Expresó ese pensamiento al recordar el adiós ejemplar de Juan Antonio Vallejo-Nágera en aquella célebre entrevista con Jesús Hermida.
“Mi mujer fue la que me recondujo de verdad” a Dios, le confesó José Luis Olaizola a Gonzalo Altozano este sábado en No es bueno que Dios esté solo (Intereconomía TV). El escritor donostiarra, nacido en 1927 y ganador del Premio Planeta en 1983 con La guerra del general Escobar, había perdido a su madre con un año, su padre “no era creyente, aunque murió muy bien”, y sus ocho hermanos –él era el pequeño- vivían despreocupados de la cuestión religiosa.
Pero al principio, cuando conoció a la que luego sería su esposa, madre de sus 9 hijos y abuela de sus 21 nietos, ésta le rechazó, porque andaba algo perdido en la carrera de Derecho y en la vida. Olaizola se puso a estudiar en serio tras la inicial negativa, y además fue así como descubrió su talento para escribir, por el que se ha hecho célebre.
VIVIANO, UN HOMBRE CRUCIAL EN SU VIDA
Conoció el Opus Dei a través de su hermano Viviano, un hombre que hizo tres guerras “y perdió las tres”: la Guerra Civil, porque el Alzamiento le sorprendió en el Madrid rojo y lo alistaron en un batallón comunista; la mini-guerra intracomunista de marzo de 1939, porque su unidad se opuso al golpe del coronel Segismundo Casado, y fue depurado por éste; y por último, la Segunda Guerra Mundial, pues se alistó a la División Azul.
Precisamente en el Lago Volchov fue gravemente alcanzado en una pierna: “Estaba aislado y sintió que se moría. Quiso rezar el Señor mío Jesucristo, y no lo sabía. El Yo pecador, y tampoco lo sabía”. Sin embargo sus compañeros acudieron al rescate y salvó la vida, aunque tuvieron que amputarle el miembro herido. Aun así estudió Medicina y llegó a ser director del Hospital del Niño Jesús, y una persona extraordinariamente querida por todos.
“Él fue el primero que me habló del Opus Dei. Lo que me atrajo fue pensar que el trabajo que estaba haciendo podía ser mi medio de santificación”. Aunque su caso era distinto al de su gran amigo Gregorio López Bravo: al que fuera ministro de Asuntos Exteriores “lo que más le gustaba era trabajar”, así que esa espiritualidad le convenía. Pero a Olaizola, que era el caso contrario (“lo que menos me gusta es trabajar”)... también, pues le daba sentido a la penalidad.
El autor de Volverá a reír la primavera se considera un privilegiado porque ha conocido a San Josemaría Escrivá de Balaguer (quien aparece episódicamente en dicha novela), a Álvaro del Portillo y a Javier Echevarría, los tres prelados ("los tres, referencia constante en mi vida") de una Obra que “compromete a vivir las virtudes evangélicas: austeridad, solidaridad, pensar en los demás...”. Y a un constante estar “en presencia de Dios” mediante la misa y el rosario diarios, las oraciones de la mañana y de la noche, la lectura espiritual, etc.
“Sentirse constantemente en presencia de Dios es maravilloso, saber que Dios está contigo, que no te deja de la mano... ¡Dios no atosiga, conforta!”, proclama Olaizola.
¿UN ESCRITOR CATÓLICO? NO: UN CATÓLICO QUE ESCRIBE
No se considera “un escritor católico” al modo de Graham Green o Evelyn Waugh, “que escriben sobre temas puntuales de nuestra fe”, pero sí “un católico que escribe”, aunque por supuesto Dios esté presente en sus libros: “Es inevitable que hable de algo tan querido y entrañable para mí”.
Desde hace años, Olaizola está comprometido con la ONG fundada por él Somos Uno, que lucha contra la prostitución infantil en Tailandia. Una cuestión a la que dedicó su novela La niña del arrozal. Por eso, cuando la familia banquera Ybarra le pidió que escribiese sobre su antepasada, la Beata Rafaela Ybarra (1843-1900), su “no” inicial se transformó en “sí” al descubrir que aquella mujer, casada con el fundador y presidente de Altos Hornos de Vizcaya, hacía en el Bilbao del siglo XIX lo mismo que él ahora: “Era mi tema y me enamoré del personaje”, y de ahí surgió su novela El jardín de los tilos.
Hablando con Altozano sobre otro vasco, Pío Baroja, Olaizola comentó un dato interesante: “No era tan agnóstico como se cree. Una vez me dijo un sobrino suyo que rezaba el Ángelus, y que experimentaba una gran admiración y ternura por una religión que tiene como Dios a un niño recién nacido”.
LA ENTREVISTA DE HERMIDA
Curiosamente, el más vendido de los libros de José Luis Olaizola es La puerta de la esperanza, el que considera “menos suyo”. Lo escribió en dos meses mano a mano con su protagonista, Juan Antonio Vallejo-Nágera (1926-1990), cuando le detectaron un cáncer de cabeza de páncreas y le diagnosticaron dos meses de vida.
La impactante entrevista que le concedió a Jesús Hermida poco antes de morir –un hito en la historia de la televisión por su sinceridad e impacto masivo- impulsó al célebre psiquiatra a “hacer algo” para llevar a todos el mensaje, que tan claro había dejado ante el periodista, de no temer a la muerte.
Y tampoco Olaizola la teme. Al contrario: “Me planteo la muerte como algo bastante deseable, porque nos abre a una vida definitiva. Tengo una gran confianza en que, a pesar de mi juventud y a pesar de mis muchos defectos, el Señor me recibirá con agrado”.
Como recibió a su hermano Viviano: "José Luis, ponme bien esa estampa", fue lo último que le dijo, para poder mirarla de frente. Murió mirando a la Virgen.
Carmelo López-Arias / ReL
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