- ¡Hasta pronto! - dijo al despedirse aquel amigo con
una gran sonrisa en los labios. Habían pasado un agradable momento hablando con
él. Bueno, prácticamente escuchando, porque era una auténtica catarata de
palabras, anécdotas, historias...
El joven seguidor dijo admirado:
- ¡Qué hombre más extrovertido! En cambio yo apenas sé
que decir en una reunión. Cuando estoy solo es cuando más disfruto.
Sonrió el Anacoreta, puso una mano sobre el hombro de
su joven seguidor y le dijo:
- Depende de a lo que llames ser extrovertido. Si
piensas que ser extrovertido es buscar siempre compañía, hablar mucho, opinar
de todo, relacionarse con facilidad... ni tú ni yo somos extrovertidos. El
verdadero extrovertido, aunque guarde silencio o esté solo, es aquel que vive
abierto a los demás, que capta sus necesidades, que escucha sus palabras y su
lenguaje no verbal...
Miró a los ojos del joven y concluyó:
- Una cosa
es ser superficial y otra muy distinta ser extrovertido. En la vida espiritual,
extrovertido es aquel que sale de su ego hacia el tú. Y para eso no hacen falta
muchas palabras... Lo que es necesario es "darse" por completo a los
demás...
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