jueves, 11 de julio de 2013

AMOR, LIBERTAD Y LEALTAD EN EL NOVIAZGO

Una pareja joven de esposos hablan sobre el noviazgo, la libertad, el amor y la lealtad.


Conversación con Javier Lozano y María José Garrote

JAVIER LOZANO y MARíA JOSÉ GARROTE constituyen a ojos vista un joven matrimonio feliz. Nos encontramos en un Congreso sobre la Familia organizado por las APAS. Javier es abogado, con un prestigioso despacho profesional. María José es licenciada en Derecho, dedicada a su marido y a sus dos hijos. De momento tienen siete. María José y Javier, hace unos pocos años todavía eran "chico-chica" (nos reímos), aunque también algo más: eran "novios". Me parece que puede resultar interesante hablar con ellos del noviazgo. ¿Quién no habrá de pasar por tal situación si no la ha pasado ya; o, si su camino es otro, dar un consejo, una opinión oportuna sobre el asunto? Vayamos, pues, al grano.

-¿Qué recuerdos os trae el noviazgo, que tenéis aún tan cercano?

J.L.- Cualquier matrimonio feliz convendrá en que el noviazgo es una época que se recuerda con mucha alegría, incluso con cierta nostalgia, sana, como una etapa dorada de la vida. Pienso que la felicidad que después se da en el matrimonio, en buena medida viene del cuidado, del mimo -diría yo- que se haya puesto en cuidar el noviazgo.

-Bien, pero ¿qué se entiende, o qué os parece que debería entenderse por "noviazgo"? Algunos piensan que es un concepto anacrónico y, por otro lado, se usa a veces como un eufemismo de relaciones aberrantes. ¿Cómo podría definirse el buen noviazgo, conforme a la recta razón?

-Podríamos empezar por exclusión, diciendo lo que no es: evidentemente no es una simple relación de amistad entre un chico y una chica. Eso sería escaso para lo que se pretende. Pero tampoco es una "relación prematrimonial", en el sentido que se suele dar ahora a esa expresión, como si fuera bueno en el noviazgo todo lo que es bueno en el matrimonio.

El noviazgo va más allá de la mera relación de amistad. Se añade una atracción hacia el otro -el chico o la chica- de un orden especial, inmaterial, espiritual, que se quiere fomentar, enriquecer, cultivar, en orden a resolver dos cuestiones que entonces se plantean: una, si es posible la continuidad de esa relación gozosa que ha surgido; y otra, si puede convertirse en matrimonial. Es decir, el noviazgo se vive en relación a un posible o incluso probable matrimonio, del cual obtiene sus propias notas características. Es decir, de cómo se entienda el matrimonio, depende lo que se entienda por noviazgo.

LOS "EN-AMOR-DADOS"

-¿Y vosotros, qué entendéis por matrimonio y, en consecuencia, por noviazgo?

J.L. -El matrimonio es, en síntesis -como muestran el Derecho natural y el Magisterio de la Iglesia- la unión de uno con una para siempre, abierta a la fecundidad. Subrayo la palabra unión, aunque tiene mayor alcance y rigor jurídico la palabra "vínculo". Una unión que ha de ser fiel e indisoluble. Si lo concibes así, como en realidad es por naturaleza, en el noviazgo sabes con más claridad a lo que vas, que es a profundizar en el conocimiento de la persona con la que sales, con la cual posiblemente podrás llegar a compartir toda tu vida.

El mismo lenguaje tiene expresiones acertadas para la variedad de situaciones, recogidas por el profesor Viladrich en un libro que recuerdo con agrado, Amor y matrimonio. De los novios se dice que están enamorados: "en-amor-dados", es decir, viven una relación de cariño presidida por el respeto y la lealtad. Es un tiempo en que es natural pasarlo muy bien y disfrutar en el descubrimiento de otra personalidad, otro "yo", complementario en tantos aspectos. Pero es preciso tratarla en serio, sabiendo que el noviazgo es una cosa y el matrimonio otra. ¡Ya llegará, si Dios quiere!. No hay que tomarse anticipos. Recuerdo que nos decían mis padres cuando comentábamos en casa algún futuro plan, aunque no tuviera malicia alguna: "¡pero, ¿qué dejáis para el matrimonio?!". Hay sabiduría en esa pregunta.

