa citada más arriba.
Así he descrito mis propias observaciones acerca de este prodigio de Ravello.
Otra porción de la sangre de San Pantaleón se conserva no sólo en Nápoles, como lo indicó el Padre Thurston, sino también en el Convento de la Encarnación de Madrid.
A mi solicitud, Cronin, doctor en teología, observó los fenómenos concernientes a esa reliquia; él comprobó que el cambio ocurre la víspera de la fiesta (26 de julio), mientras es objeto de veneración de los presentes.
Se conserva en la iglesia, en una ampolla móvil. La sangre consiste en una masa dura, seca, sólida, como una especie de barro cocido de un tono pardo muy oscuro, que toma el aspecto de la sangre fresca, líquida y de color vivo.
Permanece en ese estado el día de la fiesta, luego se solidifica progresivamente, durante la noche siguiente. En Ravello, en cambio, se comprueba que la sangre permanece líquida durante más de seis semanas después de la fiesta; mientras que la conservada en Valle della Luciana y que también vi, queda líquida todo el año.
Me atrevo a expresar mi convencimiento de que los hechos que he visto y descrito, no parecen susceptibles de ser explicados por causas naturales.

Fuentes:

Foros de la Virgen María

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