viernes, 24 de febrero de 2012

LA PIEDRA DE TOQUE


A Federico de Prusia se le ocurrió una idea extravagante. Estando en el campo se fijó en unos gorriones que picoteaban por las eras granos de trigo. Empezó a hacer sus cálculos y llegó a la conclusión de que aquella clase de pajarillos se comían anualmente, en su reino, dos millones de celemines de trigo.

Exterminarlos era, pues, de interés nacional. Prometió un premio por cada cabeza de gorrión que se presentase.

Todos los prusianos se convirtieron en cazadores. Al poco tiempo no quedaban gorriones en el país. Todo un éxito. El rey estaba satisfecho. Pero, al año siguiente, le anunciaron de todas las partes de Prusia que las orugas y las langostas se habían comido las cosechas. Cuando hubo que traer gorriones de los países vecinos, dicen que el rey exclamó:
“¡Cómo me he equivocado! ¡Lo que Dios hace, bien hecho está!”.
Muchas veces Jesús nos dice como a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”
(Mt. 16,20). Y un aspecto de la vida en el que se acentúa más esa diferencia de visión, entre Dios y los hombres, es precisamente en la cruz, el dolor, el sacrificio.

Algo debe tener el sufrimiento humano, que no acabamos de entender, cuando Dios ni a su propia Madre le ha librado de él. La Virgen al pie de la cruz es toda una tesis doctoral sobre el dolor. Conviene contemplarla, estudiarla, porque en ella late toda la teología del Amor y del Dolor.

No lo dudes, si hubiese otro camino mejor, el Señor lo hubiera escogido. Pero si el pecado es el alejamiento de Dios buscando la propia satisfacción, no ha de extrañarnos que la redención y la
santificación sea el camino contrario: la renuncia a la propia satisfacción buscando acercarse a Dios.
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En un colegio, en los días de la campaña del Domund preguntaba el sacerdote a niñas de primero de Primaria, seis años, que podían hacer ellas por las misiones.

Casi a coro respondieron:
–“Rezar”.
-“Perfecto – dijo el sacerdote -. Y, además de rezar, ¿qué más podéis hacer?”.
-“Dar dinero –respondieron las niñas”.
-“Bien. Rezar, dar dinero. ¿Y qué más?”.

Y, levantando la mano una pequeñaja, dijo:
-“Sacrificarse”.

Efectivamente, como intuyó esta niña de seis años: el sacrificio vale. “No olvides que el
Dolor es la piedra de toque del Amor” (Camino, 439; «Piedra de
toque» es la piedra – de ordinario jaspe granoso – con que los joyeros hacían el «toque»
del oro o la plata para asegurarse de su calidad). Y es que el Amor – solo cuando es auténtico – acaba superando siempre la prueba del Dolor. El que no esté dispuesto a padecer, no conocerá nunca el verdadero amor de Jesucristo: “El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y sígame” (Mt. 16,24).
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Una buena mujer le decía a un sacerdote:
-”Padre, los que somos buenos tenemos que sufrir mucho”.
-”Oiga señora, - respondió el cura un poco desconcertado -, pues no crea, que los que
somos malos también sufrimos bastante”.

Y es que “la cruz”, así, sin más, no es un invento cristiano. La cruz es una realidad humana insoslayable. Lo que caracteriza al cristiano, su señal de identidad, es la “santa cruz”: la cruz santificada, llevada con Cristo. La alternativa no es llevar la cruz o no llevarla. La alternativa es llevarla con Cristo o llevarla sin Cristo.

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