LEALTAD EN LIBERTAD

M.J.G.- Con el matrimonio, los "en-amor-dados" se convierten en "es-po-sa-dos", porque se han creado unos vínculos afectivos que llegan a la entrega total y definitiva, que requiere absoluta fidelidad y ayuda mutua. Además, estas actitudes son exigibles por cada uno y debidas al otro. En el noviazgo, en cambio, hay que conjugar la libertad con la lealtad. Por eso el noviazgo tiene unos límites que no existen en el matrimonio y que no se deben traspasar. Y esto es lógico porque el matrimonio es indisoluble y el noviazgo no. El noviazgo es la preparación y debe estar regido más por la cabeza que por el corazón. Las decisiones deben estar tomadas con la cabeza. Cualquier extralimitación en el noviazgo, paradójicamente, se convierte en límite, en una especie de losa que después pesa sobre la libertad, y en consecuencia puede comprometer el acierto de futuras y graves decisiones.

En definitiva, aquí, como en todo, el dominio de la pasión impide el dominio de la razón, y hace muy difícil, si no imposible, hacer lo que realmente conviene en cada momento. Incluso me parece que durante el noviazgo la creación de ciertos lazos o vínculos -como tener cuentas corrientes conjuntas, comprar cosas entre ambos, etcétera- es innecesario, más aún, puede estorbar, porque crea una situación artificial que merma la libertad que sí es necesaria durante ese período.

-¿Esa libertad necesaria quiere decir que cada uno es libre de salir con el novio o novia, y también él con otras chicas y ella con otros chicos?

-Durante el noviazgo pueden surgir serias y razonables dudas sobre la conveniencia de continuarlo o de cortarlo. Y puede llegar un momento en que la lealtad exija plantear una crisis para no comprometer el futuro de ambos, que no debe edificarse sobre la inestabilidad. Cuando las expectativas, esperanzas, ilusiones no son compartidas o generan dudas fundadas, serias, sobre la estabilidad de la futura convivencia, hay que cortar. Porque si no, se crearía una situación artificiosa cada vez más difícil de superar. Los afectos creados y los intereses comunes conducirían o bien al aislamiento, que no es lo natural; o bien a buscar sistemáticamente la compañía de terceros, porque entre ambos ya estaría dicho todo y el encanto del salir solos se desvanecería.

Pero la lealtad obliga normalmente a los novios a no tratar a terceras personas de tal manera que facilite la dispersión del afecto. Hay una voluntaria atadura, la sujeción libre a unos deberes. José Luis Soria, en un libro muy útil, dice que quizá por eso tenga hoy tan pocas simpatías el noviazgo serio. Y añade que quien vea el deber como una falta de libertad, quien no sepa renunciar a determinadas posibilidades por amor, quien no quiera que nada ni nadie le coarte, quien no se decida a aceptar ese necesario condicionamiento, se descalifica automáticamente hasta para el matrimonio, que implica la definitividad del compromiso provisional y primerizo del noviazgo. Y nos estamos refiriendo no a un compromiso jurídico o formal, sino a un compromiso íntimo, quizá sin ninguna manifestación explícita, pero no por eso carente de fuerza.

-María José y Javier están tan de acuerdo, al menos en este asunto, que no es posible separarlos ni en los aspectos opinables de la cuestión. Merecen nuestra enhorabuena. Continúa, por favor, María José.

M.J.G.- Me parece muy enjundioso el consejo del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, que he leído en Conversaciones: "el noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento. Y, como toda escuela de amor, ha de estar inspirado no por el afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza" (). Me parece que en estas palabras se puede descubrir el ambiente en el que pueden desarrollarse armónicamente, sin estorbarse, al contrario, tanto la libertad como la lealtad.

-¿Y no es muy difícil -imposible, piensan algunos- vivir con esa nobleza, con esa limpieza, o por decirlo mejor, con esa pureza de intención y de conducta que estáis proclamando entre líneas? (María José y Javier no creen ser una excepción y realmente no lo son. No son extraterrestres) La pregunta es la siguiente: ¿Qué hay que hacer y qué hay que evitar para conseguirlo?

