martes, 21 de mayo de 2013

LA SATURACIÓN AUDIOVISUAL, UNA ESTRATEGIA DEL HOMOSEXUALISMO POLÍTICO


Quienes dedicaron algún tiempo a ver el último festival de Eurovisión pudieron constatar, cómo en ocasiones anteriores, que siempre aparece una pieza, un país, que hace propaganda explícita de la homosexualidad. En este caso correspondió a Finlandia y la presentación estaba dirigida a promover el ‘matrimonio’ homosexual, una práctica que existe solo en un mínimo número de países del mundo y que no ha existido nunca en la historia de la humanidad, ni tan siquiera en aquellas sociedades homoeróticas donde la relación homosexual era considerada como una práctica positiva.

Lo que sucedió en Eurovisión no es una anécdota sino el producto de una estrategia de larga duración originada en Estados Unidos y que ya hace algunos años que se ha extendido por toda Europa. Se la llama ‘saturación’ y se trata de introducir, sobre todo a través de la televisión pero no menospreciando otros géneros, la práctica homosexual y los homosexuales de una forma masiva hasta conseguir la impresión de que se encuentran en una proporción extraordinariamente alta en la sociedad.

No importa que en nuestra vida cotidiana tal hecho no se produzca, que no tengamos conocimiento tan habitual ni tan frecuente de personas homosexuales, o que aquellas que conozcamos mantengan un perfil que no encaja para nada con el estereotipo homosexual. Lo que importa es presentarlos hasta la saturación y siempre configurando un estereotipo positivo. Siempre son más simpáticos, amables, humanos, acogedores que los perfiles heterosexuales.

Son divertidos, creativos. Nunca aparecen entre ellos delincuentes malvados, asesinos en serie ni nada que se le parezca. Ni el cine ni la televisión se han ocupado nunca de un hecho social predominante como es que todo un género de pedofilia está conectado estrechamente a la homosexualidad. Es irrelevante su presencia en la televisión en situaciones de conflicto, y son perfectamente desconocidas las narraciones en cualquier género que remitan a homosexuales mayores, ancianos. Es un detalle importante, siempre se trata de población joven, de adultos, que a duras penas llegan a los 45 años. En el imaginario colectivo los homosexuales jubilados no existen.

Esta misión se articula con una segunda. Se trata de presentar a la homosexualidad como un estadio mucho más positivo que el heterosexual. Y esto se hace por dos vías: una, a través de estudios imaginarios que presentan, por ejemplo, que dos padres o dos madres obtienen mejores resultados con los hijos que la familia natural. También porque repiten una y otra vez, y esto en una sociedad materialista tiene mucha importancia, su alto nivel de vida y de consumo, como si todos los homosexuales fueran personas de ingresos medios y altos.

También se produce con el enfoque que se le da a la llamada ‘salida del armario’. Cuando un heterosexual anuncia su homosexualidad es saludado como un hecho positivo, pero cuando un homosexual intenta lo opuesto es castigado y reprimido no solo por el homosexualismo político sino por los medios de comunicación.

En realidad, el mensaje que está mandando esta posición es que el estadio estable y deseable del ser humano es la homosexualidad, porque se puede transitar de manera natural de hetero a homo, pero es contra la naturaleza –dicen- que un homo quiera recorrer el camino para convertirse en hetero.

En todo este planteamiento, propio del homosexualismo político, es decir de aquellas organizaciones y personas que tienen fines políticos dirigidos a modificar las instituciones para que éstas se adapten a sus formas de vida aún a costa de destruir las instituciones naturales de nuestra sociedad, se olvida que existe otro grupo mucho más numeroso de homosexuales que no participan de esta condición política.

Es decir, que no han hecho de la relación sexual el eje y el motor de su vida sino que son buenos ciudadanos, buenos profesionales, mantienen relaciones sentimentales con otras personas del mismo sexo pero lo hacen como un espacio privado, reservado a su actividad íntima, que no se convierte en el eje de sus posiciones públicas ni de sus preferencias políticas. Es decir se comportan como la mayoría de heterosexuales que no hacen de la relación sexual el fin de sus vidas.

Naturalmente que en estos últimos también hay un grupo que ha hecho del sexo la seña de identidad hilo conductor de todas sus dimensiones humanas, pero la diferencia radica en que esta minoría, aunque cada vez más presente y activa en los medios de comunicación, todavía no posee la organización y el alcance del homosexualismo político.

ForumLibertas.com

Rafael de la Piedra

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