"Yo os amo
como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. Si
obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os hablo así para
que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Mi mandamiento es este:
Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el
que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si
hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre
me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a
vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto
permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es,
pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros."
Volvemos hoy a las palabras de
Jesús en la última cena. En el evangelio de Juan, se nos presenta aquí el
núcleo de las enseñanzas de Jesús. Podríamos decir que es su testamento
espiritual. Y lo que nos pide es, que nos amemos unos a otros. Es un discurso
sobre el amor y la amistad.
Jesús declara su amor hacia
nosotros y nos pide que permanezcamos en ese amor y lo hagamos extensivo a todo
el mundo. Somos sus amigos porque no nos ha ocultado nada de Él ni del Padre.
En Él descubrimos que el Padre también es amor. Y que en ese amor reside la
verdadera felicidad.
Nuestra sociedad busca
desorientada la felicidad. No sabe que la tiene muy cerca. La tiene en su
corazón, en cada una de las personas. Es el amor. Ese amor de Dios a nosotros y
ese amor que debemos tenernos entre nosotros, a imagen del suyo. Es sencillo,
pero a la vez difícil de obtener; porque nuestro egoísmo nos impulsa a mirarnos
sólo a nosotros y olvidarnos de los demás. Sólo cuando comprendamos el secreto
del amor, nuestra alegría será completa.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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