M.J.G. -Fácil no es, desde luego, vivir esas virtudes que son tan humanas como cristianas. El ambiente es difícil, incluso a veces hostil: hay mucha presión contraria. Pero vale la pena ir contracorriente. El amor es lo que nos hace felices y el amor verdadero sólo prende con sacrificio, luchando con sentido de responsabilidad y espíritu deportivo. Así, se consigue. Además, para el cristiano, si hay caídas, también hay el remedio de la Confesión, que cura y fortalece, nos levanta y dignifica. Como es lógico, hay que evitar las ocasiones de empañar la propia dignidad personal y la del otro: los sitios poco frecuentados, los "roces" excesivos con pretexto del cariño… son los principales enemigos. Hay que medir las consecuencias de los propios actos. Salir hasta altas horas de la noche, por sistema, no hace bien, debilita la voluntad. Queramos o no, la noche no es lo mismo que el día: ni se trabaja lo mismo, ni se tiene el mismo dominio de sí. Es más difícil dominar la voluntad después de haber visto una película picante, con varias copas en el cuerpo y a las tres de la madrugada. Como regla general, es evidente que el estado de ánimo no es el mismo a las 12 del mediodía que a las altas horas de la noche. Además, si se valora el tiempo, al día siguiente hay que trabajar, lo cual es incompatible con el sueño profundo…

J.L.- Tampoco nos parece oportuno que grupos de novios vayan de excursión un fin de semana. Más bien puede perjudicar. Yo diría también que a medida que se consolida el noviazgo, el espíritu debe tomar la iniciativa, las riendas, para que las almas se vayan compenetrando, porque es de ahí que surge el cariño más rico, permitiendo un conocimiento más hondo y unitivo. Si durante el noviazgo no pusiéramos reservas al cuerpo, el amor perdería su dimensión espiritual, las relaciones serían meramente pasionales y pondrían en peligro el futuro matrimonio.

LA PRUEBA… DE LA DEFUNCIÓN

-Ciertamente, la experiencia de siglos habla en este mismo sentido. Pienso que una estadística veraz sobre ese punto resultaría muy ilustrativa. De un noviazgo dominado por la relación sensual, la felicidad del matrimonio que le siga será muy pobre y corta…

J.L.- Es que el placer sensual, por naturaleza, no establece compromisos duraderos y la posesión de uno por el otro, en el noviazgo es egoísta. Decía Goethe que "el amor no domina, cultiva". La posesión no es -como a veces se pretende- una "prueba" del amor, sino casi su partida de defunción. Muchos van al matrimonio "de penalty", forzados por unas relaciones mantenidas en el tiempo, pero que han perdido el significado de entrega, de fidelidad, de donación de uno mismo, de apertura a la descendencia. El placer posesivo es interesado, no busca al otro o la otra, no respeta la dignidad de la persona y da pie a la infidelidad y a la desgracia. En este sentido, me parece especialmente importante el papel de la mujer -de la novia-, porque la mujer es más reposada, menos impulsiva. Debe fomentar un atractivo personal, pero no a base de perder parcelas de su intimidad. La mujer es más pudorosa, tiene recursos suficientes para explotar sus cualidades personales haciéndose respetar y no a base de perder el decoro o de ser provocativa. En esto los padres han de desarrollar una importante labor de orientación.

EL "NOVIAZGO" DE ADOLESCENTES

-¿Qué opináis del noviazgo entre adolescentes?

-Que entrañan su peligro. Conllevan relaciones largas que con frecuencia se convierten en tediosas, aunque no siempre suceda así. Como el matrimonio suele quedar lejano, suelen acabar rompiéndose, con traumas de diversa consideración. Lo preocupante, por lo general, es que el adolescente no está suficientemente desarrollado y para llegar a tener una personalidad vigorosa requiere -como dicen buenos especialistas sobre el asunto- el trato con personas del mismo sexo. Aquí reside también un riesgo de la enseñanza mixta a todos los niveles: no facilita la afirmación de los rasgos femeninos en la mujer y de los masculinos en el chico. Es uno de los puntos que se han subrayado en este Congreso sobre la Familia. El matrimonio es la unión de dos caracteres no idénticos, sino complementarios. Es una comunidad de vida y amor abierta a la fecundidad. Si alguno de los términos o extremos del edificio no está bien definido, puede ser que por ello el edificio no se caiga, pero ponemos en peligro su estabilidad, facilitamos la aparición de grietas de reparación difícil.

