Yo
nací en medio de una familia católica, que desde muy pequeña me inculcó muchos
conocimientos sobre el Evangelio, y la participación de los Sacramentos.
Cuando
tenía 15 años, ingresé a un grupo de jóvenes que trabajaban en obras sociales
dentro de mi Parroquia. Ingresé a capacitarme profesionalmente siguiendo una
carrera, y la mayoría de los jóvenes de este grupo también lo hicieron. Nuestra
formación religiosa la desarrollaba un sacerdote de los “modernos” y nos
inculcó durante muchos años nuevas ideas sobre Dios, Jesús, María y la doctrina
de la Iglesia Católica.
Si
bien Dios Padre era el centro principal de su prédica, Jesús era un simple
mortal con una misión, el único mérito de María era el haber dicho “Sí” a Dios,
el demonio era una invención, la doctrina de la Iglesia debía cambiar, etc.,
etc., ideas completamente contrarias a nuestra fe católica.
Bajo
estas creencias, los Sacramentos, la Misa, incluso la Confesión y Comunión tenían
un sentido muy diferente para mí y mis amigos. Este sacerdote fue finalmente separado
de los grupos a su cargo, ya que fue enviado a otro País al ser presentadas sus
enseñanzas ante el Arzobispado de Lima. Esto fue un duro golpe para nuestro
grupo, quienes vimos en él una persona muy revolucionaria y acertada. (Innegablemente,
su obra social fue muy buena, pero sus enseñanzas terminaron por alejar a
nosotros, los jóvenes, de los Sacramentos y el respeto a la doctrina de la
iglesia).
Muchos
de los jóvenes de nuestro grupo se casaron entre ellos, yo incluida, y luego de
seguir reuniéndonos por mucho tiempo para conversar sobre temas humanos, comencé
a sentir la falta de la oración, que ya no realizábamos, y cada vez sometíamos los
temas de la vida y la religión a cuestionamientos puramente intelectuales y
humanos por lo que entre nosotros creció la soberbia de un modo increíble, ya
que nos considerábamos dueños de la verdad, viendo a otros cristianos católicos
como personas equivocadas, supersticiosas e incluso irracionales.
Sin
embargo, yo sentía un gran vacío en mi vida y sólo pensaba: Dios mio quiero
estar cerca de Ti, me haces mucha falta…”, y sólo pensaba a asistir a algún Retiro
aunque no compartiera las “creencias católicas”. Asistí a una Jornada Pastoral,
en la cual participé con mucha alegría, y me confesé casi después de 13 años.
Sin embargo, tenia muy claro (según mis creencias) el papel de Jesús, María y
ciertas ideas de la Iglesia.
Por
medio de una las participantes, el Grupo Católico de Oración por Los Enfermos “Sí
Señor”, llegó a hacer oración a mi casa ya que mi mamá se encontraba enferma.
Cuando mi hermana me invitó al grupo, yo pensé: “¿Sanación? ¿Serán esas
personas que se pegan al techo, que cantan y rezan como locos, o qué harán?
Bueno, acepté ir sólo porque estaba dirigida a sanar a mi mamá. Llegué lo mas
tarde que pude (con toda premeditación), y ya en medio del camino, de pronto sentí
como que algo bondadoso me rodeaba, y mis labios se movieron diciendo tres Avemarías
sin poderlo evitar. Me quedé pensando: ¿Por qué me habrá sucedido esto? (yo
llevaba prácticamente 15 años sin rezar con tanta devoción ni un Avemaría).
Cuando
llegué a la casa, entré y me acomodé lo más discretamente posible; fue entonces
cuando una niña del grupo me ofreció asiento, y me miró a los ojos. Casi caigo
de espaldas al ver la luz de su mirada. Yo solo pensaba: ¿Cómo es posible que
una persona pueda transmitir tanta paz?... sinceramente, me parecía que estaba
al lado de un ángel.
De
pronto, el hno. José dijo que el problema de muchos profesionales (y yo lo
era), es que sólo quieren conocer a Dios por medio de la razón, y sí, hay que
conocerlo por la razón… pero también debemos entregarle el corazón. Para mi
fueron palabras que me atravesaron. Durante todos esos años dentro de mi ex
grupo, esa era mi frase favorita “a Dios se le puede conocer por la razón”…
pero no reparé en entregarle el corazón.
