sábado, 21 de abril de 2012

AMOR Y CONOCIMIENTO


Cuando lleguemos arriba…, no se nos va a juzgar por la calidad y profundidad de nuestros conocimientos sobre las cosas de Dios u otras clases de conocimientos, sino por la cantidad e
intensidad del amor que hayamos derramado sobre el Señor, y sobre los demás, porque amar al prójimo es como amar a Dios, si es que somos capaces de ver en los demás la figura de Cristo.

La relación que media entre el amor y el conocimiento de lo que se ama, es muy similar tanto en el orden humano material, como en el orden sobrenatural espiritual. En el orden humano, cierto es que cuando se ama se desea conocer.

Un chico y una chica, establecen relaciones de noviazgo, e inmediatamente tanto uno como la otra quiere saber, quieren conocer lo más posible el uno del otra, de sus familiares, de sus amigos o amigas, de sus estudios, de su proyectos… etc., es decir conocer todo lo que es el entorno de la persona amada, pues así la comprenderá mejor, y terminará amándola más al identificarse con el entorno de su amado o amada.

Y esto es así, porque una característica del amor, es la de crear un ansia de conocimiento de aquello que se ama y resulta que cuanto más se avanza en el conocimiento de lo que se ama, más aumenta el amor hacia lo que se ama; y se resulta que lo que se ama es otra persona existe una reciprocidad que es una característica propia del amor. Y ello es, porque el principio básico aquí
aplicable, nos dice que: solo se ama lo que se conoce y cuanto más se conoce más se ama. Y entonces, uno piensa que tiene que haber un primer conocimiento, pues sin él no puede generarse un primer amor. El amor dimana del conocimiento y el odio de la falta de conocimiento, el desconocimiento es generador de odio, de la misma forma que a sensu contrario el conocimiento es generador de amor. El fanatismo es otra circunstancia, que también funciona en razón de la ignorancia.

Por lo tanto es de cajón, que para que nazca el amor debe de haber un previo conocimiento y
así nace la pregunta: ¿cómo se inicia el conocimiento para que se genere el amor?

En el mundo material en el que se desarrolla nuestra vida humana, son nuestros sentidos
corporales los que captan el objeto de nuestro amor. Así por ejemplo, en el orden del amor entre nosotros, es bien sabido que el conocimiento de una persona lo realizan nuestros sentidos y ese conocimiento por ejemplo entre personas de distintos sexo puede convertirse en amor. Y en la medida de que ese amor se asiente nacerá un mutuo deseo de conocimiento, que a su vez podrá generar con posterioridad, un mayor grado de amor o quizás de indiferencia, si es que
no media la reciprocidad.

Todo lo escrito hasta aquí tiene su importancia, tal como al principio escribíamos por la similitud de lo que ocurre entre los dos órdenes, el material y el espiritual. Pero para que haya un primer conocimiento del cual se genere el amor, de acuerdo con lo anteriormente dicho, cabe preguntarse: ¿Pero cómo se llega al conocimiento de la existencia de ese algo que en este caso es Dios, al que no vemos y no sentimos ni palpamos, por medio de los sentidos corporales?

Para contestar a esta pregunta, son varias las consideraciones que hemos de tener presente. Primeramente, que los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: “Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Gn 2,26), tal como nos dice el Génesis. En segundo lugar, que al tiempo de creación de nuestra alma, Dios a impreso en ella, un innato deseo de buscar a Dios. Así el Catecismo de la Iglesia católica, en su parágrafo 27, nos dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es
conservado siempre por ardor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GIS 19, 1)”.

Pero también es de ver, que es evidente, que si bien los sentidos corporales, no captan las
realidades espirituales, si la captan los sentidos de nuestra alma. Nuestra alma que forma parte del mundo de lo espiritual, goza también de sus sentidos, aunque muchos nos los tengan desarrollados a fuerza de no usarlos. Los sentidos de nuestra alma y entre ellos, los ojos de nuestra alma, son los que nos da el testimonio de la existencia de Dios y precisamente a este testimonio, es al que nosotros denominamos fe. Ahora bien, insistimos en que se ha de tener
desarrollados suficientemente los sentidos del alma, para que estos nos puedan dar testimonio de la existencia de las realidades invisibles y espirituales.

Nuestra fe, es un don divino y como todo don, se nutre de la gracia del Señor. Y es la fe
la que capacita a los sentidos de nuestra alma, para captar las realidades espirituales y concretamente en este caso el disponer del pleno conocimiento de la existencia del Señor. Santo Tomás de Aquino, manifestaba: El conocimiento es causa del amor, por la misma razón por la que lo es el bien, que no puede ser amado si no es conocido.

Y por ello, cuando el alma humana tiene un primer conocimiento de la existencia de su Creador y ella ama ordenadamente y sin interferencias demoniacas o si las hay, estas están vencidas, se establece el mutuo deseo que se generan entre el amor y el conocimiento, porque el que ama siempre desea conocer más y mejor aquello que ama, y al conocer más y mejor se comprende lo que se ama, y al comprender mejor, más se ama. Es decir entramos en el círculo de una espiral
ascendente.

El inicio en el desarrollo de la vida espiritual y por ello en el amor a Dios, todo es similar a un tren que se pone en marcha: El tren de vapor, se entiende, siempre arranca de la estación, lentamente, las primeras pistonadas de la máquina de vapor son trabajosas, pero poco a poco, el tren gana inercia y velocidad, dejando atrás su lento caminar.

Pero esto que seria lo deseable no siempre ocurre así, pues el padre de la mentira, está siempre al acecho y desvirtúa el orden normal, que es el correcto. El hombre ha sido creado por Dios para amar y para ser amados. El hombre necesita cono el aire que respira, amar y ser amado; por ello el hombre que no ama al Señor ni a nadie, como tiene necesidad de amar, su necesidad de amar la calma irracionalmente, amándose asimismo. Y así, el hombre que no ama al Señor, irremisiblemente cae en el egoísmo que le lleva a un hedonismo desenfrenado, muy de acorde con los tiempos en que vivimos.

Nosotros tenemos necesidad tanto del conocimiento, como del amor, para vivir a imagen y
semejanza de Dios uno y trino. Por tanto, necesitamos de los dos elementos, conocimiento y amor, si queremos ser plenamente humanos. Pero primariamente la necesidad esencial es la de amar, la de conocer es complementaria del amor.

Escribe Hahn Scott, diciendo: La salvación, en definitiva, implica hacerse verdaderamente humanos, mediante la realización de las necesidades más profundas de conocimiento y amor, que solo pueden ser satisfechas en la Trinidad.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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