miércoles, 2 de diciembre de 2009

ALBERT EINSTEIN CONTRA EL ATEÍSMO ARROGANTE


Einstein siempre criticó la arrogancia de muchos ateos se mostró respetuoso con la Iglesia y la figura de Jesús. El genial físico y matemático reconocía su fascinación por la figura luminosa del Nazareno”, y criticaba el fanatismo de ciertos ateos.

El siglo XXI ha empezado con una moda literaria: los libros groseros de ateos arrogantes. Cuantos más groseros son y más tonterías históricas acumulan, más libros venden. En estos libros, la religión – especialmente la cristiana – es culpable del SIDA, la pobreza, la estupidez, el nazismo, el terrorismo mundial, el fracaso de tu matrimonio y que tus tostadas salgan siempre quemadas.

Michael Onfray en Francia con su Tratado de Ateología; San Harris con Carta a una Nación Cristiana; el biólogo Richard Dawkins con El Espejismo de Dios (The God Delusion); Steven Weinberg, Daniel Dennett… En España se ha apuntado al mini-boom del género Fernando Savater con un libro rutinario, poco pensado y menos trabajado, con el que sacarse un dinerito extra atizándole a la fe.

GRANDES MENTES
La fe cristiana, o la menos la deísta, puede ser verdadera o puede que no. Que muchos hombres inteligentes hayan militado a favor o en contra del deísmo puede hacer pensar en nuestra capacidad de buscar la verdad usando la inteligencia.

“¿Si el cristiano es tan razonable por qué Celso, Plotino, Hobbes, Maquiavelo, Voltaire, Rosseau, Goette, Melville, Jefferson, Shaw, Russell, Franklin, Sartre, Camus, Nietzche, Marx, Freud y Skinner lo rechazaron?”., pregunta el Handbook of Christian Apologetics de Peter Kreeft y Ronald K. Tacelli.

Dejando aparte que parece que Voltaire sí murió católico y reconciliado, y que Camus en sus últimos años redescubrió la fe cristiana, una respuesta rápida – aunque un poco anglocéntrica – puede ser que el listado de no creyentes es fácil de superar con Pablo, Juan, Agustín, Tomas de Aquino, Anselmo, Buenaventura, Scoto, Lutero, Calvino, Descartes, Pascal, Leibniz, Berkeley, Galileo, Copérnico, Kepler, Newton, Newman, Lincoln, Pasteur, Kierkegaard, Shakespeare, Dante, Chesterton, Lewis, Solzhenitsin, Tolstoy, Dostoyevsky, Tolkein, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, T.S. Eliot, Dickens, Milton, Spenser y Bach, por no mencionar un tal Jesús de Nazaret”. Y continúa el manual de Kreeft y Tacelli: “Las mentes brillantes a menudo rechazan el cristianismo porque no quieren que sea verdad, porque no está de moda o simplemente porque el cristianismo pide obediencia, arrepentimiento y humildad.

EINSTEIN Y LOS ATEOS
Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un Dios que daba orden y armonía al universo. Siempre rechazó ser ateo, incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del Universo. Sin embargo nunca acepto que fuese un Ser Personal. Y mucho menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la tuviesen. En EE.UU., se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de Walter Isaacson, que además ha publicado en el TIME sobre la fe de Einstein.

A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser ateo. Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citan para apoyar ese punto de vista?', dijo a un amigo. Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw, Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al contrario, tendía a denigrar a los ateos: ‘lo que me separa de la mayoría de esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los secretos incansables de la armonía del cosmos”, explicaba. Los ateos fanáticos', escribió en una carta, son como esclavos que aún sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las masas, no pueden escuchar la música de las esferas


Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros, es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba la revista TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi: Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades, también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de Hitler que pretendía suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral”.

LA JUVENTUD DEL GENIO
Einstein nació en una familia judía sin fe ni práctica religiosa. El único pariente que iba a la sinagoga era agnóstico y decía al joven Albert que acudía porque nunca se sabe. A los 6 años, sus padres metieron al niño en una gran escuela católica. Era el único judío entre los 70 alumnos de su clase. Como todos ellos, hizo la asignatura de religión católica, y según Alter Issacson, la disfrutó. Un poco antes de los diez años, Albert decidió ser un judío devoto en oposición a sus padres: no comer cerdo, mantener el Sabbat, la pureza kosher, incluso componía sus propios himnos y los cantaba camino al colegio. A los diez años, un estudiante de medicina de 21 años llamado Max Talmud que cada semana comía en su casa, le dejó unos libros de divulgaciones de ciencias naturales escritos por Aaron Bernstein, que insistían en la relación de la bilogía y la física. Ahí despegó el intelecto de Einstein hacia la física y la matemática, un intelecto hasta entonces adormecido. A los 12 años abandonó el judaísmo.

Leyendo libros de divulgación científica pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas. La consecuencia fue una orgía decididamente fanática de libre pensamiento con la impresión de que los jóvenes eran intencionalmente engañados por el estado con mentiras; una impresión aplastante, cita Isaacson.

Uno no puede evitar pensar en Onfray, Harris, Dawkins y Weinberg que hoy se presentan como pensadores maduros y adultos están en la fase radical que Einstein atravesó a sus 12 años.

