Esta fue la noticia de hace unos días: El Papa Francisco inauguró una estatua dedicada a San Miguel Arcángel, en los jardines del Vaticano, ante la presencia del Papa Emérito Benedicto XVI, que en su tiempo aprobó la iniciativa.
Consagramos el Estado de la Ciudad del Vaticano también a San José, custodio de Jesús y de la Sagrada Familia, dijo el Papa Francisco. Su presencia nos haga aún más fuertes y valientes en dejar espacio a Dios en nuestras vidas, para vencer el mal con el bien. Le pedimos que nos custodie y nos cuide y que la vida de la Gracia crezca cada día en cada más en cada uno de nosotros.
Pero el acontecimiento no se puede quedar en una “anécdota” protagonizada por este papa que rompe moldes y “desata nudos”, como la Virgen famosa. La acción del Papa tiene más alcance de los que parece. Ya dijo Pablo VI que el humo de Satanás se había filtrado por el Vaticano. Y no debe extrañarnos que el demonio se cuele en el mismo “cogollo” de la Iglesia para tratar de corromper desde dentro. Ya lo ha intentado muchas veces en los seminarios, en los conventos y noviciados, en las mismas filas del clero… Y lo dramático es que no se puede hablar del tema sin que haya un gracioso que se ría. Al demonio no se le toma en serio, es motivo de mofa por parte de los que `piensan que es pura ficción de épocas pasadas, de teologías trasnochadas.
No podemos ser ingenuos pensando que el mal es una invención nuestra, que es el hombre quien hace cosas malas sin necesidad de seres “exóticos y fantásticos” que nos pongan zancadillas. Nuestro corazón está siempre amenazado por la oferta del mal. Dice Allan Poe: El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano. El demonio juega con nuestros caprichos. Y a veces cometemos la osadía de ofrecerle lo que tenemos. Un proverbio chino dice: Cuando la piedra ha salido de la mano, pertenece al diablo.
La iniciativa del Papa Francisco de consagrar el Vaticano a San Miguel ha sido un acto de verdadera prudencia pastoral. A las ovejas que están más cerca de él no quiere que el diablo las zarandee. La piedra que sale de la mano de un servidor de la Iglesia, la toma con urgencia el diablo y la convierte en chirigota de circo para divertir a los enemigos de Dios. San Miguel está para algo, y San José para custodiarnos. Ya iba siendo hora de que descendiéramos un poco de las cátedras y de los pulpitos para pisar tierra y poner orden en el redil. La fe ha de ir necesariamente acompañada de obras, y protegida por los defensores de Dios. ¡¿Quién como Dios?!
Juan García Inza
martes, 9 de julio de 2013
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