VATICANO, 17 May. 16 / 04:33 am (ACI).- La tentación de la
mundanidad es una de las principales que sufre todo cristiano y contra la que
debe luchar. Así lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta al advertir que muchos destruyen al prójimo por sus ansias de poder y de
ser más que el prójimo.
Al comentar las lecturas del día, el Santo Padre explicó que Jesús
enseña a sus discípulos el camino del servicio cuando se preguntan quién es el
más grande entre ellos. “Jesús habla un lenguaje de
humillación, de muerte de redención y ellos hablan un lenguaje carrerista:
¿quién estará más alto en el poder?”.
Esta es “una tentación que tenían ellos”, eran
“tentados por el modo de pensar del mundo mundano”.
“En el camino que Jesús nos enseña para ir adelante, el servicio es la regla”.
“El más grande es el que más sirve, aquél que está
más al servicio de los otros, no el que cuenta, el que busca el poder, el
dinero… la vanidad, el orgullo… No, estos no son los grandes”, afirmó el Papa.
“Esto es lo que sucedió con los apóstoles, también
con la madre de Juan y Jacob, es una historia que sucede cada día en la Iglesia, en cada
comunidad. ‘De nosotros, ¿quién es el más grande?, ¿quién manda?’. Las
ambiciones. En toda comunidad –en las parroquias o en las instituciones–
siempre hay esta querencia de ‘escalar’, de tener el poder”.
Francisco manifestó entonces que “la
vanidad, el poder… es como y cuando tengo esta querencia mundana de ‘ser con el
poder’, no de servir, sino de ser servido, no se ahorra nunca cómo llegar: los
chismes, ensuciar a los otros… la envidia y los celos llevan a este camino y
destruye. Y esto nosotros lo sabemos todos”, aseguró.
El Obispo de Roma expresó que ocurre “en
cada institución de la Iglesia: parroquias, colegios, otras instituciones,
también en los obispados… todos. La querencia del Espíritu del mundo, che es
espíritu de riqueza, vanidad y orgullo”.
"Cuando los grandes santos decían sentirse muy
pecadores es porque habían entendido este espíritu del mundo que estaba dentro
de ellos y tenían muchas tentaciones mundanas”.
“Ninguno de nosotros
–prosiguió– puede decir: no, yo soy una persona
santa, limpia”, pero “todos nosotros somos tentados por estas cosas, somos
tentados de destruir al otro para subir”, afirmó.
“Es una tentación mundana, que divide y destruye la
Iglesia, no es el Espíritu de Jesús”, recordó
antes de pedir imaginar la escena: ‘Jesús que dice
estas palabras y los discípulos que dicen ‘no, mejor no preguntar demasiado,
vamos adelante’, y los discípulos que prefieren discutir entre ellos sobre
quien será el más grande”.
Francisco terminó diciendo: “Nos hará bien pensar en las veces que hemos
visto esto en la Iglesia en las veces que nosotros hemos hecho esto, y pedir al
Señor que nos ilumine para entender que el amor por el mundo, es decir, este
espíritu mundano, es enemigo de Dios”.
Lecturas comentadas por
el Papa:
Primera lectura.
Santiago 4:1-10
1 ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?
2 ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís.
3 Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.
4 ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.
5 ¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros?
6 Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos.
9 Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza.
10 Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
1 ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?
2 ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís.
3 Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.
4 ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.
5 ¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros?
6 Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos.
9 Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza.
10 Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
Marcos 9:30-37
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».
Por Alvaro de Juana
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