El Santo Padre pide no confundir la piedad con el
pietismo, que consiste solo en una emoción superficial.
Por: Papa Francisco / Rocío Lancho García | Fuente: ZENIT
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Bajo una intensa lluvia, la plaza de San Pedro ha quedado cubierta por miles de paraguas de colores, para proteger a los peregrinos venidos de todos las partes del mundo para asistir a la audiencia jubilar del sábado con el papa Francisco. Aunque el mal tiempo no ha impedido que los fieles demostraran su alegría y entusiasmo ante el paso del Pontífice en el jeep cubierto antes de comenzar la audiencia.
Por: Papa Francisco / Rocío Lancho García | Fuente: ZENIT
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Bajo una intensa lluvia, la plaza de San Pedro ha quedado cubierta por miles de paraguas de colores, para proteger a los peregrinos venidos de todos las partes del mundo para asistir a la audiencia jubilar del sábado con el papa Francisco. Aunque el mal tiempo no ha impedido que los fieles demostraran su alegría y entusiasmo ante el paso del Pontífice en el jeep cubierto antes de comenzar la audiencia.
A causa de la lluvia, los enfermos han seguido la audiencia desde el
Aula Pablo VI, hasta donde el Papa se ha dirigido antes de salir a la plaza.
Saludando a los allí presentes, les ha pedido que recen por él.
Antes de comenzar la catequesis en la plaza, el Santo Padre ha querido
agradecer a los presentes su presencia a pesar del mal tiempo. Asimismo, ha
pedido un aplauso para los enfermos que siguen la audiencia gracias a las
pantallas gigantes colocadas en al Aula Pablo VI. “Es
difícil aplaudir con el paraguas en la mano”, ha bromeado.
En el resumen hecho en español de la catequesis, el Pontífice ha
explicado que “uno de los aspectos de la
misericordia consiste en apiadarse de los que sufren”. La pietas –ha
indicado– es un concepto que, en el mundo greco-romano, indicaba la devoción
debida a los dioses, así como el respeto de los hijos hacia sus padres. Por eso
ha reconocido que “hoy se debe estar atentos a no
confundir la piedad con el pietismo, que consiste solo en una emoción
superficial, que no se preocupa del otro”. Del mismo modo ha aseverado
que tampoco se puede confundir con “la compasión
hacia los animales, que exagera el interés hacia ellos, mientras deja
indiferente el sufrimiento del prójimo”.
A continuación el texto completo de la catequesis
del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El día no parece muy bueno, pero vosotros sois
valientes y habéis venido con la lluvia. Gracias. Esta audiencia se hará en dos
lugares. Los enfermos están en el Aula Pablo VI, por la lluvia, están más
cómodos allí y nos siguen desde allí con las pantallas gigantes. Y nosotros
aquí. Estamos unidos los dos y os pido que les saludemos con un aplauso. No es
fácil aplaudir con el paraguas en la mano ¿eh?
Entre los aspectos de la misericordia, hay uno
que consiste en sentir piedad o apiadarse de los que necesitan amor. La pietas,
la piedad, es un concepto presente en el mundo greco-romano, donde se
indicaba un acto de sumisión a los superiores: sobre todo la devoción a los
dioses, después el respeto de los hijos hacia los padres, sobre todo ancianos.
Hoy, sin embargo, debemos estar atentos a no identificar la piedad con el
pietismo, bastante difundido, que es solo una emoción superficial y ofende la
dignidad del otro.
Al mismo tiempo, la piedad no se debe confundir
con la compasión que sentimos por los animales que viven con nosotros; sucede,
de hecho, que a veces se siente esto hacia los animales, y se permanece
indiferente hacia el sufrimiento de los hermanos. Cuántas veces vemos gente muy
unida a los gatos, a los perros, y después no ayudan con el hambre del vecino,
la vecina, ¿eh? No, no. ¿De acuerdo?
La piedad de la que queremos hablar es una
manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del
Espíritu Santo que el Señor ofrece a sus discípulos para hacerlos “dóciles al
obedecer a las inspiraciones divinas” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1830).
Muchas veces en los Evangelio se habla del grito espontáneo que personas
enfermas, endemoniadas, pobres o afligidas dirigían a Jesús: “Ten piedad” (cfr
Mc 10,47-48; Mt 15,22; 17,15). A todos Jesús respondía con la mirada de la
misericordia y el consuelo de su presencia. En estas invocaciones de ayuda y
petición de piedad, cada uno expresaba también su fe en Jesús, llamándolo
“Maestro”, “Hijo de David” y “Señor”. Intuían que en Él había algo
extraordinario, que le llevaba a ayudar y salir de la condición de tristeza en
la que se encontraban. Percibían en Él el amor de Dios mismo. Y también si la
multitud se aglomeraba, Jesús se daba cuenta de esas invocaciones de piedad y
se apiadaba, sobre todo cuando veía personas que sufrían y heridas en su
dignidad, como en el caso de la hemorroísa (cfr Mc 5,32). Él les pedía tener
confianza en Él y en su Palabra (cfr Jn 6,48-55). Para Jesús sentir piedad
equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo a
trabajar en primera persona para transformarla en alegría.
También nosotros estamos llamados a cultivar
actitudes de piedad delante de tantas situaciones de la vida, sacudiéndonos de
encima la indiferencia que impide reconocer las exigencias de los hermanos que
nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material (cfr 1 Tm
6,3-8).
Miremos el ejemplo de la virgen María, que cuida
de cada uno de sus hijos y es para nosotros creyentes icono de la piedad. Dante
Alighieri lo expresa en la oración a la Virgen en la cima del Paraíso: “In te
misericordia, in te pietate, […] in te s’aduna quantunque in creatura è di
bontate” (XXXIII, 19-21). Gracias.
Traducción realizada por ZENIT
La piedad verdadera –ha asegurado Francisco– es
manifestación de la misericordia de Dios y uno de los siete dones del Espíritu
Santo, que el Señor da a sus discípulos para que sean dóciles y sigan sus
inspiraciones divinas.
El Papa ha recordado que en los Evangelios
encontramos el grito espontáneo que muchas personas enfermas, endemoniadas,
pobres o afligidas dirigían a Jesús, expresando su fe en Él, “porque veían en
su persona el amor salvador del mismo Dios”. Jesús –ha añadido– respondía a
todos con la mirada de la misericordia y con el consuelo de su presencia,
invitándolos a confiar en Él y en su Palabra, porque, para Cristo, apiadarse
del otro es compartir su tristeza para convertirla en júbilo y alegría,
sanándolo del mal.
A continuación ha saludado a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y
Latinoamérica. “Que la Virgen Santa, Madre de Piedad y Misericordia, interceda
por nosotros ante el Señor Jesús, para que nos conceda apiadarse y
compadecernos amorosamente del prójimo y nos libre de la esclavitud de las
cosas materiales”, ha deseado.
Después de los saludos en las distintas lenguas,
ha dirigido unas palabras especiales para los jóvenes, los enfermos y los
recién casados. Así, ha recordado que hoy es la fiesta de San Matías, el último
de los apóstoles que entró a formar parte de los doce. Por eso ha pedido que
“su vigor espiritual” estimule a los jóvenes a “ser coherentes con vuestra fe”.
A los enfermos ha deseado que “su abandono en Cristo Resucitado” les sostenga
en los momentos de mayor dificultad. Finalmente, ha exhortado a los recién
casados a que “su dedicación misionera” les recuerde “que el amor es el
fundamento insustituible de la familia”.
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