Luego
me sucedió algo que les aseguro, si me lo hubieran contado no lo creería ni
aunque me lo pasaran por video. El hno. José llamó a una señora, le puso las
manos y ella cayó en descanso espiritual. Yo solo pensaba, ¿por qué ella no
puso las manos antes de caer?, y mi segundo pensamiento era si la estaba
hipnotizando, cuando el hermano volteó y me dijo: “Ven tú…”, yo me sorprendí y pensé
que le hablaba a otra persona (estaba atrás de algunas personas, apenas si se
me veía).
Me
acerqué y me dijo, colocando a un muchacho delante mio: “Imponle las manos y pídele
al Señor que entre en él”. Lo hice así aunque con muchas dudas, pero se lo pedí
al Señor de corazón. Sentí claramente que algo atravesó de arriba hacia abajo
mis manos y en ese preciso instante, el joven cayó en descanso espiritual
(estar, sin estar estando). Claramente, me di cuenta que esa fuerza venía de
arriba, y no de ninguna persona presente en la oración. Mis manos no dejaban de
temblar, y para evitar que otros lo vieran, me las coloqué en la espalda.
Terminó
la oración y el hno. José me dice: ¿qué te pasa? Y yo le mostré mis manos
totalmente descontroladas que temblaban, y me hizo repetir: “Gracias Señor por
ser tu instrumento”, luego de lo cual ya pude controlarlas.
Comenzaron
mis cuestionamientos: ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué? ¿Qué significa?, etc., etc.,
(yo era una preguntona de todo)
En
la siguiente reunión, al llegar a la casa olía a flores por todos lados y… ¡no había
ninguna! Me instruyeron que eso significaba la presencia de María y pedí un
descanso en el espíritu. Luego en una siguiente reunión y en medio de otro
descanso, sentí como una Luz venía hacia mi y me atravesaba de pies a cabeza,
yo solo quería decir: “Gracias Señor, Bendito seas”, cuando mi lengua no me respondió
y comencé a hablar en Lenguas. Cuando me levanté solo pensaba qué me había pasado,
ya que jamás había visto a alguien hablando en Lenguas, no sabía que eso existía,
ni nadie me había dicho qué era o qué significaba… ¡recibí el Don de Lenguas!
Pues
bien, hasta ese momento, yo sentía ya un gran aprecio y respeto por Jesús a quien
antes consideraba un simple hombre, y comenzaba a admirar su grandeza y
presencia espiritual, pero, con María… El Señor permitió que pudiera ser su
instrumento para dar mensajes de su Madre… ¡recibí el Don de Profecía! Cuando sentí
la presencia de Mamá Santa dentro de mí, las palabras se quedan cortas para
expresar cuánta ternura, bondad y protección Maternal trasmite María; es tan
delicada y dulce que realmente todos los que la amamos deberíamos defenderla y
ensalzarla en todo momento ante las doctrinas que la atacan con tanta ira,
aunque ahora sabemos de donde viene tanto odio.
La
presencia de Jesús es muy humana, fuerte, poderosa y su Iglesia, nuestra
Iglesia, tiene tantas riquezas que debemos defenderla de doctrinas equivocadas
que nos alejan de ella.
No
pasa un día que no agradezca a Dios Padre, a Jesús (Dios Hijo), a Dios Espíritu
Santo, y a nuestra Santísima Madre María, por todo lo que han obrado y siguen
obrando en los miembros del grupo y en otras muchas personas, quienes por medio
de nuestros testimonios, oraciones y las sanaciones que obra el Señor, se
acercan cada día mas a Dios y a su Iglesia.
Sigamos
siendo portadores de esperanza, y demos “Testimonio” de todos los regalos, protección
y amor que el Señor nos entrega cada día y sigamos diciendo siempre… “Señor, si
te conformas con poco… aquí me tienes”
María
Rosa Novoa B.
Nota:
María Rosa en una madre, relativamente joven, de siete hijos… y es uno de los
instrumentos principales de Dios en nuestro grupo, que a pesar de sus
obligaciones, participa activamente en nuestro grupo de sanación.
Hno. José.
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