Tras el que
fuera el primer papa español, el importantísimo San Dámaso I, de quien hablábamos el otro día, habrá que
esperar nada menos que un entero milenio, y aún más, para que “caiga” el
segundo, Calixto III.
Alfonso de
Borja (Borgia en italiano), que tal era su nombre
de pila, nace en Torreta dels Canals, hoy ciudad de Valencia, el 31 de
diciembre de 1378 en el seno de una noble familia, siendo su padre Domingo de Borja, y su madre Francina Llançol. Tras terminar sus
estudios de leyes en Zaragoza, abraza la causa de Benedicto XIII, uno de los implicados en el que pasa a la historia
como Cisma de Occidente,
antipapa de hecho, del que recibió el título de canónigo. Muy cercano a figuras
de su época como San Vicente Ferrer,
al que él mismo canonizará después, y a la corte de Alfonso V de Aragón, llamado “el Magnánimo”, cuando éste resuelve poner su reino bajo la
jurisdicción del Papa Martín V, Alfonso actúa como mediador con el
sucesor de Benedicto, el también
español Clemente VIII,
invitándole a someterse al papa legal. En 1429 Martín V nombra a Borja
obispo de Valencia, y en 1444 Eugenio
IV lo crea cardenal.
A la muerte de Nicolás V, Borja es elegido Papa el l
de abril de 1455, asumiendo el nombre de Calixto III. En su breve pontificado que apenas durará tres años,
lo que más preocupa a Calixto
será la lucha contra la expansión del Turco en Europa y la reconquista de
Constantinopla, tomada por el turco Mohamed
II dos años antes de su elección. Calixto envía nuncios y llama a la cruzada por toda Europa para
unir a los príncipes en un esfuerzo para terminar con el peligro turco. Calixto III ordena que las campanas
toquen a medio día para orar por los cruzados. Pero los príncipes europeos,
entretenidos en trifulcas internas los unos con los otros, no responderán al
llamado papal, haciéndolo apenas el húngaro Mathías Hunyady, inspirado por el celo del legado papal Carvajal y
de San Juan de Capistrano, cuyas
tropas el 22 de julio 1456 infligieron a los turcos en Belgrado una de las
peores derrotas sufridas nunca en Europa. Todo fue sin embargo flor de un día,
pues ni siquiera la victoria consigue un mejor acuerdo contra el Turco, y de
hecho, el propio Mathias Hunyadi al
poco tiempo de su victoria moría de unas fiebres. Quedaban aún ciento quince
años para la importantísima victoria de Lepanto,
más de cien años en los que el Turco se enseñoreó de Europa sin hallar mayor
resistencia.
Su reinado es también notable por la
revisión del juicio a Juana de Arco,
quemada en 1431, un cuarto de siglo antes, revisión ejecutada bajo la dirección
papal: la sentencia del primer tribunal fue anulada y proclamada su inocencia,
lo que si bien no devolvería a la virgan francesa la vida, sí le abriría el
camino a la canonización, ocurrida muchos siglos después, en 1920.
El 13 de marzo de 1456, Calixto promulga la bula Inter Caetera, que garantizaba a
los portugueses la exclusividad de la navegación a lo largo de la costa
africana.
Calixto fue un agente más de la convulsa política europea de la época. De hecho, a
la muerte de Alfonso V de Aragón,
con quien se había peleado cuando se hace nombrar rey de Nápoles, reclama la
soberanía eclesiástica de este reino, negando a su hijo, Ferrante I, como monarca. Fue acusado
de avaricia y de nepotismo. Recae sobre él la leyenda de haber excomulgado al
cometa Halley cuando hizo su aparición en el cielo europeo.
Calixto III puede ser considerado hombre de elevados ideales y gran valentía, energía
y perseverancia. En el otro plato de la balanza se le acusa de avaro, -dejó a
su muerte, una considerable suma de dinero- y nepotista. De hecho elevó al
cardenalato a dos de sus sobrinos, Luis
Juan y Rodrigo, que
llegaría a ser el famoso Papa Alejandro
VI, el tercer papa español. Nombró a un tercero gobernador del Castillo
de Sant’Angelo y le dio el título de duque de Spoleto. Se conservan muchas de
sus cartas.
Calixto III muere en Roma el 6 de agosto de 1458. Se halla
enterrado en el Vaticano.
Luis
Antequera
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