CÓMO CONVIENE CONOCERSE

-Decís, con mucha razón, que el noviazgo tiene una función clara de mutuo conocimiento. ¿Qué aspectos de la otra persona os parece que merecen mayor atención?

J.L. -Hay un punto que no puede despreciarse: las creencias religiosas del otro, que es preciso conocer y, en lo posible, ambos deben unificar, por la sencilla razón de que pueden condicionar comportamientos futuros entre los cónyuges y de éstos con los hijos. Hay un dicho que las madres recuerdan con frecuencia: "el hombre debe rezar cuando va al mar, una vez; cuando va a la guerra, dos; y cuando se va a casar, tres". Es verdad; si antes del noviazgo se tiene una cierta práctica religiosa, con el noviazgo no llega el momento de abandonarla sino de intensificarla, pues conviene pedir al Señor por el otro, además de por uno mismo, y pedirle luces para ver con claridad, porque dudas siempre las hay en el noviazgo. Creo que debe conocerse bien el ámbito familiar, el ambiente que se respira en las casas paternas. No se trata de frecuentarlas. En mi opinión, esto se debe evitar, por lo que hemos dicho antes sobre la necesaria libertad que ha de conjugarse en esa etapa. Convertirse en "uno más de la familia", sin serlo, al menos todavía, es artificioso y puede resultar perjudicial. Pero sí que debe conocerse el ámbito familiar del otro, porque da muchas pistas de si se viven y de cómo se viven ciertas virtudes; cómo se comporta ella o él en familia, si hay alegría en la casa, si hay orden, espíritu de servicio, etcétera. También así se conoce mejor el ambiente social en que se ha formado, se pueden conocer mejor los gustos de la novia y mejorar los "detalles" con ella.

¿QUE CANTIDAD DE TIEMPO JUNTOS?

-Entonces, ¿os parece aconsejable "salir" mucho, estar mucho tiempo juntos durante el noviazgo?

-No, no. Nosotros vivíamos en distintas ciudades, nos veíamos poco y nos quedábamos con las ganas. Esto me parece lo mejor: un poco de cartas, un poco de teléfono y un poco de vernos. Personalmente prefiero que haya sido así. Lo contrario pone las cosas más difíciles y disminuye la ilusión.

RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES

-Ahora, como el tiempo vuela, pronto -relativamente pronto- hijos en edad de merecer. ¿Qué pensáis de la labor orientadora de los padres por lo que se refiere al noviazgo de los hijos?

J.L. -Que es, como en todo, importante, pero su eficacia no estriba tanto en la cantidad como en la calidad de intervención. Si está presidida por el cariño y la generosidad, siempre tiene eficacia. Pero el estar muy encima de los chicos puede convertir en "meticon", y de eso no se trata. Creo que los padres deben orientar no con afán fiscalizador sino a modo de consejeros, en el ambiente familiar, fluido, confiado y desinteresado, que han de crear con los hijos. En este sentido es bueno que los padres se animen a leer, a documentarse sobre el tema, que no den por sabidas las cosas, que no se limiten a recordar su experiencia, que es fundamental, pero que ha de enriquecerse con otras experiencias, con argumentos, con criterios razonables.

DATOS BIBLIOGRÁFICOS

-Entonces no tenéis más remedio que proporcionarme una buena bibliografía sobre nuestro asunto. A ver.

-Hay mucha. Además de los autores que ya hemos mencionado, los libros que nos ha resultado más útiles, de entre los leídos, quizá sean -de nivel universitario-, el de Javier Hervada, Diálogos sobre el amor y el matrimonio (Ed. EUNSA, Pamplona 1974). Este es un libro excelente en su género. Más asequibles a todos los lectores: La educación sexual, de varios autores (Libros MC, Ed. Palabra, Madrid 1984). De la misma editorial, Amor y matrimonio, de E. Fenoy y J. Abad; Amar y vivir la castidad, de José Luis Soria; y Amor y noviazgo, de Mauricio Alegre. También es bueno Diálogos para novios, de Gabriel Calvo (Ed. Alameda. Madrid 1972)…

Antonio Orozco Delclós

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un matrimonio feliz hace un maravilloso noviago, algunos piensan que el matrimonio puede ser un concepto muy difícil. El noviazgo va mas allá de la mera relación de amistad...