miércoles, 12 de diciembre de 2012

LOBOS CONTRA EL PAPA



Ni la evidente realidad parece golpearnos las entrañas, tal es el grado de acostumbramiento en el que nos movemos. Quizá por ello quiso este Papa alertarnos desde el principio: “rodeado en medio de lobos”. Así se sabía el Papa, rodeado en el timón de la barca de Pedro, por lobos hambrientos de su derrota. Y pedía oraciones para no huir de ellos, para enfrentarlos, sabedor de que el lobo no se impacienta, no se cansa, somete a la presa a presión continua, agobiándola, desesperándola… desquiciándola. Porque la jauría trabaja tenaz y en equipo. Sabe lo que quiere, la presa que codicia, el festín que espera. Y cualquier medio es lícito para alcanzar la presa. Porque el lobo, a diferencia de otras bestias, ha salido de entre los corderos. Y ese es el peor enemigo, el que conociendo el escenario, los protocolos de actuación, los personajes, actúa en lo oculto protegido del disfraz que le evita todo enemigo -salvo su impaciencia -.

No es batalla grata, sino violenta y descarnada, hasta el punto que quiso el mismo Papa hacernos sabedores de su sufrimiento en más de una ocasión, dolido no tanto porque el lobo maquine, sino porque los que se dicen suyos le han dejado solo. Porque con preocupante frecuencia se ha visto sólo en medio de ellos, de los lobos, sin nadie que fuera en su rescate. Y es un Papa sereno, pero su serenidad ha venido acompañada tantas veces de la sinceridad con la que ha gritado, suavemente, que los suyos le han dejado sólo en medio de lobos.

Pero ahora, cuando las noticias trascienden las fronteras de esa rara avis de los vaticanistas italianos surge una extraña sensación de tarde caída, de anochecer. ¿Está el Papa rumiando su renuncia, sospechando su pronta muerte? En esta línea quieren creerlo algunos y así nos lo ha trasladado nuestra apreciada cigüeña de Intereconomía. ¿Suenan las aguas de un rio con caudal cierto o simplemente estamos ante sospechas, quereres o exclusivas vacías de realidad? Porque si ya en su día Antonio Socci anticipó la idea de que el Papa preparaba su renuncia para el pasado abril, ahora nuevos tambores suenan, pero sabiendo que el tiempo juega a su favor, - porque el tiempo que pasa no lo hace contra tal tesis, la de la renuncia, sino contra la ancianidad, a la que gusta ir quebrando en vitalidad y salud -. Y el Papa da señales de una ancianidad física que no quiere perdonarle sufrimientos. Por ello, desde esos sectores vaticanistas se quieren ver en los recientes pasos dados por el Papa, con los nombramientos cardenalicios y el arzobispal -y otros que quizá intuyen próximos con el anuncio de nuevo cónclave cardenalicio- la senda trazada en preparación de su despedida.

Es tema recurrente, desde luego. Y de no difícil hechura cuando el protagonista de las noticias por el mero transcurrir de los días se va adentrando en la culminación de su vida. Pero si hubiera algo de verdad en todo ello mal haríamos en negar de plano tal posibilidad dejando al Papa sólo sin nuestras oraciones redobladas. Sólo él sabe su estado de salud, su percepción del tiempo que le resta con la gracia de Dios, su conocimiento de las cosas que están por suceder o que están sucediendo. Y lo que todo esto le puede quebrar las fuerzas o el ánimo. “Rezad por mí, para que no huya ante los lobos”, más aún cuando las fuerzas con las que emprendió el gobierno de la Iglesia son ahora menores que en 2005; más aún cuando tras casi 8 años de papado se han visto por doquier zancadillas dolosas a sus proyectos, o cuando el vacío o la desobediencia han acompañado la implementación de sus medidas. Pero ahora, ante la fragilidad de la edad, cuando ha dado la cara en lo que considera fundamental, cuando el enemigo sabe, conoce y odia sus intenciones, ahora, es cuando el lobo maldito arrecia en la presión. Y quizá lo hace en estrategia sigilosa, sin que se note, pero siempre en la jauría hay un lobo débil o hambriento que declara su posición y, con ello, la del resto. Quizá algo de esto fuera la trama del Vatileaks, o el intentar reescribir desde páginas oficiales -y con firmas de importancia nada desdeñable- las palabras del Papa sobre temas cruciales como la hermenéutica de la continuidad respecto del Vaticano II o la restauración litúrgica. Errores de estrategia o impaciencias por reposicionar las posiciones que han mostrado al mundo que las corrientes que se mueven en la Iglesia, lejos de estar amainadas, anticipan tormenta. Pero la serenidad de este Papa no nos debe hacer olvidar que a su alrededor hostigan lobos, y que si al principio de su pontificado la presión por engullirle era mucha, más lo será en su debilidad física y una vez mostrado al enemigo la grandeza de su talla.

Que entramos en tiempos distintos del pontificado de este Papa es evidente. Los cambios de seguridad en la Curia, con la desconfianza institucionalizada, confirman una soledad del Papa más manifiesta. Quizá ahora la jauría de lobos haya de trabajar más sigilosamente, o quizá esta institucionalización del silencio curial y de la vigilancia sea escenario en el que sepan manejarse más cómodamente, acostumbrados como están a las labores sottovoce. Cierto que es Papa anclado en una esperanza contra toda esperanza, pero también es éste el mismo Papa que dijo aquel ya lejano 2003 que quizá sí, que quizá esas terribles imágenes de un Papa caminando por entre cadáveres y por entre las ruinas de una ciudad aniquilada, hacia un gólgota en forma de cruz tosca, fueran imágenes que los tiempos futuros pudieran mostrarnos.

Cesar Uribarri

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