Hay que dejar claro que los libros de Aaron Berstein no fueron culpables de esta falta de fe: sus libros de divulgación no veían incompatibilidad entre ciencia y fe. La inclinación religiosa yace en la tenue conciencia que mora en los hombres de que toda la naturaleza, incluidos los humanos, no es un juego accidental, sino un resultado de la ley de que hay una causa fundamental a toda la existencia.

En 1929, en una cena en Berlín, teniendo casi 50 años, Einstein ya empezaba a establecer en su postura deísta y se negó a comparar la religión con la superstición astrológica.
-No puede ser, ¿no será usted religioso – le preguntaron.
Y él respondió:
-Intenté penetrar con nuestros medios limitados en los secretos de la naturaleza y encontré que más allá de todas las leyes discernibles y sus conexiones, permanece algo sutil, intangible, inexplicable. Venerar esta fuerza que está más allá de todo lo que podemos comprender es mi religión. En eses sentido soy, de hecho, religioso.

Es curioso que Sócrates y Platón consideraban que hasta los 50 años no se puede ser filósofo, que se necesita toda una vida de entrenamiento en las ciencias y en la vida misma para alcanzar la sabiduría básica, que el joven no puede ser sabio. Contagiaron de esta idea al pensamiento filosófico antiguo y medieval, en contraste con la vivencia cristiana de que los jóvenes y niños pueden ser santos, es decir, sabios a la manera de Dios. Escándalos para griegos: Jesús Niño enseñando en el Templo, o el Te doy gracias Padre porque has enseñado a los pequeños lo que ocultaste a los sabios. Pero es en 1929, a los 50 años, cuando Einstein formula su veneración por el misterio, que es algo más que una “X” en una ecuación o un enigma por resolver.

LA FIGURA LUMINOSA DEL NAZARENO
A esa edad concede una entrevista a George Sylvester Viereck, un alemán que vivía en EE.UU. desde niño. Einstein pensaba que Viereck era judío. En realidad, Viereck presumía de ser pariente del Kaiser y durante la Segunda Guerra Mundial le detendrían por ser propagandista de la causa alemana. En la época que entrevistó a Einstein se ganaba la vida entrevistando a grandes hombres… y escribiendo poesía erótica.

-“¿Hasta que punto está usted influido por el cristianismo?”
-De niño recibí instrucción tanto de la Biblia como en el Talmud. Soy judío, pero estoy embelesado por la figura luminosa del Nazareno.

-“¿Acepta la existencia histórica de Jesús?
-Incuestionablemente. Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida.

-“¿Cree usted en Dios?"
-No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gran biblioteca de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe como. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cual será. Esta es, me parece, la actitud incluso del humano más inteligente hacia Dios. Vemos el Universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente estas leyes.

-“¿Es este un concepto judío de Dios?”
-Soy un determinista, no creo en el libre albedrío. Los judíos si creen en el libre albedrío. Creen que un hombre modela su propia vida. Yo rechazo esa doctrina. En ese tema, no soy judío.

-“¿Es ese el Dios de Espinoza?”
-Me fascina el panteísmo de Espinoza, pero admiro aún más su contribución al pensamiento moderno porque fue el primer filósofo que trató del cuerpo y del alma como un todo, no como dos cosas separadas.

-“¿Cree usted en la inmortalidad?”
-No. Y una vida es bastante para mí.

LA EMOCIÓN DEL MISTERIO
Einstein pronto vio que sus opiniones sobre estos y otros temas interesaban a muchos, así que en 1930 publicó un credo”, “Es que creo”, apoyando a un grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio. “La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que se puede experimentar hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En este sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso”. Posteriormente dio una charla en el Seminario de la Unión Teológica de Nueva York, del que salieron frases en los periódicos que se hicieron famosas. Allí es donde dijo que la ciencia puede ser creada sólo por quienes están profundamente imbuidos por la aspiración hacia la verdad y el entendimiento. Y, que “la fuente de este sentimiento, sin embargo, brota de la esfera de la religión. Su frase más famosa de es día se cita a menudo: la ciencia sin la religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega.

EL EINSTEIN DETERMINISTA
Einstein aceptaba un Dios detrás de las leyes inmutables del cosmos. Lo que no aceptaba es un Dios con poder o voluntad de cambiar estas leyes. Para él, las leyes físicas estaban predeterminadas…. Y las acciones de los hombres también. En su credo se adhirió a la frase de Schopenhauer: un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera. Los deseos, ilusiones, maldades y bondades de un hombre vienen dados, determinados por leyes inmutables. Eso no quiere decir que por razones prácticas no debamos encerrar a los asesinos, aunque filosóficamente creamos que, en realidad, no son responsables, que estaban obligadosa asesinar. Sé que filosóficamente un asesino no es responsable de su crimen, pero prefiero no tomar el té con él, declaró.

Vivir como si fuésemos libres y éticos (aunque no lo seamos) era la propuesta de Einstein para una sociedad más civilizada. Una especie de vivir una ficción… que funcione.

Apoyó que EE.UU. desarrollara la bomba atómica para frenar el nazismo, pero luego luchó por el control de la energía nuclear. Ayudó a refugiados judíos, habló en defensa de la paz. Para Einstein fue la ausencia de milagros lo que reflejaba una providencia divina, el hecho de que el mundo fuese comprensible, que siguiese leyes eso era digno de reverencia, concluye su biógrafo Walter Isaacson.

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